El verso con métrica y rima

directorio

Inicio
 
Por qué esta web
 
Antologías selectas
 
Listado general
 
Novedades
 
Enlaces
 
Más poesía
 
Reglas de la poesía
 

Auténtica Poesía  --- LOGO ---

   RAFAEL DE LEÓN  

atrás un nivel subir un nivel

portada

 su obra 1

DIRECTORIO DE ESTE AUTOR

su obra 2

su obra 3

su obra 4

               SU OBRA 3           

     esta página encontrarás las siguientes poesías:

               SONETO

Bebiéndome la dulce primavera
me sorprendió la tarde junto al río
y pude contemplar a mi albedrío
el idilio del agua y la palmera.

Me zambullí desnudo en la pecera
buscando un corazón igual que el mío,
y no encontré ni un faro ni un navío
que me hiciera señales de bandera.

La noche iba saltando por la orilla
y puso en mi cabeza despeinada
el filo verde-azul de su cuchilla.

Mas cuando ya se ahogaba mi fortuna,
quiso el viento mandarle a mi jugada
el blanco salvavidas de la luna.



                  DUDA

¿Por qué tienes ojeras esta tarde?
¿Dónde estabas, amor, de madrugada,
cuando busqué tu palidez cobarde
en la nieve sin sol de la almohada?

Tienes la línea de los labios fría,
fría por algún beso mal pagado;
beso que yo no sé quién te daría,
pero que estoy seguro que te han dado.

¿Qué terciopelo negro te amorena
el perfil de tus ojos de buen trigo?
¿Qué azul de vena o mapa te condena

al látigo de miel de mi castigo?
¿Y por qué me causaste este pena
si sabes, ¡ay, amor!, que soy tu amigo?



CUATRO SONETOS DE AMOR

                       I

Decir "te quiero" con la voz velada
y besar otros labios dulcemente,
no es tener ser, es encontrar la fuente
que nos brinda la boca enamorada.

Un beso así no quiere decir nada,
es ceniza de amor, no lava hirviente,
que en amor hay que estar siempre presente,
mañana, tarde, noche y madrugada.

Que cariño es más potro que cordero,
más espina que flor, sol, no lucero,
perro en el corazón, candela viva...

Lo nuestro no es así, a qué engañarnos,
lo nuestro es navegar sin encontrarnos,
a la deriva, amor, a la deriva.


                       II

Me avisaron a tiempo: ten cuidado,
mira que miente más que parpadea,
que no le va a tu modo su ralea,
que es de lo peorcito del mercado.

Que son muchas las bocas que ha besado
y a lo mejor te arrastra en su marea
y después no te arriendo la tarea
de borrar el presente y el pasado.

Pero yo me perdí por tus jardines
dejando que ladraran los mastines,
y ya bajo la zarpa de tus besos

me colgué de tu boca con locura
sin miedo de morir en la aventura,
y me caló tu amor hasta los huesos.


                       III

Otro domingo más sin tu mirada,
dejándome morir junto a la gente
que pasa y que traspasa indiferente
a mi canción de amor desesperada.

Una yegua de celos colorada
corre llena de furia por mi frente
y galopa de oriente hasta occidente
en busca de tu falsa coartada...

Porque yo sé de más que en esta hora
hay alguien que los labios te devora
y comparte la cepas de tu vino.

Mas, como de perderte tengo miedo,
no ahondo en la maraña de tu enredo
y comulgo con ruedas de molino.


                      IV

Peso poco en tu vida, casi nada,
como un leve rumor, como una brisa,
como un sorbo de fresca limonada
bebido sin calor y a toda prisa.

No adelanto el compás de tu pisada,
ni distraigo la salve de tu misa,
y en tu frente de nardo desvelado
no llego ni a recuerdo ni a sonrisa.

Y en cambio tú eres todo, mi locura,
mi monte, mi canción, mi mar templado,
el pulso de mi sangre, la llanura

donde duermo sin sueño ni pecado,
y el andamio en que apoyo con ternura
este amor que nació ya fracasado.





