STUDIA LITERARIA

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¿Quién es el verdadero alienado? Algunas reflexiones sobre el tema de la locura en El alienista de Machado de Assis

 

INTRODUCCIÓN

Antes de iniciar con este análisis acerca de la función del tema de la locura en el hilo narrativo del relato “El alienista” de Joaquim Maria Machado de Assis, valdría la pena hacer dos puntualizaciones: la primera, acerca del marco histórico y social del autor, así como de su misma biografía; y, en segundo lugar, una pequeña contextualización sobre la locura no sólo como aspecto psicológico, sino como tema literario.

De Joaquim Maria Machado de Assis se puede afirmar, sin duda, que su obra es una de las más altas expresiones de la literatura brasileña. Nace en Río de Janeiro en 1839 en una familia pobre, nieto de esclavos. Hacia 1856 comienza a trabajar en periódicos y publica sus primeros poemas en la Marmota Fluminense. Su boda con Carolina Xavier de Noaves, de familia noble, en 1869, le permite una mayor holgura económica para continuar con una labor literaria que había dado obras como los libros de poesía Crisálidas (1864) y Falenas (1869). En 1871, con su novela Resurreição. Machado de Assis llega a uno de los puntos de inflexión de su labor literaria al ser una obra de análisis de caracteres y temperamentos, y que se sumaría a la transformación que sufriría en la siguiente década, en particular dado el tono escéptico e irónico que se percibe a partir de Memórias póstumas de Braz Cubas (1881). Durante su vida literaria desarrolló todos los géneros: poesía, cuento —entre los que sobresalen sus colecciones Contos fluminenses (1869) y Papéis Avulsos (1882)—, la novela, teatro (como Os deuses de casaca de 1865) y ensayo (Queda que as mulheres têm para os tolos, 1861). Machado de Assis muere en Río de Janeiro, en septiembre de 1908, a los 69 años de edad.

De conto foi êle, se não o iniciador, um dos primeiros cultores [...] Efectivamente ninguém jamais nesta contou com tão fino espírito, tamanha naturalidade, tão fértil e graciosa imaginação, psicologia tão arguta, maneira tão interessante e expressão tão cabal, historietas, casos, anedotas de pura fantasia ou de perfeita verossimilhança. (Verissimo,1963: 312: Las cursivas son mías.).

Con respecto al tema de la locura, cabe hacer unos cuantos señalamientos sobre el contexto en el que se desarrolla el relato, a fin de evitar una larga —y para propósitos de este análisis, irracional— historia de la locura. Con respecto al enfoque científico, para cuando Machado de Assis escribe El alienista, se han comenzado a realizar los primeros trabajos que estudian la alienación mental, como se la llamó desde mediados del siglo XIX, desde una perspectiva científica y en el que los asilos para enfermos mentales pretenden ser centros de estudio de las afecciones mentales, buscando clasificarlas, con el objetivo de rehabilitar a los pacientes a través de distintas terapias y reintegrarlos a la sociedad; empero, este propósito, que tenía que ver más con una búsqueda del orden, tuvo consecuencias adversas a las que se pretendían.

Bourgeois society and its conviction that itself was the source of its disorders first created the premises for a society oriented therapy of the insane. This set in motion the process we described as the internalization of coercion, in which mechanical-physical restraint increasingly turned into mental and moral-social restraint. (Doerner apud O’Byrne, 1996: 75).[1]

En cuanto al manejo del tema en la literatura, la prolongada tradición del loco cambiaría a partir del S. XIX no sólo por la visión metódica, sino por la transformación que propició el movimiento romántico que exaltó el valor de la locura (junto con la faceta onírica del hombre) como uno de los medios de acercarse a la verdad, idea que persistió en todos los movimientos literarios posteriores, incluyendo en el realismo.[2]

Dentro de este juego irónico que tiene por objeto burlarse de la ciencia, hay tres momentos clave: el primero es una crítica a lo científico en cuanto tiene un poder alienante y cuyo efecto resulta más grave si son los alienados aquéllos a quienes pretende estudiar la ciencia. Asimismo, la sobreabundancia de descubrimientos aliena al descubridor y a la sociedad; aquí puede percibirse un movimiento de lo particular a lo general, en el cual los descubrimientos continuos de Bacamarte, personaje principal del relato, sobre un mayor nivel de locura del esperado se vuelven un símil de lo que ocurre en el mundo [fáctico] de ese momento. En tercer lugar, otra de las preguntas que permea el cuento es ¿qué es lo normal y qué lo anormal?, relacionada con la idea de control, acerca de lo cual se percibe que en realidad, la locura es parte de lo anormal que todos poseen y que quien está en un manicomio es tan sólo ligeramente más anormal que lo aceptado como normal; de aquí se desprende que los que deben estar locos son los cuerdos, porque su anormalidad consiste en ser perfectamente normales.

