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De Poe a Quiroga: La analogía en el manejo de los tópicos, estructuras y estrategias narrativas

INTRODUCCIÓN

        Algunos datos biográficos —y en particular sobre las muertes que rodearon la vida de Horacio Quiroga— son ciertamente iluminadores al acercarse a estudiar su obra. Nacido en Uruguay en 1878, su padre muere un año después por el disparo accidental de un arma; su padrastro se suicida en 1896; en 1902 accidentalmente mata a un amigo suyo (quien se iba a batir en duelo). Una vez que se mudó a Misiones, Argentina, se casa con Ana María Cirés en 1909. Seis años después, ella se suicida. En 1927 vuelve a casarse y durante la década de los treinta entrará en una fase de decadencia física y estrechez económica. Finalmente, en 1937, tras enterarse de que tiene cáncer, el mismo Quiroga se suicida tomando cianuro. Sus influencias y su escritura no resultan tan fáciles de enmarcar dado que en ella se perciben tonos modernistas, criollistas, regionalistas, relato fantástico y de horror, entre otras improntas reflejadas en su escritura. Su obra comprende más de 200 cuentos; además de también haber practicado la poesía. Indudablemente es una de las figuras capitales de la cuentística iberoamericana, en particular con sus Cuentos de amor de locura y de muerte[1] (1917), Cuentos de la selva (1918), El desierto (1924) y Los desterrados (1926).

De sus influencias en la narrativa, Quiroga dejó constancia en el texto Decálogo del perfecto cuentista. El primer mandamiento menciona: “Cree en el maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chéjov— como en Dios mismo.” (Quiroga, 1996: 159). A partir de este presupuesto, se desarrolla el presente texto. En él se tratará de demostrar la influencia de Poe, a partir de dos cuentos: The Tell-Tale Heart y The Black Cat[2] en dos relatos de sus Cuentos de amor de locura y de muerte: El almohadón de pluma[3] y La gallina degollada, analizando no sólo el manejo de la anécdota, sino, sobre todo, la estructura narrativa y la tríada horror-terror-muerte que se maneja en estos cuentos, estableciendo puntos en común intertextuales, más que influencias directas, de los cuentos de Edgar Allan Poe en Quiroga.

Quiroga ha reconocido [...] la fuerte influencia que ejercieron los grandes maestros del género: Poe, Maupassant, Chéjov, Kipling. La del primero es perdurable y se observa en algunos relatos como El almohadón de pluma y La gallina degollada, aunque jamás llega a la exasperación del horror, característica de Edgar Allan Poe. Con ponderado vuelo imaginativo, Quiroga es más recatado y sobrio en el empleo de este recurso. (Poblete, 1996: 158).

1. La tríada de horror-terror-muerte. La cuestión de la locura

        La influencia en este aspecto de la narrativa de Poe sobre Quiroga resulta evidente al comparar los argumentos de los cuentos. En los cuatro textos a analizar, hay una presencia de la muerte. Sin embargo, con una pequeña variación en La gallina degollada, la muerte no se coloca como desenlace de los cuentos, sino como leitmotiv, al ser uno de los desencadenadores del descubrimiento de aquél. Por su parte, El almohadón de pluma carece de un desarrollo del personaje que apunte hacia la culpabilidad (como el retardo mental de los niños en La gallina..., y la locura de los personajes poeianos, la cual sólo es inferida por el lector dado que los mismos personajes-narradores sostienen que no están locos;[4] del mismo modo que no se puede sospechar en los niños retrasados un instinto asesino). Esto demuestra que no es preciso hablar de una influencia directa, sino de una adaptación de la anécdota: un recurso intertextual en el cual Quiroga ha modificado la situación, despojándola, en gran medida, del carácter psicológico de los protagonistas de los cuentos de Poe. Con todo, está presente un elemento obsesivo (interpretado como una repetición del acto: el asesinato del primer gato y de la esposa del narrador en El gato negro, y el acto imatitativo de los niños al presenciar el degüello de la gallina, que será realizado contra su hermana) que se apoya en la afección mental de los personajes en ambos cuentos.[4]