BALADILLA DE LOS TRES PUÑALES

He comprado tres puñales
para que me des la muerte...

El primero, indiferencia,
sonrisa que va y que viene
y que se adentra en la carne
como una rosa de nieve.

El segundo, de traición;
mi espalda ya lo presiente,
dejando sin primavera
un árbol de venas verdes.

Y el último acero frío,
por si valentía tienes
y me dejas, cara a cara,
amor, de cuerpo presente.

He comprado tres puñales
para que me des la muerte...



      AUTO DE FE

Esta noche de agosto
he quemado tus cartas...
¡Ocho años de vida apasionada!

Mi corazón ardía
en medio de las llamas,
rodeado de fechas,
¡cenizas de mi alma!
Los abrazos crujían,
los besos se quejaban,
y los dulces "¡te quiero!"
de tinta y de esperanza,
en una pirüeta
de fuego, se rizaban.
Como una serpentina,
tu nombre se alargaba,
y era un puente la firma
sobre un río de brasas
que, silenciosamente,
sin voz, se desplomaba.

Esta noche de agosto
he quemado tus cartas...
¡Ocho años de vida apasionada!
 

 

         ENCUENTRO

Me tropecé contigo en primavera,
una tarde de sol delgada y fina,
y fuiste en mi espalda enredadera
y en mi cintura, lazo y serpentina.

Me diste la blandura de tu cera
y yo te di las sal de mi salina.
Y navegamos juntos, sin bandera,
por el mar de la rosa y de la espina.

Y después, a morir, a ser dos ríos
sin adelfas, oscuros y vacíos,
para la boca torpe de la gente...

Y por detrás, dos lunas, dos espadas,
dos cinturas, dos bocas enlazadas
y dos arcos de amor de un mismo puente.



     CENTINELA DE AMOR

Te puse tras la tapia de mi frente
para tenerte así mejor guardado
y te velé, ¡ay, amor!, diariamente
con bayoneta y casco de soldado.

Te quise tanto, tanto, que la gente
me señalaba igual que a un apestado;
¡pero qué feliz era sobre el puente
de tu amor, oh, mi río desbordado!

Un día me dijiste: —No te quiero...
y mi tapia de vidrios y de acero
a tu voz vino al suelo en un escombro.

La saliva en mi boca se hizo nieve,
y me morí como un jacinto breve
apoyado en la rosa de tu hombro.




        NECESITO DE TI

Necesito de ti, de tu presencia,
de tu alegre locura enamorada.
No soporto que agobie mi morada
la penumbra sin labios de tu ausencia.

Necesito de ti, de tu clemencia,
de la furia de luz de tu mirada;
esa roja y tremenda llamarada
que me impones, amor, de penitencia.

Necesito tus riendas de cordura
y aunque a veces tu orgullo me tortura
de mi puesto de amante no dimito.

Necesito la miel de tu ternura,
el metal de tu voz, tu calentura.
Necesito de ti, te necesito.



      MUERTO DE AMOR

No lo sabe mi brazo, ni mi pierna,
ni el hilo de mi voz, ni mi cintura,
ni lo sabe la luna que está interna
en mi jardín de amor y calentura.

Y yo estoy muerto, sí, como una tierna
rosa, o una gacela en la llanura,
como un agua redonda en la cisterna
o un perro de amarilla dentadura.

Y hoy que es Corpus, Señor, he paseado
mi cadáver de amor iluminado,
como un espantapájaros siniestro.

La gente, sin asombro, me ha mirado
y ninguno el sombrero se ha quitado
para rezarme un triste Padrenuestro.



         LLUVIA
                              a Conchita Herrera

¡Te quiero!, me dijiste,
y la flor de tu mano
puso un arpegio triste
sobre el viejo piano.


(En la ventana oscura
la lluvia sonreía...
Tamboril de dulzura.
Gong de monotonía).


