El verso con métrica y rima

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      YOLI  ROTENBERG      

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            DIRECTORIO DE ESTA AUTORA

su obra 1

su obra 2

                 SU OBRA 2          

    En esta página encontrarás las siguientes poesías:




ROMANCE DE LA MANUELA

Manuela mira otro rostro
reflejado en el espejo
y lentamente se acerca
para regalarle un beso.
Con un cepillo de nácar
peina su negro cabello,
para quitar esa brizna
delatora del encuentro.

Las mejillas encendidas
y el temblor que hay en sus manos,
a la Manuela delatan
presa de miedos ahogados.
Mientras el cepillo vuela
por aquel rizado manto,
hay un temblor en sus manos
que le costará ocultarlo.

Manuela ansiosa contempla
su imagen en el espejo...,
¡no quiera Dios que su madre
adivine ese secreto...!


Pasaron tres meses largos
de aquel, su primer encuentro,
cuando una mirada ardiente
clavó dos dardos de fuego
en el corazón tan ávido
de amores y sentimientos.
Manuela aprieta sus ojos
recordando aquel momento,
mientras su cara morena
se viste de un rojo intenso.
Igualito que aquel día
en que comenzó a quererlo,
sin entender de razones,
ni las penas del infierno
que el cura les prometía
—con tan encendido acento—
al hablarles del pecado
de la carne y el deseo.
Diariamente y a hurtadillas
se encontraban en paseos
y sin pronunciar palabras
imaginaban mil besos....
el corazón palpitante...
el hormigueo en el cuerpo.


Pero el amor es urgente
y al tiempo bebe de un trago,
atraviesa las barreras
que interponen a su paso…
y en una de aquellas rondas
con sigilo, pero osado,
José entregó a la Manuela,
aquel mensaje anhelado
en sus sueños de doncella
que busca el príncipe amado.


En la cartilla pedía,
una cita en el sendero
que por detrás de la cerca,
cruzaba hasta su granero.
Comenzaron una historia
de dichas y de tormentos,
porque a José disputaban
otras muchachas del pueblo.
El amor llevó a Manuela
a vivir sólo momentos,
a olvidar a su familia
¡al cura y a sus consejos...!
Por retener a José,
esta tarde en el granero,
le entregó su castidad
con cariño verdadero.

Por eso en aquel cristal,
Manuela mira entre sueños,
su cara de niña ingenua,
de mujer completa, el cuerpo.


Con un estertor, el sol,
se disipa en un lamento
sobre el lejano horizonte
que en negro se va tiñendo.
Por la piel de la Manuela
ya trepa un frío de invierno,
y hay una lágrima triste
que rueda y rueda en silencio,
cuando en sus labios, un nombre,
se repite como un rezo.
Manuela , la niña pura,
que no supo de desvelos,
comprende que nunca más
podrá quebrar su silencio.


Mientras las sombras se aquietan
y la luz va declinando,
Manuela siente en el alma
que su temor se ha acentuado...
Ensaya breve sonrisa,
y con vacilante paso,
va al encuentro de las voces
que ya la están reclamando.
¡Ay, Manuela, no imaginas
que has de apagar con tu llanto,
todo el fuego que consume
ese amor desesperado...!


Camino de la cocina
aprieta fuerte sus labios,
yergue su espalda vencida,
ondula el cansino paso...
el corazón se dilata
por tanto dolor callado,
más no verán una gota
sobre sus ojos flotando.


¡Ay, Manuela, que tu vida
al amor le has entregado,
quién sabe si ese coraje
tu José sabrá apreciarlo...!
Y es la Manuela una flor
que abre sus pétalos blancos,
y los cierra en soledad,
cuando la noche ha llegado.