En el caso de El almohadón de pluma, la personificación de la muerte se encuentra en el insecto chupasangre, con lo que el elemento asesino se ha desplazado de una persona y sus motivaciones hacia un elemento natural que no tiene conciencia de sus actos. Esta misma falta de conciencia del acto asesino es la nota predominante en La gallina degollada, pues los niños debido a su condición únicamente imitan el acto de la criada con respecto a la gallina; no obstante lo cual, el impulso asesino —que no instinto— surge de una manera súbita, tal como en El gato negro:

El gato me seguía por la pendiente escalera, y, en ese momento, me exasperó hasta la demencia. Enarbolé el hacha y, olvidando en mi furor el temor pueril que hasta entonces contuviera mi mano, asesté al animal un golpe que habría sido mortal [...], pero el golpe fue evitado por la mano de mi mujer. Su intervención me provocó una rabia más que diabólica; desembracé mi mano del obstáculo y le hundí el hacha en el cráneo (Poe, 1998:195).

Pero la mirada de los idiotas se había animado [...]. No apartaban los ojos de su hermana, mientras una creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros [...] La pequeña [...] sintiese cogida de la pierna [...] Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó. (Quiroga, 1997: 25).

        El texto anterior también muestra otro punto en común: la forma de manejar el tema. La muerte no es descrita con todos sus detalles, simplemente es un hecho desencadenado a partir del desarrollo de un odio interior —casi ontológico—, en el que se evita la pasión. Un elemento ineludible dentro de la vida que, aun en el asesinato, debe verse como algo casi natural, casi como una fórmula matemática, acción-reacción. Tal vez El almohadón... se coloque en un esquema clínico; empero, la agonía termina de súbito con la muerte de la protagonista.[6] “In his dealing with death he is natural and matter-of-fact; we find no mawkish romantic sentimentality, no glossing over of realistic attributes, and no gloating over ugly clinical details characteristic of naturalistic writers.” (Schade, 1976: xv). Es también claro que ha desaparecido toda intención moralizante de los cuentos, y la objetivo del autor no sólo es más del arte por el arte (mutatis mutandis, el horror por el horror), sino que el tipo de final súbito —mientras que en el resto de la trama se glosa el la situación en la que ésta se desarrolla la trama— tiene una cercanía mayor a la del cuento naturalista,[7] sin abundar, como menciona Schade, en el detallismo clínico.

        Ampliando la idea de locura, los matices que cobra en cada cuento son ligeramente distintos, así como los puntos narrativos en los que aparece; sin embargo, en todos los cuentos, la locura permea el hilo narrativo, una locura que tiene diversas manifestaciones: como la idiocia de los niños en La gallina que despierta el impulso asesino en los pequeños a través de un proceso mimético, o las alucinaciones de Alicia en El almohadón, a causa de la anemia progresiva. Igualmente, esta locura que no está bajo el control del personaje (i. e., que él no puede hacer nada para remediarla), está presente en Poe con la exacerbación de los sentidos del narrador de El corazón delator y la perturbación mental por el alcoholismo en El gato negro. Esta diferencia es, probablemente, una de las adaptaciones del tema: Quiroga ha retomado la locura por manía de Poe y la ha transformado en elementos exógenos al personaje: la anemia que afecta las facultades mentales y el retraso mental.

        A todo lo anterior, debe añadirse la sensación de desconfianza lograda tras el descubrimiento del culpable. Este punto es más evidente en El almohadón... en el que se añade el dato cientificista como intensificador de la verosimilitud y del terror en el lector: “Estos parásitos de las aves [...] llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.” (Quiroga, 1997: 12).[8] Esta sensación de desconfianza es parecida a la que se da dentro del narrador de El corazón... debido a la exacerbación de los sentidos, al remordimiento y a la presión a la que se ve sujeto. La variación es de índole psicológica, a diferencia de la desconfianza dirigida por efecto del terror en Quiroga y que pretende alcanzar al lector y no a los protagonistas del mismo relato como en Poe: “Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar. Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer?” (Poe, 1998: 327. Las cursivas son del autor).