  1. Locura y poder: Enloquecer enloqueciendo

Si el tema del relato es la locura, la anécdota a la que se recurre es la creación de la casa de orates en Itaguaí. Existe la percepción de una crítica cientificista del autor hacia las acciones del doctor Bacamarte, la cual se podría hacer extensiva a todos los que en esta época se dedicaban al tratamiento de las enfermedades mentales. El presupuesto que se maneja a lo largo de la obra es que el que trata con alienados está tan enfermo como ellos, o incluso que el alienista es el único alienado (Bosi: 1978: XVI). La falsa premisa es que el alienista está cuerdo y que los demás piensan que no lo está; en este proceso, todo el pueblo enloquece contra él, de ahí la rebelión posterior. La locura como elemento narrativo ocupa un lugar preponderante al ser la única desencadenadora de todos los eventos narrados; ya que a partir de ella es como se fundan los conflictos que se desarrollan en el hilo narrativo del relato. De esta forma, una de las preguntas subyacentes es ¿para qué tanto estudio con los alienados, si de todos modos no se puede lograr su cura y, aun cuando se obtuviere, éstos habrán afectado la salud mental de su tratante? De esta forma, como se lee en el último capítulo del cuento, los amplios estudios del doctor Bacamarte trajeron infinidad de problemas a Itaguaí y terminaron en la enajenación de él mismo.

Acto seguido [Simón Bacamarte] se internó en la Casa Verde [...] se entregó al estudio y a la cura de sí mismo. Dicen los cronistas que murió diecisiete meses más tarde, en el mismo estado en el que entró, sin haber podido avanzar en sus investigaciones un solo paso más. Algunos llegan al extremo de insinuar que en Itaguaí el único loco que hubo fue él (Machado de Assis, 1978: 84).

La crítica cientificista y metodista para abordar el estudio de la locura, la supresión del yo —siguiendo el término orwelliano—, es otro punto bajo ataque en la trama del cuento. Los excesos que se perciben al tratar de comprender la realidad por medios experimentales y de someterla a esquemas son opuestos al proyecto romántico. De aquí que en ese intento por clasificarlo todo —en este caso, con las enfermedades mentales— el verdadero alienado es quien lo intenta, el doctor Bacamarte. Sus ideas sobre el estudio de los locos a partir de una casa de alienados, el exceso de estudio, pero, sobre todo, su celo científico daban la apariencia de estarlo enloqueciendo poco a poco.[3] En consecuencia, la figura del alienista sería uno de los casos en el que a pesar de que pareciera que sus intenciones son buenas, en realidad, el desbarajuste que ocasiona en Itaguaí le da un carácter de villano a quien la locura lo ha conformado en un carácter sobre el cual se puede realizar toda la crítica contra el cientificismo maniático.

Como indica Joel Lefebvre en su estudio sobre la figura del loco en el Renacimiento alemán, la noción de la locura «Peut recevoir deux aceptions oposées… Le perssonage [fou] est soumis a la même, aux mêmes retournement que la notion elle même : il peut avoir un sens négatif ou positif». (O’Byrne, 1966: 14-15).

        En cuanto a la creación del asilo, la clasificación de las enfermedades mentales, todo esto nos remite a la introducción de planos realistas en la obra que se deben responder a partir de la cuestión del demente según la situación de la época. Alejándose de la concepción literaria, el insano comienza a ser contemplado desde una perspectiva moral, en la que queda enjuiciado y vigilado, de aquí la creación del asilo se da como una búsqueda de organización para que los alienados sean minorizados (Foucault, 2002: II, 230). En El alienista, si ya la manía por la ciencia de Bacamarte había provocado su alienación (la cual parece ser el reflejo de toda una sociedad que comienza a ser imbuida por el positivismo y el amor al desarrollo tecno-científico), la mera idea de la construcción de un asilo parece más demente que aquellos a los que pretende curar, al menos a los ojos de los habitantes: “La idea de meter a todos los locos en la misma casa, viviendo en común, pareció en sí un síntoma de demencia”. (Machado de Assis, 1978: 46), y que incluso hace dudar a su esposa de la cordura de Bacamarte. Más aún, la población sigue convencida de que no puede haber tanto loco; a esto también debe añadirse la eliminación de la perspectiva religiosa de la locura —i. e., la posesión demoníaca— y su sustitución por la mentalidad racionalista que, en su afán de volver todo comprensible, vuelve más confuso todo.