—¿Me querrás tú lo mismo?
Y en tu voz apagada
hubo un dulce lirismo
de magnolia tronchada.


(La lluvia proseguía
llorando en los cristales...
Cortina de agonía.
Guadaña de rosales).


—¡Para toda la vida!,
te dije sonriente.
Y una estrella encendida
te iluminó la frente.


(La lluvia proseguía
llamando en la ventana
con una melodía
antigua de pavana).


Después, casi llorando,
yo te dije: ¡Te quiero!
Y me quedé mirando
tus pupilas de acero.


—¡Para toda la vida!
dijiste sonriente,
y una duda escondida
me atravesó la frente.


(En la ventana oscura
la lluvia proseguía
rimando su amargura
con la amargura mía).
                                      
(año 1930)


         NOVIO

Novio, novio mío,
siempre novio.

Hace que somos los dos
seis años unos del otro.
Tu boca miel de la mía,
tus ojos luz de mis ojos.

Novio, novio mío,
siempre novio.

Por el jardín los dos juntos,
bajo el laurel los dos solos,
y en nuestro amor embebidos,
pendientes uno del otro.

Saben lo que me preguntas
y saben qué te respondo.
Saben que por más que sepan,
saben de los dos bien poco.

Nadie comprende lo nuestro,
es algo maravilloso.
Nadie nos pregunta nada
porque ya lo saben todo.

Novio, novio mío,
siempre novio.

Por la tarde los dos juntos
por la noche los dos solos,
por la mañana cogidos
del brazo el uno del otro.

No nos casaremos nunca,
y siempre seremos novios.
 

 

   SOLTERA

Mi prima Matilde
es guapa y soltera.
Patio de mosaicos,
zaguán y cancela
y en medio del patio
una fuente muerta.
Mi prima Matilde,
cuando va a la feria
se pone claveles
y mantilla negra,
y sobre los ojos...
una pena... pena.
Sevilla se ríe
entre las macetas
y dice burlona:
¡Soltera, soltera!
Abanico negro
que el rubor la vela;
rosario que llora
en sus manos quietas
y un ("¡Señor, no quiero
quedarme soltera!").
En misa de una
de la Magdalena,
las torres, el río,
las calles, las rejas,
dicen a su paso:
"tan guapa y... ¡qué pena!".
Un hombre, el primero,
llamó a su cancela
y al mes de noviazgo
la calle desierta;
un leve pañuelo
dejado en la reja,
pedazos de cartas
de picuda letra
llevaba y traía
el viento en la acera
diciendo con burla:
¡Soltera! ¡Soltera!
Después... aquel primo
que bailó con ella
una vez, y luego
murió allá en la guerra
dejándola un luto
de magnolias muertas.
En el gran biombo
de mi tía Regla
pájaros y flores
con burla comentan:
"Señora, esta niña
se queda soltera".
Luego... el extranjero
que vino a las fiestas
con lentes de oro
y rubias guedejas
y un idioma dulce
como de ciruela,
que habló de casarse...
y se fue a su tierra.
Después vino un suave
profesor de orquesta;
más tarde, un delgado
maestro de escuela;
mas ninguno de ellos
duró en su cancela.
Cada año que pasa
mi prima se queda
compuesta y sin novio,
¡Cirio de Cuaresma!
Sevilla murmura:
"Soltera..., soltera".

 

BALADA DE LA PLAZA DEL MUSEO

                 I

En la plaza del Museo,
con tus ojos me encontré.
(¡Ay, Sevilla de torres altas!
¡Ay, Sevilla, verde laurel!)
Amor, tú no me miraste,
que fui yo quien te miré,
y vi dentro de tus ojos
una rosa y un clavel.
(¡Ay, Sevilla de copla y beso!
¡Ay, Sevilla de anochecer!)
Ni una palabra me hablaste,
ni una palabra te hablé,
y fuimos juntos, muy juntos,
por calles de sombra y miel.
¡Ay, Sevilla, magnolia y cielo
¡Ay, Sevilla, suspiro en pie.