2. Sobre el esquema y los estrategias narrativos

        Quiroga, al igual que Poe, hace uso de un esquema narrativo que intensifica el pathos logrado por la narración. Este esquema responde a una estructura: Antecedente/Motivación-Acto/Muerte-Descubrimiento del culpable/Desenlace. Ambos autores explican detalladamente los antecedentes de la situación y que se puede explicar como uno de los motivos o causas el acto en el que se desarrolla la muerte, el cual, como se verá más adelante, recurre al poder de la imagen; entre estos actos hay un pequeño descanso de la atmósfera de terror en la narración, antes de que comience a elevarse de nuevo la trama hasta llegar a su clímax. Finalmente en todos los casos hay un descubrimiento del ejecutante de la muerte que sirve como desenlace y que cierra el hilo narrativo a la vez que intensifica las acciones posteriores a la muerte. Resumo lo anterior en el siguiente cuadro:

 

Antecedente/Motivación

Acto/Muerte

Descubrimiento del culpable/Desenlace

El almohadón de pluma

La anemia inexplicable de Alicia, alucinaciones.

Muerte a causa de la anemia.

Descubrimiento del insecto chupasangre por Jordan y la criada en el almohadón.

 

 

La gallina degollada

Idiocia de los niños, malos tratos de su madre hacia ellos, la hermana consentida (Bertita). Insultos entre los esposos.

Estrangulación de Bertita por uno de sus hermanos, posterior degüello (inferido por el mar de sangre que ve el padre).

Descubrimiento del cadáver en la cocina (los padres pueden haber deducido que los únicos posibles asesinos son los niños).

 

El gato negro

El alcoholismo del narrador y sus accesos de cólera. Le había sacado un ojo al gato anterior y lo había matado. Incendio de la casa del narrador.

Trata de matar al segundo gato, su esposa se interpone y la asesina. La empareda y busca al gato para darle muerte.

Llegada de los agentes de policía; éstos descubren el cadáver oculto, ya que el gato comenzó a maullar, pues había sido emparedado.

El corazón delator

El horror al ojo del viejo, exacerbación de los sentidos del narrador. Espionaje nocturno por una semana antes del  crimen.

Arroja al suelo al viejo y le echa encima el pesado colchón. Descuartiza el cadáver y lo esconde. Borra toda evidencia.

Llegada de los oficiales de policía, el narrador-asesino escucha el latido del corazón, confesión del asesinato.

 

A este esquema se debe añadir la forma en la que la tríada de elementos narrativos (Véase supra 1.) se integra a la trama. Aquí se puede establecer un paralelo entre El almohadón... y El corazón delator, puesto que en ambos cuentos hay una atmósfera de horror creciente que se desarrolla en El almohadón... por el desconocimiento de causa para la anemia de Alicia y que concluye al develarse al responsable; situación paralela a la de El corazón... en que se narra la semana de espionaje nocturno, el asesinato y las acciones posteriores, hasta la alucinación de oír claramente el latido del corazón del muerto y que concluye con la confesión del asesinato a los agentes de policía, un final que logra un efecto de incredulidad, en vista de los antecedentes sobre el personaje y que, a priori, parecieran ocultar al responsable por la forma en que se maneja la urdimbre textual.

The Feather Pillow [...] is a magnificent example of his successful handling of the Gothic Tale, reminiscent of Poe. […] The effects of horror, something mysterious and perverse pervading the atmosphere, are all there from the beginning of the story, and Quiroga skillfully, gradually readies the terrain, so that we are somewhat prepared for, though we do not anticipate, the sensational revelation at the end. (Schade. 1976: xi. Las cursivas son mías).

 

Por su parte, entre El gato negro y La gallina degollada hay un paralelismo que se establece a partir de una dualidad horror-terror en la trama de los cuentos: En ambos cuentos hay un horror causado ante la perspectiva de lo que pueda suceder dados los antecedentes que se plantean en la historia (el retraso mental y los maltratos a los niños en La gallina...; y el alcoholismo, el asesinato de Plutón y el incendio de la casa del narrador-protagonista de El gato negro) y después el terror que se busca presentar al lector con el descubrimiento de los cadáveres. En el caso de Quiroga (al igual que Poe), el esquema narrativo sigue “la tendencia —propia del género— de ceñirse a un acontecimiento único, y que en Quiroga llega casi a sus posibilidades extremas.” (Bratoservich, 1973: 105). Aquí cabría modificar el concepto acontecimiento por anécdota del relato: de esta forma, todos los antecedentes en El almohadón..., así como en La gallina..., tienden hacia las muertes de la protagonista y de Bertita, respectivamente.

