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JOSÉ ÁLVAREZ
SU OBRA 2
En esta página encontrarás
las siguientes poesías:
El sol murió a lo lejos, dejándonos inmersos
en un hondo silencio que apenas si rompía
de las olas el suave murmullo, y parecía
que junto al Sol morían mil recuerdos dispersos.
Nacieron en los cielos ignotos universos
que despertaron ecos de triste lejanía,
de cosas imposibles, cual si al morir el día
nacieran en las almas sentimientos perversos.
Fue entonces que mis ojos descubrieron abismos
en tu ser que no han sido por nadie aún explorados,
regiones devastadas por grandes cataclismos...
Y me envolvió el hechizo de esos mundos vedados
que encierras en tu alma, que son tal vez los mismos
do se extraviaron otros menos afortunados.
RETO A LA DISTANCIA
¿Por qué me robas, distancia,
lo que mi ser necesita?
De esa flor tan exquisita
me robas tú la fragancia.
No cabe en la fría estancia
la soledad importuna,
y sólo sabe la luna
de estas ansias de besarle
y con mis besos secarle
las lágrimas una a una.
Igual que la necesito
yo sé que me necesita,
que el sueño también le quita
la impaciencia en que me agito.
Que marcha muy despacito
el tiempo; que desespera
por verme cuanto quisiera,
porque las horas traidoras
vuelen, y lleguen las horas
de poner fin a la espera.
Y cuando yace acostada
tras las faenas del día
¿tú sabes si le confía
sus tristezas a la almohada?
Mejor no me digas nada
de que tu saña atropella
mi flor perfumada y bella,
porque si sé que ella llora
¡no habrá distancia traidora
que me separe de ella!
Mas, distancia ¿qué conoces
tú del amor, si separas
a quienes se aman? Si amaras,
no estropearas tales goces.
Pero por más que destroces
los lazos del trato diario,
te sería necesario
más que kilómetros para
que ella falaz olvidara
nuestro amor extraordinario.
Por eso tú no me asustas,
distancia cruel y perversa;
no es suficiente tu fuerza
ni tus condenas son justas.
Mucho a los dos nos disgustas,
pero sabremos vencerte:
verás que siempre es más fuerte
aunque te opongas, distancia
de nuestro amor la constancia
que sólo vence la muerte.
Y para que lo compruebes
si algunas dudas te asaltan
estos días que nos faltan
verás cómo hacemos breves.
Las horas me serán leves
por más que añore con ansia
su voz, su ser, su fragancia,
y verás, cuando regrese,
que nuestro cariño crece
a pesar tuyo, distancia...
A
TUS OJOS
Por una mirada de tan bellos ojos
yo
no sé que diera;
por esa inefable dicha de mirarte
así,
de tan cerca,
doy la vida misma, tan maravillosa,
si
preciso fuera.
Mi incierto futuro yo pongo a tus plantas
en
sublime entrega
por la suerte inmensa de brindarte un día
todo
lo que sueña
tu alma de niña que no ha recorrido
del amor la senda.
Mírame en silencio, pero con ternura,
sin
esa tristeza
que flota en las aguas de tu honda mirada
que
a veces recuerda
la quietud de un lago perdido en la bruma
de
lejana selva
llena de misterios, de extraños peligros,
de
bellas leyendas.
Mírame en silencio, que yo te prometo
vibrar cuando sienta
que mi ser traspasa la luz de tus ojos,
si
a mí me contemplan
con un sentimiento que, aunque no lo sea,
cariño
parezca;
mírame, que nada me hará tan dichoso
como
la certeza
de sentir que fijas un solo segundo
esas
dos lumbreras
que son tus pupilas en mi ser, que vive
soñando
con ellas.
Porque hay frío -por eso- mi canto está
aterido;
este canto que quiso burlarse del olvido...
Canto que es casi un grito desgarrador y fiero,
por tener la osadía de querer ser sincero.
Triste canto que apenas es eco del lamento
de un sufrimiento antiguo, que ya ni es sufrimiento.
Noble canto que quiso cantarle a la alegría
conociendo lo triste que es la tristeza mía;
que intentó ser vocero de las ansias secretas
que anidan en el alma fatal de los poetas;
que cantó lo sublime del amor, aunque acaso
jamás lo conociera, jamás sintió
su abrazo.
Pobre canto que sólo pudo cantar lo triste
que quedó mi existencia la tarde que te fuiste...
A lomos de un noble rocín de madera
Don Quijote y Sancho remontan los cielos
-jineteando un sueño tras una quimera-
en el más absurdo de todos los vuelos.
¿Qué corcel podría ser más
apropiado
para esta aventura de un tosco y un loco...?
¿No has soñado a veces haber galopado
por campos de nubes? Tal vez me equivoco,
pero me parece que todos un día
hemos cabalgado sobre la montura
de algún Clavileño con gran hidalguía
persiguiendo un sueño, ebrios de aventura.
Locos como aquellos dos nobles orates,
también remontamos los cielos mil veces
con la adarga al brazo, buscando combates
que jamás libramos, sumando idioteces;
salvando doncellas que no eran cautivas;
"desfaciendo entuertos" no tan complicados;
en ristre, cual lanza, las prerrogativas
que nadie nos diera, siempre equivocados...