                II

He pasado doce años
sin acordarme de ti.
(¡Ay, Sevilla balcón y luna!
¡Ay, Sevilla y Guadalquivir!)

Hoy, de nuevo, en el Museo,
amor, con tus ojos di;
pero ya no son los mismos
que yo quise para mí.
¡Ay, Sevilla, veleta y tapia
¡Ay, Sevilla, canción de abril!
Son más grandes y más negros
más dulces por el sufrir,
más tristes y más brillantes;
pero no los que yo vi.
(¡Ay, Sevilla de nardo y torre
Ay, Sevilla y Guadalquivir!)



PARA TODA LA VIDA...

¿Me quieres, amor, me quieres?
¡Sí, para toda la vida!...
y era yo quien preguntaba,
siempre soñando una espina,
siempre rondando una duda,
siempre imaginando heridas.
"¿Me quieres, amor, me quieres?"
¡Sí, para toda la vida!...
Tardes, madrugadas, noches,
mañanas y mediodías;
en el balcón, en la calle,
en el sueño, en la vigilia,
siempre, siempre preguntando,
corazón, si me querías,
y de pronto, no sé cómo,
sin una razón precisa,
mi voz amarga y cansada
se fue quedando dormida,
y cayó sobre mi alma
una lluvia dulce y fina
que se fue cristalizando
en nieve delgada y fría.
y ya no pregunté más,
corazón, si me querías.
Ahora, eres tú quien se queja,
quien pregunta y quien suspira
¿Me quieres, amor, me quieres?,
me dices con voz dolida...
y yo, de la misma forma
con que tú me respondías,
escondiendo la verdad
debajo de la mentira,
te digo ausente y lejano:
—¡Sí, para toda la vida!...


 

ROMANCILLO DE LA PLAZA MAYOR

La mendiga pedía
en la plaza mayor,
muy vestida de negro,
con un llanto en la voz.
Era una viejecita
de cuento y de dolor;
los niños la miraban
sentadita en el sol
y decían a coro:
—Perdone usted, por Dios.
Pasaban las muchachas
entre risas y flor,
entre lazos y sueños,
entre novio y canción
y decían al verla:
—Perdone usted, por Dios.

Pasaban los soldados
con un son de tambor,
muy vestidos de gala
con espuelas y ros,
y decían alegres:
—Perdone usted, por Dios.
Señoras de abanico,
señores con reloj,
pasaban y pasaban
por la plaza mayor,
diciendo entre remilgos:
—Perdone usted, por Dios.
Con un libro en la mano
también pasaba yo,
una tarde tras otra
deshojando un amor,
pero no le decía:
—Perdone usted, por Dios.
Le daba unas monedas
pensando con temor:
"Ay, si fuese mi madre
—¡no lo quiera el Señor!-
quien pidiera en la plaza,
sentadita en el sol,
y todos le dijesen:
—¡Perdone usted, por Dios!"



           LUTO

Yo llevo luto por ti
y no me visto de negro.

Tengo el corazón colgado
de paños de terciopelo,
y una camelia de sombra
se me deshoja en el cuello.
Al reloj de nuestras citas
se le cayó el minutero
a las doce menos cuarto
de una noche de Año Nuevo.
¿Qué brazo enlaza tu talle?
¿Qué labio busca tu beso?
¿En qué parque sin jazmines
se deshoja tu secreto?...

Yo llevo luto por ti
y no me visto de negro.



           MIEDO

Dentro de un miedo amarillo
espero tu puñalada;
¡mátame con una espada
si no puedes con cuchillo!
Ya me he quitado el anillo
y he firmado el testamento;
ya me he vestido de viento
con dos lunas al costado,
y te espero amortajado,
firme, seguro y contento,
a que cortes este aliento
que sólo de ti ha alentado.

 

 


AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001

Hosted by www.Geocities.ws

1