La combinación del elemento real con destellos de lo fantástico, en particular en El almohadón..., análoga a la hiperestesia inverosímil del narrador en El corazón delator (la forma en que poco a poco él va oyendo el latir del corazón más fuerte conforme pasa el tiempo desde el momento en que está platicando con los policías sentado sobre una silla que estaba encima del lugar donde había puesto el cadáver, un ruido que comienza como un zumbido y crece de manera sostenida), está marcada durante la narración por lo que Bratoservich denomina acumulación obsesiva, manifestada entre otras formas por “una calculada gradación [en la que] se exacerba la situación hasta la hipérbole desmesurada” (Bratoservich, 1973: 114). En el almohadón, se puede apreciar como a partir de que Alicia queda postrada en cama, hay una atmósfera de horror creciente, mientras sus alucinaciones, el avance progresivo de la anemia y las visitas del médico intensifican esta situación.[9]

Otro de los recursos narrativos es la admiración y el elemento del poder visual, en Quiroga hay un elemento plástico que se puede atribuir tanto a la influencia modernista, cuanto al uso de este recurso en Poe (principalmente en El gato...). La sensación de terror sólo queda fija a través de la imagen que impacta a los personajes —y, por ende, al lector—al estilo de una fotografía la cual sólo retrata un momento específico: el final del relato. Hay un efecto de horror que pretende “sorprender al lector estremeciéndolo con un final chirriante que subraya la brutalidad de los hechos” (Oviedo, 2001: 21).  De esta forma, la estructura narrativa en Quiroga cierra con un auténtico final de fotografía literario.

Pero al precipitarse en la cocina, Manzini, lívido como la muerte, se interpuso conteniéndola:

—¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre (La gallina degollada. Quiroga, 1997: 26)

Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos a los bandós: —sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. (El almohadón de pluma. Quiroga, 1997: 12)

El cadáver, ya bastante descompuesto y cubierto de sangre cuajada, apareció rígido ante la vista de los espectadores.

Encima de su cabeza, con las rojas fauces dilatadas y el ojo único despidiendo fuego, estaba subida la abominable bestia, cuya malicia me había inducido al asesinato, y cuya voz acusadora me había entregado al verdugo... (El gato negro. Poe, 1998: 197).[10]

CONCLUSIONES

        Por lo anterior, hay un claro punto de comparación el cual sugiere que la intertextualidad de los textos de Poe en Quiroga se puede percibir no sólo a partir de los tópicos literarios que comparten y que integran la motivación y leitmotiv de la narrativa de éste último, sino que la presencia de estos elementos narrativos integrados a la trama que encauzan las acciones hacia la intensificación gradual de la acción intra y extradiegética (el efecto de horror causado en el lector), cuya variación se distingue en un mayor manejo de la psique de los personajes por parte de Poe —y que no por ello implica la ausencia de este rasgo en los cuentos de Quiroga—, son huellas de la forma y la intención que se pretende alcanzar por medio del constructo narrativo: una mezcla de horror-terror no moralizante que estimule los sentidos y cuya verosimilitud no se ponga en duda a partir de la explicación de las motivaciones. Por esto, dado los distintos estilos de ambos narradores, se puede hablar de una influencia del tema en nuestro autor; aunque, de la misma manera, hay una percepción del manejo de la estructura narrativa que también se comparte y que en vista del parecido entre ambos autores sugiere la existencia de este rasgo como símil intertextual, cuyo uso en las tramas de los cuentos de Quiroga revela que la tan comentada influencia de Poe trasciende los límites del contenido y llega a incidir sobre la forma y el estilo de los textos analizados.

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Bratoservich, Nicolás. A. S. 1973. El estilo de Horacio Quiroga en sus cuentos. Biblioteca Románica Hispánica, II: 178 (Madrid: Gredos).

Galloway, David (ed.). 1974. “Introduction”, en Selected Writings of Edgar Allan Poe. Poems, Tales, Essays and Reviews (Harmondswoth: Penguin Books).