G. Punnau ha señalado que esta descripción detallada de síntomas y rasgos patológicas, esta incorporación de casos tan marcados por un léxico médico-científico a un contexto literario [...] se evidencia progresivamente en la segunda mitad del siglo XIX [...] Se aspira entonces a borrar el misterio de todas las manifestaciones insólitas del espíritu humano, a clasificarlas de una manera rigurosa y sistemática, a representar el universo fascinante y multifacético de la locura con la misma objetividad y precisión de las ciencias exactas (O?Byrne, 1996: 54).

 

        Poco a poco, el asilo se convierte en un coto de poder de Bacamarte; paradójicamente, entre más empecinado está en su afán de comprobar la insania como anormalidad también aumenta la sensación de ser percibido como el verdadero alienado. Esta opinión es compartida por los personajes de la narración quienes sostienen que la Casa Verde es una cárcel privada en la cual Bacamarte tiene un dominio absoluto sobre el pueblo y que incluso es un “plan secreto de las autoridades de Río de Janeiro con el propósito de destruir en Itaguaí cualquier germen de prosperidad que pudiese brotar [...] en desmedro y mengua de aquella ciudad.” (Machado de Assis, 1978: 59). Aun la misma fundación de la Casa Verde tiene algo de disparatado, pues la forma de obtener dinero será a través del impuesto a los penachos en los caballos de los entierros; desde aquí se puede notar como el centro de estudio de la locura se vuelve en realidad el origen de ésta. Con todo, parece que la cordura no ha abandonado a Bacamarte, ya que él sigue convencido de su labor como recta y con un objetivo noble, apoyado en su propia afirmación al principio del relato: “La salud del alma [...] es la ocupación más digna del médico.” (Machado de Assis, 1978: 46). Sea como fuere, la creación del asilo no es sino una muestra de lo que sucede en esta época del secuestro de la sinrazón, en palabras de Klaus Doerner, con fines más dependientes de las necesidades económicas que, a pesar de ello, tienen su repercusión en lo científico

Scull [...] añade que en esta época [el S.XIX] progresivamente marcada por la ética del trabajo y la extensión de la jornada laboral, estos miembros infructuosos de la sociedad ya no pueden ser mantenidos o ciudados por sus familias ni por instituciones religiosas de caridad. Por tanto, empiezan a aislarse en grandes asilos públicos donde se someten al escrutinio de los pioneros de la incipiente ciencia psiquiátrica. Estas instituciones, según él, responden más a impulsos de control social que a motivos terapéuticos (O’ Byrne, 1996: 57. Las cursivas son mías)

  1. ¿Qué es considerado anormal?

En esta definición, con propósitos claramente satíricos, el narrador presenta a un alienista que, con excesivo celo, va descubriendo alienaciones cada una de las cuales es más inverosímil que la anterior; de aquí que encontremos las clásicas manías que ya comenzaban a ser definidas por el estudio psiquiátrico, como el delirio de grandeza, la paranoia, las alucinaciones, entre otras;[4] no obstante, conforme pasa el tiempo, las manías aumentan hasta llegar a niveles francamente ridículos, a tal grado que el alienista incluso tiene que inventar nombres para las nuevas manías que analiza como la demencia taurina. Bosi se pregunta al analizar este fragmento:

¿qué habría de anormal en la actitud de los otros recogidos en la Casa Verde?: tan sólo un desbordamiento cualquiera de la subjetividad, una afirmación de carácter, un gesto del “yo” que se diferencia del promedio cuya conducta Bacamarte supone conocida y absolutamente regulada por la rutina, sin un trazo siquiera de diferenciación. Lo normal es la forma pura de la conducta pública, la forma formada, indiferente a cualquier movimiento interior. Lo “social”, lo “institucional” sin sorpresas: esa es la esencia de la razón que se dibuja como criterio de sanidad en la cabeza del alienista. [...] Desde un extremo a otro, desde los alucinados hasta el alienista, el criterio sigue siendo el mismo [...] es necesario separar de la convivencia pública a todo aquel que se diferencia, de algún modo de la norma social, de la Apariencia dominante” (Bosi, 1978: XVIII. Las comillas son del autor, las cursivas son mías).