Al regresar a su cuarto,
para poder evocarlo,
Manuela murmura dulce
un ruego a su bienamado:
¡Ay José de mis amores,
nunca me dejes de lado...!
seré tu mujer, tu amante,
en tus penumbras el faro;
suavidad a tus heridas,
ternura en días aciagos.
Seré lo que tú dispongas,
alegrías en tu llanto,
hermosa, para que sólo
repares en mis encantos...
pero nunca me abandones
pues, sin tu amor, nada valgo.


Manuela mira otro rostro
reflejado en el espejo,
y lentamente se acerca
para regalarle un beso...

Rosario, noviembre 2001





ROMANCE PARA UN SUEÑO IMPOSIBLE

Anoche volví a soñarte...
Nuevamente fuiste el dueño
de mi pasión escondida
en el pozo del recuerdo.
Y eras toda la ternura
de aquel ilusorio tiempo
en que creí que la dicha
impregnaría mi cielo.
Anoche volví a sentirte...
Fantasmagórico espectro
que insertó en mis horas dulces
de su voz, el dulce acento
como un sol que reflejaba
mi madurez y su encierro.
Anoche volví a soñarte...
A flor de piel sentimientos
que yacían sepultados
detrás de mi largo invierno;
dominando mi entereza,
olvidando aquel infierno
que en mi camino sembraste
como crucifijos negros.
Anoche volví a soñarte...
Tu mirar, cristal espeso,
oculto tras el enigma
que cual hierático espejo
me impidió que en libre vuelo
me dirigiera a tu encuentro.
Anoche volví a sentirte...
Entre locos pensamientos
cambié el final de la historia...
y fui deshojando velos
creyendo que regresabas
de tu insondable destierro.
Quise apresar las estrellas,
sembrar con ellas el suelo
aligerando tu andar
para revivir mi sueño.
Mas el eco de tu voz,
ya se estaba diluyendo.
Entre las sábanas frías
descubrí mi cuerpo, yerto;
y mi nombre, ya esparcido
entre ráfagas de viento.
¡Ay... cómo duele el amor
en el corazón desierto...!
¡Cuántas luces que se apagan
al entender que no es nuestro...!
Pero, aun cuando la razón
no comparta mis lamentos,
yo te seguiré soñando...
a pesar de que estés lejos,
aunque el amor me has negado...

¡Aún después de que hayas muerto...!

Rosario, junio 7 - 2003





MUJER DEL PARANÁ

Camina por las orillas
como nublados los ojos,
y el río corre en su cauce
de marrones tormentosos.

Allá a lo lejos se mecen
junto a las barcas, sus sueños,
engarzados camalotes
remontando aguas adentro.
Detrás de sus pasos rondan
trasnochados pensamientos,
aquellos, que en su cabeza,
se entrecruzan como infierno...
No hay destellos de alegría
en esos ojos tan negros,
que espejan, fluyendo noche,
la costanera y el viento.
El cuerpo que se desliza
por ese gris pavimento
en azaroso destino,
también es luto y misterio.
Tan sigiloso su andar
que nadie parece verlo,
fantasma de triste estampa
revestida de secretos.
Anda mujer... tu presencia
aquieta al río su estruendo,
descontrola hasta la espuma,
une el agua y el cemento.
Tu figura se recorta
como atrapando el silencio;
se incrusta en ese paisaje
diluida sobre un lienzo.
Mujer de la triste imagen
te alejas por el sendero,
tal vez acunando penas,
tal vez intentando versos.
Junto al río Paraná
abrevas en el secreto,
sin revelar las razones
de ese mudo sufrimiento.
Cuando la noche ya aprieta
mis pupilas, color tiempo,
y tiñe con su azabache
el contorno de tu cuerpo,
ha de quedar palpitando
en espectral movimiento
el oleaje que recorre
tu paso augural y lento,
susurrando en mis oídos
palabras que nunca encuentro,
porque se fueron contigo...,
¡río adentro... río adentro...!

Rosario, septiembre 9 de 2002





LUNA DE LOS MILAGROS

Que si la luna se enreda
en tus cabellos dorados,
no habrá nostalgia que vibre
en los cuerpos enredados.
Las penas se van solitas
hacia algún lugar lejano;
y habrá destellos de vida
cuando tu mano y mi mano,
se trencen en una sola
en un sueño realizado.