Martín, Félix. 2001. “Introducción”, en Edgar Allan Poe. Relatos. Letras Universales, 99 (Madrid: Cátedra).

Poblete Varas, Hernán. 1996. “Los cotos de caza de un narrador”, en Horacio Quiroga. Cuentos de amor de locura y de muerte (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello), pp. 157-164.

Oviedo, José Miguel. 2001. “Quiroga o el arte de la tragedia”, en Historia de la literatura hispaoamericana 3: Postmodernismo, Vanguardia, Regionalismo. Alianza Universidad Textos, 169. (Madrid: Alianza), pp. 14-29.

Poe, Edgar Allan. 1998. Narraciones extraordinarias. “Sepan Cuantos...”, 210 (México: Porrúa).

Quiroga, Horacio. 1996. “El decálogo del perfecto cuentista”, en Cuentos de amor, de locura y de muerte. (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello), pp. 159-160.

———. 1997. Cuentos. (México: Época).

Schade, George D. 1976. “Introduction”, en The Decapitated Chicken and Other Stories by Horacio Quiroga. (Austin: University of Texas Press).


[1] Aunque comúnmente se pone una coma después de amor, Horacio Quiroga no quiso que se pusiera dicho signo.

[2] Conocidos en español como El corazón delator y El gato negro, respectivamente. Escojo estos dos cuentos no porque considere que son las influencias directas, sino porque su estructura narrativa permite una aproximación textual más sencilla, además de que se establecen claramente las diferencias entre ambos autores. Además, esta reconocida influencia siempre se ha centrado en el tema, más que en aspectos psicológicos o en la estructura narrativa que, desde mi perspectiva, también están marcados como un rasgo intertextual no explícito en Quiroga.

[3] Aún cuando se conoce como El almohadón de plumas, sigo a José Miguel Oviedo (2001: 20), quien consigna el título sin la s final en plumas, de acuerdo a la edición crítica de los cuentos de Quiroga realizada para la Colección Archivos

[4] El narrador de El gato negro afirma: “No obstante, yo no estoy loco, y ciertamente no sueño” (Poe, 1998: 191); mientras que en El corazón delator hay una afirmación en este mismo sentido: “Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué facilidad procedí!” (Poe, 1998: 325).

[5] “All of Poe’s murderers are obsessive in this degree: even in ‘The Black Cat’, where murder is impulsive rather than premeditated, we have few glimpses into the circumstances which create the exacerbated state of mind that leads so readily to violence; those characters who are tormented rather than tormenting suffer […] for unnamed wrongs.” (Galloway, 1974: 45).

[6] Este mismo esquema de agonía larga-muerte súbita se presenta en cuentos como A la deriva, La insolación o en cuentos de otras colecciones de Quiroga, como El desierto o El hombre muerto.

[7] Hay que recordar que Quiroga reconoce la influencia de Chéjov en su narrativa, autor que sigue este esquema en varios relatos como El enemigo o El asesino, entre otros. Asimismo de Poe se afirma que “conocidos fueron sus pronunciamientos sobre la supremacía de la imaginación, su condena explícita de la intención moral en la obra de arte y de la alegoría moral [...]” (Martín, 2001: 73. Las cursivas son mías).

[8] Esta descripción ha conducido a algunas interpretaciones centradas en la influencia de la literatura de horror decimonónica a concluir que este cuento es una muestra del tópico vampírico. Desde mi punto de vista, no hay nada en el texto que indique dicha posibilidad, a menos de que esta cita sea considerada como ejemplo de una variante del tópico.

[9] En algunos otros cuentos, esta acumulación de la que habla Bratoservich, se manifiesta incluso en series sintácticas, diálogos reiterativos, conceptual, y de ritmos narrativos; en el ejemplo citado se manifiesta una acumulación de tipo imaginativa

[10] Una de las diferencias entre la narrativa de Poe y de Quiroga más notables es la diferencia entre el destino de los protagonistas. En Quiroga la muerte no incluye el drama interno del asesino, porque éste es un agente inconsciente de su acto; mientras que en Poe: “El terror del alma sigue apegado al del cuerpo, y sólo al resquebrajarse los esquemas racionales que mantienen alerta al narrador alcanzamos a ver la profundidad de su aniquilación.” (Martín, 2001: 95).


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