El concepto de "retrato"en la
Grecia cl�sica y helen�stica



La idea del retrato, tal como se concibe en la actualidad, era extra�a a los griegos y reci�n comenzaron a concebirla como una imagen con una relaci�n de fuerte parecido con un individuo en particular, hacia el siglo IV a.C., a comienzos del per�odo helen�stico.

En los per�odos anteriores, y aunque no podamos comparar la representaci�n con el modelo, lo m�s probable es que las estatuas levantadas con la efigie de un general o un deportista victorioso, para conmemorar su victoria y ofrecerla a los dioses, no tuvieran gran parecido referencial. Un retrato ser�a poco m�s que la representaci�n convencional de una apuesta figura humana ataviada con la vestimenta y los atributos de su funci�n y actividad y el artista no se preocupara por reproducir la forma de su nariz, o los rasgos y expresi�n caracter�sticos del personaje.

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Lisipo
Cabeza de Alejandro Magno

ca. 325 a.C. - 300 a.C.
M�rmol; 41 cm. de altura.
Copia romana del original griego.

Esto no significa que las estatuas griegas sean inexpresivas, sino que no expresan ning�n sentimiento en particular; los maestros de aquella �poca utilizaban el movimiento del cuerpo para expresar lo que S�crates llamaba "movimientos del alma". Es decir, expresar la actitud psicol�gica del sujeto por medio de la postura corporal. Es a fines del s. IV a.C. que esta idea va cambiando; los artistas aprenden a captar los "movimientos" del alma individual, a reflejar una fisonom�a particular, sin por ello apartarse de la belleza y reaparece en Occidente el retrato como se lo entiende actualmente - no olvidemos que ya lo practicaban los egipcios, (incluso tomaban mascarillas de cera sobre el rostro del modelo en algunos casos) -. De todos modos debe tenerse presente que el logro del parecido f�sico no implica descartar por completo los "retoques", esas mejoras o embellecimientos que los artistas de todos los tiempos, salvo escasas excepciones, han practicado para agradar a sus clientes.

Es en tiempos de Alejandro Magno que este g�nero vuelve a practicarse y el propio Alejandro se hace retratar por Lisipo, el escultor de su corte y el artista m�s famoso de la �poca.

Es imposible abrir juicio sobre el parecido entre esta obra de Lisipo y el propio Alejandro, pero si puede decirse que los rasgos, - esas arrugas en la frente, la ceja arqueada, la expresi�n de la boca -, corresponden a un individuo, no es el rostro de un ser ideal, no es la imagen de la belleza perfecta aunque sea, indudablemente, un rostro bell�simo.



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