Al mismo tiempo que él crea nuevas manías, se va implantando una en la sociedad: el terror, un delirio de persecución en el que se teme caer en las manos del alienista que ha convertido su centro en la sede de un terrorismo tecnocrático, en palabras de Bosi. El relato da cuenta, pues, de una situación concreta del mundo del S.XIX que tiene como pretexto lo histórico que se trata de presentar en el relato. Este evento específico es la creación de los asilos, los cuales, con la idea de ser muestra de un avance dentro de la ordenación social y que mirarían tanto por los enfermos como por la sociedad, en realidad obedecían a un esquema de represión, la cual será reflejada en el relato. Aunque los tipos independientes de personalidad, caracterizados por impulsos irracionales, no son de ninguna manera imposibles en la ciudad, se oponen, sin embargo, a la típica vida urbana.” (Simmel apud O’Byrne, 1996: 66); es por ello que se pretende la homogeneización, la cual será severamente criticada en el relato. Más aún, la caracterización que se da de la locura es una auténtica caricatura, pues en los locos se pueden reflejar muchos individuos y no sólo en los que así son considerados por el alienista, como ejemplo está la crítica a la locura que provoca el dinero y que llega a su grado máximo en Costa cuando la gente piensa que está enfermo por despreciar el dinero a pesar de estar en una situación económica tan estrecha. Aquí puede darse una lectura en la que también las convenciones sociales influyan en Bacamarte para determinar la locura de aquél, tan sólo porque no cumple la expectativa social del amor al dinero y, en cuanto desajuste, rompe con el paradigma de la normalidad.[5]

  1. La rebelión es una locura

El primer clímax del cuento reside en la rebelión de los pobladores de Itaguaí contra el alienista. Consternados por el número creciente de enfermos, amén de un delirio de persecución, reflejo de la paranoia contra el alienista, la efervescencia social llega a su punto más álgido y estalla la revuelta. Sin embargo, dentro de todo este proceso pareciera que la rebelión es en sí una locura, no sólo porque está motivada por una paranoia (el terror se ha vuelto parte de la locura colectiva, alienando a los habitantes), sino también porque resulta imposible derribar el coto de poder que protege al alienista. Más aún, quien lo dirige, el barbero Porfirio, está loco, pues a sabiendas de que es imposible su propósito se empeña en seguir adelante hasta que termina uniéndose al alienista; de aquí pareciera que la afirmación de éste último tiene razón, pues el barbero se ha comportado de manera irracional; por ello, no asombra que todos los que participaron en la rebelión terminen en la Casa Verde

—Once muertos y veinticinco heridos, —repitió el alienista, después de acompañara al barbero hasta la puerta—. He aquí dos lindos síntomas de enfermedad mental. La dualidad y el descaro de este barbero lo son positivamente. En cuanto a la necedad de quienes lo aclamaron no es necesario otra prueba de los once muertos y los veinticinco heridos (Machado de Assis, 1978: 72).

Pero esta locura va en dos sentidos: la necedad de la represión y la venganza (que el mismo alienista ya había declarado como locura en el caso del celoso que mata a su esposa y a su amante por la infidelidad de aquella) por parte del coto de poder que representa el alienista y su casa. Aquí se pone en duda el aserto del alienista, pues a pesar de que los revoltosos podían haber tenido éxito, la llegada de las tropas del virrey pone fin a esta locura. Más aún, casi ha llegado la supresión total de lo anormal, pues “este punto en el desarrollo de la crisis de Itaguaí marca también el grado máximo de influencia alcanzado por Simón Bacamarte” (Machado de Assis, 1978: 73). Es así que, a lo largo del cuento, ha habido un movimiento sobre la búsqueda de la homogeneidad y que conduce al siguiente momento y casi último acontecimiento del relato: la anormalidad de los normales.