Que si la luna está opaca
esta noche de verano,
y un halo de lluvia empaña
su luz, de dulce descaro...
no importa, pues en mi mente
sigue brillando, cual faro,
con su embrujo misterioso
que nos tiene encadenados,
sobre tu frente, tus labios
y tu rostro nacarado.

Que si la luna está ausente ,
si una nube la ha apagado
y no hay fulgor en la noche
que ilumine los tejados...
es perfecto, pues entonces
he de brindarme, callado,
y no habrá juez ni testigo
que puedan seguir los pasos,
de quienes somos amantes
en medio del desamparo.

Que si la luna te mira,
envuelta como en un manto
de recuerdos que se estrellan
sobre tu rostro salado,
nunca debes olvidar
que en los fuegos apagados,
bullen rescoldos de brasas
que se avivan al reparo
de un corazón que palpita
tan sólo estando a tu lado,
dichoso, pero con culpa:
la de este tiempo robado....

¡Ay, amada...! ¡Cruel destino...!
Tú soltera, yo casado....
esperando que la luna
sobre algún cielo esmaltado
permita que nuestros cuerpos
se fundan, enamorados;
y así vivir el milagro
que sabemos, no es en vano,
por ser tal el sentimiento
que los dos nos profesamos...
¡Aún cuando es imposible
concretar lo que soñamos!

Que si la luna se escapa
por culpa de este pecado,
¡no importa! ya habrá otras lunas
si puedo estar a tu lado,
para que todos comprendan
este amor desesperado.

ROSARIO, enero 18 de 2006





DICEN QUE FUE A LOS CUARENTA

Dicen que por mal de amores
su vida se está extinguiendo.
Que los magníficos ojos
se cubrieron con dos velos,
opacas redes de llanto
que nunca encuentran consuelo.
Dicen que la risa clara
que siempre lanzaba al viento,
como una paloma herida
se desprendió en pleno vuelo.
Dicen que su voz de mieles,
de flores y terciopelo,
se convirtió en un murmullo
de enronquecido desvelo.
Dicen que dicen, algunos,
que de su cara y su pelo
la luna y el sol, huyeron
y que el andar ondulante
se transformó en un remedo.
Que dejó en las noches tibias
de enamorarse del cielo,
de contarle a las estrellas
su alegría y sus desvelos.
Dicen otros, que sus manos
tienen el frío del hielo
y hay en su rostro dolido,
imagen de desconsuelo.
Que a nadie responde nada...,
que envuelta en un manto negro,
despojada de esperanzas
se instaló en un crudo invierno.
Dicen tanto y tanto callan...,
que en su casa no hay espejos,
que no traspone la puerta,
que su vida es un infierno.
Que cuando nacen las rosas
con rojo y sentido anhelo,
al sendero del jardín
cubre de pétalos muertos.
Y no falta quién murmure
—con un misterioso acento—
que cuando alguien la nombra,
se contorsiona su cuerpo
como si en él se clavaran
ardientes dagas de fuego.
Que no hay nada comparable
al dolor que lleva dentro
por aquel que la engañara,
cuando madura de tiempo
—dicen que fue a los cuarenta—
bañada por sol de enero,
se enamoró sin medida
de quien mintió sentimientos.
Dicen que dicen, entonces,
en voz baja, como un rezo...
¡Que aunque parezca estar viva
ya de ilusiones ha muerto...!