Todos esos vuelos fueron, a la larga,
la dulce memoria de todos tus sueños,
y hoy cuando has colgado tu espada, tu adarga,
añoras establos con mil Clavileños...
LA
INFANCIA PERDIDA
Y era el verde prado de las correrías
de aquellos lejanos y alegres momentos,
y tú, la más bella de todas, reías
con el más ingenuo de todos mis cuentos.
Y yo me sentía como el más osado
paladín, dispuesto sólo por saberte
orgullosa de este loco enamorado,
a enfrentar gigantes, a arrostrar la muerte.
Y después partiste... Yo quedé deshecho
cuando supe que era sólo un muchachito
con una gran alma dentro de mi pecho,
vencido por ese dolor infinito...
Y de esos recuerdos la turbia corriente
me anega de ensueños, como una crecida
del río del tiempo, por la que -imprudente-
como nauta triste bogo de por vida...
Años infantiles que jamás volvieron,
con las aventuras que nunca pasaron!
Los de los juguetes que nunca existieron
y los desengaños que sí se quedaron...
¡Lo más doloroso del vivir adulto
no son las maneras a que ahora me ciño,
es -por que no digan- el llevar oculto
este loco anhelo de ser siempre niño...!
JUNTO
AL RÍO
Me esperabas allí, junto al puente
donde el bosque de pinos acaba.
A tus pies, en la mansa corriente
-desprendido tal vez de tu frente-
un marchito recuerdo flotaba.
No me oíste llegar, no me viste
cuando absorto miraba la escena;
como ninfa del bosque emergiste
junto al río: una ninfa muy triste,
pero bella a pesar de su pena.
Del otoño en el bosque de pinos
tu figura el encanto tenía:
pajarillos sin par cantarinos
modulaban un coro de trinos
que en su suave rumor te envolvía.
Era un cuadro genial escapado
del pincel de un romántico artista
por la crítica acaso ignorado,
que ante tanta belleza extasiado
pretendiera robarla, egoísta.
Era aquel nuestro encuentro postrero:
por designios de un torpe destino
tu sendero y mi humilde sendero
cambiarían de igual derrotero
para ser ya jamás un camino.
Mientras iba acercándome al río
que arrastraba en turbión juramentos
que jamás se cumplieron, un frío
cadavérico heló el pecho mío
al influjo de mis pensamientos.
Nuestro amor, mitológica hoguera
pasional, es un fuego ya extinto...
¡Hace apenas un mes, quién creyera
que un final tan absurdo tuviera
lo que fuera un amor tan distinto!
(Nos diremos palabras banales,
mentiremos un poco, hallaremos
mil excusas la mar de triviales
y daremos los toques finales
a este error que los dos cometemos).
No me oíste llegar; sorprendida
simulaste la dicha de vernos
como ayer, con sonrisa fingida.
Fue el final de una bella partida
donde supo la vida vencernos.
Fue una breve entrevista: no había
de qué hablar que nos fuera agradable.
Bajo el puente travieso corría
aquel río, y con él se perdía
a lo lejos tu adiós inmutable.
LA
MARIPOSA BLANCA
Una tarde abrileña, notablemente hermosa,
entró rauda en mi cuarto tan blanca mariposa
que la luz que irradiaba de sus frágiles alas
vestía cada objeto con sus menores galas,
posándose enseguida, con gracia y ligereza,
sobre un ramo de flores que adornaba mi mesa.
Y no sé si fue sueño, locura o desvarío,
lo cierto es que de pronto todo el cuarto sombrío
se alumbró con mil luces y, para mi sorpresa,
la blanca mariposa me dijo con tristeza:
"Por mi color tan bello, la diosa Primavera
decidió proclamarme su blanca mensajera.
Al romper sus corolas las perfumadas flores;
al entonar sus trinos los dulces ruiseñores;
al brillar por las tardes el sol sobre los prados;
al repicar la lluvia su canto en los tejados,
la plata de mis alas hería la pradera
anunciando orgullosa: ¡llegó la primavera!
Los niños en los parques reían y cantaban
y, al mirarlos de lejos, capullos semejaban
mecidos por la brisa, que traviesa esparcía
los lejanos perfumes que en sus ondas traía.
En los campos los novios, con palabras muy quedas
hablaban de su dicha bajo las arboledas.
¡Era un canto a la vida perfumado de rosas!
Pero el tiempo, implacable, cambia todas las cosas.
Las negras ambiciones, emergiendo del lodo
fueron ganando fuerzas, envolviéndolo todo:
el amor y la dicha, los más puros cariños,
los prados y las flores, las risas de los niños...
Hoy todo es egoísmo, vesania, sangre, guerra:
¿es que el amor sincero ya no existe en La Tierra?
¿Ya no hay seres que sueñen, ya no hay
nadie que ría?
Si es así, no hace falta ya la presencia mía..."
Así dijo y, moviendo sus alas presurosa,
¡huyó por la ventana la blanca mariposa!
AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001
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