  1. Un regreso anormal a la normalidad

Si aun se necesitaba confirmación para descubrir al verdadero alienado, la dualidad que maneja al final es un ejemplo claro de la manía obsesiva que se ha apoderado de él por formular una completa teoría sobre las enfermedades mentales.[6] En efecto, la modificación de su teoría sobre que lo normal es lo anormal, induce a meter a los cuerdos al manicomio para analizar su anormalidad de ser excesivamente normales. La misma lista de conclusiones a las que Bacamarte ha llegado es una locura, en vista de que su teoría es ahora completamente invertida. Incluso el regreso del barbero a la Casa Verde es una parodia que acusa este recurso de preguntarse por la demarcación de los límites entres la normalidad y la anormalidad y que funciona como sátira del cientificismo desbocado y de esta visión sobre la locura que es en realidad un estudio sobre la anormalidad. No obstante, el tratamiento al que recurre Bacamarte es una terapia de choque[7], para obtener una homogeneidad.

Al cabo de cinco meses estaban recluidas unas dieciocho personas; pero Simón Bacamarte no aflojaba [...] cuando atrapaba un enfermo, se lo llevaba con la misma alegría con que otrora los arrebañaba a docenas. Esa misma desproporción confirmaba la teoría nueva; había encontrado por fin la verdadera patología cerebral (Machado de Assis, 1978: 79).

         Este giro dentro de la historia se complementa con el ya visto sobre el desenlace, cuando se ha obtenido una uniformidad, en realidad se ha llegado a un orden antinatural de las cosas; incluso se puede decir que la locura es aquello que nos permite comprender la realidad y no los esquemas en los que se pretende insertarla. Esto genera el conflicto en Bacamarte

[...] El ilustre alienista tuvo dos sensaciones antagónicas, una de placer, otra de abatimiento. La de placer fue pro haber visto que al cabo de [...] constantes trabajos [...] podría afirmar esta verdad: no había locos en Itaguaí [...] ¿Pero entonces qué? ¿No había en Itaguaí un solo cerebro reconstruido? Esta conclusión tan absoluta, ¿no sería por ello, errónea, y no venía por lo tanto, a destruir el amplio y majestuoso edificio de la nueva dotrina [sic] psicológica? (Machado de Assis, 1978: 83).

Una vez que ha descubierto que los esquemas han generado una destrucción del mismo sustento en el que estaban apoyados sus razonamientos, su mente queda dividida (ezquizo-frénica) entre su ciega (y, de acuerdo al tono del relato, demente) fe en la ciencia y lo que el encuentra en la realidad (i.e., que no existe sino una normalidad, sino un conjunto de anormalidades que se vuelven tan rutinarias para todos que no resultan extrañas), de ahí que acepte que quien debe entrar al manicomio es él mismo (aun cuando la gente le asegura que no está alienado, tal vez dada la propia modestia al reconocer, tras todas las peripecias ocurridas, que él es el verdadero alienado).

The last level of alienation [...] is self-alienation. This is a state of self-division into conflicting parts which become alien to each other. […] When the self-division becomes extreme the person suffers from various psychological disorders and may even be driven beyond the border of sanity, into the total self-enragement of madness. (Gomez, 1991: 2).

CONCLUSIONES

Es así que el tema de la locura sirve como recurso satírico contra tres elementos principales: el exacerbado cientificismo, la búsqueda de la normalidad a través de la clasificación y homogenización de la sociedad y, por último, contra la represión social que se establece a partir de la creación del asilo como coto de poder. A lo largo del cuento, la acción termina en una subversión de las expectativas del lector, que son reflejo de las intradiegéticas en las que se inserta todo el contexto como planos realistas. El desenlace llega a una conclusión no explícita que se puede manifestar en la frase: la igualdad [entre los hombres] o su normalidad radica en las diferencias intrínsecas a cada uno. El objetivo de la sátira tiene una perspectiva de crítica acerba, pero, a la vez, genera un efecto asociado tradicionalmente con ella que es el enseñar deleitando. Al mostrar los defectos de una sociedad influida por el cientificismo y las preceptivas de dominación social preponderantes a lo largo del S. XiX, el relato crea una literatura subversiva contra esa sociedad a la cual, de manera indirecta, pide un respeto por la diferencia, mientras se burla de los resultados, en general incomprensibles en ese momento, que tiene la ciencia para el ciudadano común.[8] De este modo, el cuento es la imagen de una literatura que manifiesta su independencia y que tiene una carga social de denuncia contra lo que en ella se está plasmando como lo cotidiano y normal. La marcación de la herencia romántica se manifiesta al mostrar la incompetencia de la ciencia para definirlo todo, amén de la preocupación por el mundo que se refleja en la prosa del siglo S. XIX. Así pues, todos los elementos mostrados como anormales reflejan la necesidad de despojar el cientificismo desmesurado, pues, en última instancia, las manifestaciones de una locura se convierten en la forma a través de la cual se identifica la diferencia esencial entre los personajes, idea que el autor pretende externar a su lector, el coetáneo y el de esta época, para que a través de los recursos satíricos comprenda que la preocupación por la normalidad es, de acuerdo a la premisa sostenida en este relato, la pregunta más maniática de todas.