Rosario, noviembre 14 de 2003





COMO CRISTALES PRENDIDOS

Tenía los ojos mansos
de aquel que mucho ha sufrido,
que viaja de pena en pena
sin encontrar su destino.
Resignado por los golpes,
de tanto dolor testigo,
quizá ya sin cuestionarse
recorría los caminos,
en busca de otras razones
para ignorar lo perdido.
De sus pobres pertenencias,
—en apretado racimo—
sólo un retrato guardaba
como tesoro escondido…
Y en las noches de garúa,
entre nostalgias y olvido,
en alas se convertían
sus toscos dedos curtidos,
recorriendo palmo a palmo,
suavemente, como un rito,
aquel cartón que los años
ya tornaban deslucido.
A veces, cuando las gotas
caían en remolinos,
vi sus labios murmurando
frases sin ningún sentido,
mientras que en los ojos mansos
dejaba el viento adheridos
extraños velos brillantes,
como cristales prendidos.
Nunca le escuché reclamos
ni supe de su apellido;
reservado como pocos,
diligente y entendido,
sólo quebraba el silencio
algún domingo entre vinos.
Y era un nombre de mujer
que sonaba repetido;
sobre el polvo abandonado
negro sombrero raído
y un coro de grillos tristes
respondiendo a sus quejidos.
Peón de los ojos mansos
que en aquellos años idos
rodeaste de fantasía
a mi vivir campesino…
¡me hubiera gustado tanto
poder conversar contigo
con el retrato en las manos
y el nombre como un gemido…!
Con mi inocencia de niña,
hacerte sentir querido,
compartir tus sentimientos,
abrir tus sueños dormidos,
y tal vez, con labios puros,
¡secar cristales prendidos!

Rosario, febrero 22 de 2003





ESPEJISMO

La luz entre cuchillos, se hace danza,
centellante y sutil; estampa ardida,
como un reflejo interno de mi vida
que persigue la dicha y no la alcanza.

Detenida en el borde, la esperanza
quiere cerrar en vano tanta herida;
mientras rueda la lágrima perdida
como un alud que arrasa mi templanza.

Voy penumbra en penumbra, silenciosa;
transmutada entre signos, misteriosa,
mientras broto palabras incoherentes.

Y mi mirada vaga, recelosa,
buscando en vano aromas en la rosa
que sólo clava espinas transparentes...

Rosario, febrero 16 de 1999





LOS PÉTALOS PERDIDOS

Y me resigno. Al fin no pudo el viento
en mi pelo enredar la lujuriosa
corona perfumada, y en su intento
de humillación se desgranó la rosa.

Fue acaso un sueño; algún pasaje incruento
de esta locura ingenua que se esboza
cuando la tarde en mí clava su acento,
lento y audaz, sutil y misteriosa.

Desnuda el alma del eterno goce
que el amor ilumina con su roce,
se esconderá mi sol entre gemidos.

E iré sin su perfume como ciega,
caminando la noche que se entrega
para encontrar los pétalos perdidos.

Rosario, 1999





OTRO SUEÑO

Restañada la herida, sólo queda,
que el tiempo ciña su corona espesa,
y un tibio sol que fluye, que no cesa,
bañe con su fulgor a mi vereda.

Porque en un corazón, como en la greda,
manos extrañas dejarán impresa
la intensa fealdad o la belleza,
quizá a otro sueño mi ilusión acceda.

Cuando la brisa cante rumorosa
en medio de la tarde bochornosa,
ese dolor de todos los instantes

gire y se esfume por el aire ardido
en un impulso nuevo, estremecido,
que encienda mis pupilas cual brillantes.

Rosario, enero 30 de 2000





EPÍLOGO

Mi estrella se ha opacado. Ya despierta
otro sol que me elude tristemente.
se desliza en mi rostro, lenta, hiriente,
llovizna azul sobre mi piel abierta.

La soledad derriba mi compuerta
como aluvión que arrasa al fin un puente,
mientras flotan aún en el ambiente
los ecos de mi voz, que hoy ya está muerta.

Desde un piano desgranan melodías,
enamorando el aire de armonías
que ascienden por la escala de mis sueños

y mi sentir se viste de locuras...
Y el corazón desangra de amarguras
que transitan mi sangre cual beleños.

Rosario, abril 4 de 1999

 

 

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

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