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El Sueño de Otto


Carmen y Sylvie ya están en el tren. Hay mucha gente dentro y casi no pueden andar. Por fin llegan a sus sitios.

Hace mucho calor. Carmen se quita la chaqueta. Sylvie abre su gran bolso y coge una botella de agua. Tiene sed.

—Lo ves, Sylvie, no hay duda: todos estos madrileños se van de vacaciones —le dice Carmen.

Sylvie la mira y sonríe. Carmen es muy simpática. Sylvie la conoció el año pasado en aquella escuela. Fue su profesora de español, ahora son buenas amigas.

—Te veo muy tranquila, Carmen. ¡Qué suerte tienes! Yo no hago otra cosa que hacerme preguntas. No entiendo toda esta historia. Un año sin escribimos, sin llamamos por teléfono... Un año sin darnos noticias, y ahora, Otto nos escribe ese telegrama...

—Es bastante raro... pero tú conoces a Otto mejor que yo. No es fácil saber qué tiene en la cabeza. No hace nunca las cosas como todos.

—Sí, es un chico diferente —contesta Sylvie—. ¡Puag! Esta agua está caliente. Es imposible beberla.

Luego deja la botella en el suelo y mira por la ventana sin hablar.

Pero... un año, un año —se repite la joven una y otra vez—, es mucho tiempo; demasiado tiempo

Sylvie cierra un momento los ojos y empieza a pensar en Otto: «No puedo olvidar aquel primer día de clase. Sí, lo estoy viendo, estoy viendo a Otto entrar en clase aquella mañana

Buenos días, ¿cómo estáis? Yo me llamo Carmen y voy a ser vuestra profesora de español estas cinco semanas. ¿Cómo os llamáis? —pregunta Carmen después de sentarse y dejar su bolso encima de la mesa.

Mi nombre es Alec —contesta uno de los estudiantes

—¿Y de dónde eres, Alec?

Yo soy alemán, de Berlín ——contesta Alec.

Yo soy Ruth, también soy de Berlín —contesta otra estudiante, sentada a la derecha de Alec.

Todos empiezan a decir cómo se llaman y de dónde son

Y yo me llamo Sandra. Soy de Stuttgart, pero ahora vivo en Múnich

—¿Y tú? —pregunta Carmen a una chica morena de ojos verdes.

Yo soy francesa, de París... y me llamo Sylvie

—¿Conocéis España o estáis aquí por primera vez?

Hemos venido muchas veces —explica Sandra

—¿Cuántas veces? —pregunta Carmen

Doscientas, doscientas cincuenta... ——contesta ahora Alec

Los jóvenes no dicen nada más. Todos ellos parecen estar de acuerdo con Alec. Carmen no sabe qué pensar; no entiende qué está pasando. Ella los mira uno a uno y sonríe. Después va hasta la pizarra y escribe: «200, 250»

Sí, doscientas, doscientas cincuenta —repite Alec

—¿De verdad..., estáis seguros? —pregunta Carmen un poco nerviosa.

Todos contestan que sí con la cabeza. Carmen no dice nada. «No puedo creerlo —piensa—. Me parece que ya estoy vieja y no oigo bien.»

—Y... ¿cuál es vuestro trabajo? —les pregunta después

—Somos pilotos y azafatas... —contesta Sylvie

Ahora todos empiezan a reír. También Carmen

—Conocemos muy bien los aeropuertos españoles... ——explica Ruth

Y también los hoteles... —dice Sandra después

En ese momento se abre la puerta de la clase y entra un chico alto, rubio, de ojos grandes y muy abiertos. Lleva una bonita camisa verde agua y unos pantalones azules. Anda despacio, sin decir nada y se sienta detrás de Alec, muy cerca de Sy1vie. Carmen se pone las gafas y lo mira bien. Sí, es el mismo chico del bar de la estación

Buenos días. Tú también eres nuevo, ¿no es así? —pregunta Carmen un poco enfadada

Sí, siento llegar tarde ——explica el chico con la cabeza. No conozco bien esta parte de la ciudad y me he perdido... Me llamo Otto, en español «Otilio», y soy alemán.

Otto... ¡Ah, sí! Aquí tengo tu nombre

Carmen lee en su cuaderno y repite: «Otto, Otto Lilienthal».

No, ése es el padre de mi abuelo

Tu bisabuelo —explica Carmen

Sí, eso es... mi bisabuelo —repite el joven, Yo soy Otto Lilienthal Jr.

Y dime, Otto Lilienthal Jr., ¿tú también eres piloto?—pregunta Carmen divertida

No soy estudiante. Voy a empezar a estudiar arquitectura en la universidad. Ahora estoy de vacaciones. Pero me gusta mucho volar.

Sylvie está mirando a Otto desde el principio. Le parece un chico muy guapo

Bueno, chicos, vamos a ver qué me podéis contar en español —dice Carmen. Alec, ¿puedes hablarnos un poco de vuestro trabajo? ¿Es difícil pilotar un avión?

Volar en avión es fácil —empieza Alec

Es más difícil volar sin avión —termina Otto

Todos se ríen

Quiero decir que volar en un avión no es divertido. Es más interesante volar sin motor, como los pájaros

Carmen no dice nada. Hoy no es fácil dar la clase

Eso no es posible —contesta Sandra.

—¿Por qué no? Mi bis... ¿Cómo dijiste, Carmen?¿Bisabuelo? —pregunta Otto a la profesora

Sí —contesta ella.

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