BIBLIOGRAFÍA

Bosi, Alfredo. 1978. “Situaciones Machadianas”, en Joaquim Maria Machado de Assis. Cuentos. Biblioteca Ayacucho, XXXIII (Caracas: Biblioteca Ayacucho)

Foucault, Michel. 2002. Historia de la locura en la época clásica, I y II. Breviarios, 191 (México: FCE).

Gomez, Christine. 1991. The alienated figure in drama: From Shakespeare to Pinter (New Delhi: Realiance Publishing House). 

Machado de Assis, Joaquim Maria. 1978. Cuentos. Biblioteca Ayacucho, XXXIII (Caracas: Biblioteca Ayacucho).

O’ Byrne Curtis, Rosa. 1996. La razón de la sinrazón: La configuración de la locura en la narrativa de Benito Pérez Galdós. Biblioteca Galdosiana, 9 (Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria).

Solomon, Philip & Patch, Vernon D. 1976. Psiquiatría. (México: El manual moderno). 

Verissimo, José. 1963. História da Literatura Brasileira, 3 (Brasilia: Editora Universidade de Brasilia).


[1] Dado que no cuento con la bibliografía que utiliza O’Byrne para su propio texto, sólo señalo quién es el autor de la cita que ella consigna.

[2] Sobre esto, cabe señalar que Machado de Assis se encuentra a caballo entre estos movimientos: “A data de seu nascimento e do seu aparecimiento na literatura o fazem da última gera­ção romántica.” (Verissimo, 1963: 304). A pesar de ello, otros temas que desarrolla en su literatura pueden considerarse de la escuela realista, como este mismo cuento.

[3] Desde mi punto de vista, la primera mentira acerca la consideración de Mahoma acerca de los locos como venerables pues les había robado el juicio para que no pecaran, cita que le atribuye a Benedicto VIII, pareciera la primera manifestación de una locura que se irá instalando poco a poco en Bacamarte.

[4] Las clasificaciones más célebres sobre los padecimientos mentales fueron las hechas por Jean Martin Charcot (profesor de Freud) y la de Daniel H. Tuke “prolífico escritor inglés de manuales, historias y tratados de psiquiatría, hizo mucho para coleccionar y sintetizar el conocimiento disponible sobre las enfermedades mentales.” (Solomon /Patch, 1976: 99)  Como estudio de las fuentes de este cuento, valdría la pena preguntarse cuál fue el conocimiento de Machado de Assis sobre este tema y sobre qué libros.

[5] Este vínculo con el dinero se da principalmente en el asilamiento al que se veían sometidas algunos miembros poco deseables de familias de grandes recursos económicos. “El diagnóstico de locura como mecanismo de estratificación social, como medio de legitimación y perpetuación del status quo: [...] In order to maintain stratification peacefully (without applying coercive controls) the dominant group of a stratified society must institutionalize a psychological ideology that locates the genesis and maintenance of the status order within individual personalities. […] Such an ideology necessitates a set of evaluative criteria for ranking attributes […] The evaluative criteria are the concept of normalcy. […] (O’Byrne, 1996: 58. Las cursivas son mías.).

[6] Esto parece sugerir que el afán por desentrañar el funcionamiento del cerebro, como sede del intelecto, es una auténtica tarea de locos, en particular en una época en la que aun faltaban años para que se descubriera la estructura del sistema nervioso y como se transmitían las sensaciones al cerebro y en qué forma respondía éste (N. B. Los trabajos pioneros sobre este tema fueron realizadas por Santiago Ramón y Cajal hacia finales de la década de 1880).

[7] Basada en el principio médico (homeopático) de la antigüedad: Similla simlibus curantur (las cosas similares son curadas con lo similar); de acuerdo con esta idea, si se ponen dos locos, dada la condición de ambos, éstos se deben curar.

[8] Valga acotar que el romanticismo y la perspectiva que tenía de la ciencia dio pie a la creación de uno de los personajes de cajón literarios más paradigmáticos en cuanto a la búsqueda de la crítica contra la sobre-racionalización de la realidad: el científico loco.


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