El Maestro: La
Paz del Señor es con todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Maestro.
El Maestro: En Ave
María Purísima.
PUBLICO: Sin pecado concebida.
El Maestro:
”Es preciso que
no desistas en buscar incesantemente la Gracia de la devoción, que la
pi-das con afán, que la esperes con paciencia y confianza y la recibas
con acciones de gracias, para que puedas después conservarla con
humildad, y cooperar con ella en lo posible”.
Y mientras esperas que Dios venga, deja en sus manos
que escoja el tiempo y la medida en que querrá visitarte con ese don del
Cielo. Sobre todo debes humillarte por la poca o ninguna devoción que
sientas en tu interior, mas no por eso tienes que desalentarte damasiado
o abandonarte a una tristeza excesiva.
No es infrecuente que Dios dé a
veces en un momento lo que por largo tiempo ha diferido en concederos, y en ocasiones da al final lo que os negó al
principio de la oración:
”Si os llovieran las gracias del Cielo sin
demora de acuerdo con vuestros deseos, difícilmente podría el hombre
soportarlo, dada su natural flaqueza”.
Aguarda pues la gracia de la devoción con firme esperanza y con esa
paciencia que es patrimonio de los humildes. Y si ves que Dios no te la
concede o te priva de ella ignorando tú la causa, atribúyelo a tí mismo
como responsable de ello por tus pecados.
A
veces bien poca cosa es lo que impide y oculta la gracia, si es que así
puede llamarse, y no algo muy grave lo que os arrebata un bien tan
deseable. Pero si sorteáis ese obstáculo, sea
grande o pequeño y lo superáis totalmente, tened tal seguridad de que
alcanzaréis lo que pedís.
Pues apenas te
entregues a Dios de todo corazón, no reservándote esto o aquéllo para
tí, según tu gusto y complacencia, sino que enteramente te dejes en sus
manos, te sentirás unido a él con gran sosiego. Porque nada hay tan
sabroso y apacible como abandonarse al querer y Voluntad de Dios:
"Quien quiera que eleva a Dios sus intenciones,
con sencillo corazón, despojándose de toda repugnancia o afecto
desordenado hacia las criaturas, está en óptimas condiciones para
recibir la gracia y se hace digno del don de la
Devoción. Pues Yo colmo de bendiciones los vasos que
haya vacios."
Y cuanto más perfecta sea la renuncia a las cosas
inferiores, y más muerto esté el hombre a sí mismo por el propio
menosprecio, con tanta mayor presteza le llega la gracia, más copiosa se
introduce en él y el corazón libre remonta el vuelo hacia mayores
alturas. Entonces se verá en la abundancia, se maravillará y dilatará
su corazón en sí mismo, pues mi mano está en él y por su parte, se ha
puesto así ya plenamente en sus manos para siempre.
De esta manera el hombre será bendecido, pero aquél que busca a Dios
con todo el corazón, no ha recibido en vano su Alma. Si el hombre
abriera el corazón hijo mío, a cada palabra que se dirije hacia él, el
sentido que conllevan todas mis palabas no pasaría desapercibido entre
los hombres.
Pero también esa es mi gran tristeza: ”Que cada palabra mía para
los hombres es un nuevo mundo, el cual no conoce hijo mío, porque no
quiere conocer.” Mis palabras están llenas de sencillez y
perfectas son.
En ellas va la
esperanza, la
luz, la
dulzura y la Ley. La Ley que
vosotros mismos os negáis. ¿Tan difícil es escuchar y cumplir?
¿Tan dificil es llevar un camino recto sin mirar nada? Esa también
es mi tristeza: "Que el hombre hijo mío, ha de mirar a los demás
antes de mirarse a sí mismo".
Mira los errores del prójimo y los suyos
los olvida, y el alma del prójimo tiene salvación y la suya está en
pena. Sólo tú entiendes estas
palabras, porque tú eres el que lloras conmigo cuando triste estoy.
Tú eres el que sonríes cuando alegre estoy. Ellos se limitan a escuchar y no cumplen hijo mío.
Llegará un día hijos míos, en el cual mis palabras no pasarán
desapercibidas. Ese día será cuando de verdad
veáis la Luz y digáis así: Estas palabras nos dieron la Luz y no
quisimos mirarlas, y hemos perdido la gran Patria Celestial.
¡Pedidme hijos míos!
PUBLICO: (El público pide. No se entiende. )
El Maestro:
Que me pida tu pequeño corazón hijo
mío, como tantas veces me pides ¡Ay, hijo mío! Pronto..., muy pronto se
dictará la Ley antigua hijo mío: Tú
serás el que haga reconocer aquellas Leyes que los hombres tapan hijo
mío. Y aquellas Leyes...
Padre Eterno:
...Que Yo dejé.
El Maestro: ¡Sí hijo
mío!, pues mis palabras son claras, pero no quieren escucharlas, y en la
Ley cada cual se busca su sentencia hijo mío.
¡Levantad los objetos
hijos míos! Todo lo que alzáis ante el Cielo queda bendito.
Padre Eterno:
En Mi Nombre.
El Maestro: En el
Mío.
La Madre:
Y con la Luz de mi amado esposo el Espíritu Santo...
El Maestro: Ya está
bendecido.
PUBLICO: Gracias Maestro.
La Madre:
Hijo mío, pronto llegará el dolor hijo mío, y tú sufrirás conmigo. (1) Sé
fuerte hijo mío, porque esta vez será mucho más doloroso. Adiós hijos
míos.
PUBLICO: Adiós Madre.
Padre Eterno: Adiós
hijos.
PUBLICO: Adiós Padre.
El Maestro: Hijo
mío sé fuerte como ya lo eres, y lucha:
"Dichoso aquél que se conforma con lo poco que
Dios le da, que mucho es, y pobre de aquél que busca fuera de Dios. Y
pobre de aquél que no cumple, porque aún oyendo siguen sin cumplir. No
verán la Gloria."
Adiós hijos míos.
PUBLICO: Adiós Maestro.
El Hermano:
Que la Paz del Señor Yahvé quede con todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Hermano.
El Hermano: Ave
María Purísima.
PUBLICO: Sin pecado concebida.
El Hermano: Adiós
hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano.
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(1) En
Semana Santa el vidente, José Luis Manzano, sufría la pasión del
Señor.
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