MENSAJE
DE LA SANTISIMA VIRGEN MARIA, RECIBIDO A TRAVÉS DE JOSÉ LUÍS MANZANO GARCÍA, EN
TALAVERA DE LA REINA; EL 24 DE DICIEMBRE DE 1990.
La Madre:
La Paz del Señor está con todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Madre.
La Madre: Ave
María Purísima.
PUBLICO: Sin pecado concebida.
El Hermano:
"Alégrate María llena
de gracia, el Señor está contigo, bendita Tú entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre. Dios ha mirado entre todas
las mujeres, y tú María has sido elegida para recibir en tus
entrañas al Hijo del Altísimo."
- «¿Quién soy yo para
merecerme esto?»
¿Quién eres
tú, sino María toda pura?
- «Yo no conozco varón.»
"El Espíritu Santo junto con el poder de Dios entrará en tus
entrañas, formando en tí al que tú llamarás Jesús.
José te ayudará
para esta labor que tú has de desempeñar. No te preocupes
porque Dios siempre estará sobre tí y sobre Su Hijo. ¡Alégrate!"
El Hermano:
Y dicho esto el Angel marchó y
dentro de María quedaron aquellas palabras que nunca han marchado
de ella.
Dios vino al mundo de este día. Así es. Fué así que le
negaron posada, y nació en una pequeña cueva, así utilizada para
el ganado. "Y en un pesebre brilla la Luz." El niño que ha nacido
sin dañar a María, salió de ella igual que entró.
"En el
momento que el Angel marchó, la Luz del Espíritu Santo atravesó
sus entrañas sin dañarla, como siempre habéis oido. Igual que
cuando un rayo de luz traspasa un cristal sin dañarlo, así entró y
así salió, sin dolor alguno."
Dios todo lo
tenía preparado, todo estaba escrito, pero dentro de María, igual
que estaba la alegría, en aquel momento existía la tristeza en su
interior.
La Madre:
Yo sabía hijo mío, que aquél que tenía a
mis brazos abrazado y besaba, moriría por todos los pecadores hijo
mío.
Yo sabía que de aquél que había recibido tanta alegría, que
era mi Hijo, iba a padecer en mano de los hombres, iba a sufrir.
Yo también sabía hijo mío, que muchos niños inocentes morirían,
Yo también lo sabía hijo mío. Pero todo tenía que ser así.
Todos
esos niños que murieron inocentemente hijo mío, murieron por honor
a Dios. Murieron porque creían que
entre ellos estaría Jesús de Nazaret. Ellos están junto al Padre, porque fueron inocentes en
su muerte hijo mío. Y murieron por el Nombre de Su amado Hijo
Jesús.
En aquella pequeña cueva hijo mío, mi hijo sonríe.
Solo tiene el calor de unas pequeñas prendas, un poco de paja
sobre él, y el calor del aliento de un buey y una mula. También mi
calor, y también el calor de su padre en la tierra, José.
- «Pastores acercos a Belén, porque ha nacido el hijo de Dios.
Id, no esperéis. Marchad, porque allí ha nacido el redentor, el
salvador, el que tanto esperábais.»
Y los pastores con amor y
alegría, cogieron su mejor ganado, sus mejores alimentos que
guardaban para ellos, para ofrecérselo al Hijo de Dios.
- «Hemos llegado aquí porque cuando estábamos con el ganado
pastando, un Angel del Señor nos dijo que había nacido el
Salvador. Y aquí estamos. Aquí os traemos todo lo mejor para
vuestro hijo.»
Sus mejores pieles, todo lo mejor. Lo mejor de todo aquello
hijo mío, no fué lo que llevaban en materia, lo mejor que
ofrecieron ante su Redentor fué su corazón. Fueron por amor.
Fueron con tanto amor, que lo mejor que
entregaron en ese momento hijo mío, fué su corazón. Y
aquél niño sonreía al ver a tantos, y tantos que iban a
visitarlo. Así nació el Hijo de Dios, el que padeció y murió por
vosotros.
Así nació vuestro Maestro hijos míos, el que nunca os
ha olvidado. Fué niño, creció y murió su cuerpo, pero su alma
permanece siempre al lado de sus hijos.
¡Qué pena que en aquél lugar, donde todo esto ocurrió hijo
mío, muchas almas no puedan recordarlo, porque muchos otros se lo
impiden. Se lo impide el hombre hijo mío. Pero allí, en aquélla
pequeña cueva están nuestras almas presentes como en aquél día.
Quisiera que tú, y todos, formárais parte de aquel nacimiento,
porque Él vuelve a nacer y Él llegará en este día a las doce de la
noche. Abrid vuestros corazones, porque Él entrará en vosotros, y
nacerá en vosotros. Él y una llama de Amor inmensa.
Quisiera que
vosotros le recordárais en este día, aunque solo fuera poco
tiempo, porque en este día muchos recordarán el día que es como
fiesta, no como alegría.
Yo sigo estando triste, y alegre a la vez hijo mío, porque mi
Hijo volverá a nacer entre los hombres creando en ellos el Amor,
la Paz y la Felicidad que entre ellos se quitan.
Como tú, y
muchos, me acompañáis en mi sufrimiento, quiero que tú, y
muchos, y todos, me acompañen en ésta, mi alegría, porque hoy
nació el Hijo de Dios. Nació entre los hombres y
mientras Él crecía muchos se iban muriendo ya, por
su Nombre.
¡Cuánto se sufrió hijo mío, cuando Él nació!
Pero todo eso ya
estaba dicho por el Padre. Él junto a Mí y junto a su padre en la
tierra, José, se llenó de alegría hijo mío. Y tengo que decir como madre, que muchas veces siendo niño,
nos hizo ver muchas cosas que muchos niños no pueden hacer ver.
Siendo niño nos hizo aprender muchas cosas, porque para eso Él
había venido. ¡Alegraos vosotros también en este día!, porque Yo,
vuestra Madre, también estoy contenta. Adiós hijos míos.
PUBLICO: Adiós Madre.
El Hermano:
Adiós hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano.
Padre Eterno:
Adiós hijos.
PUBLICO: Adiós Padre.
El Hermano:
Que la Paz del Señor-Yahvé, y la fuerza del príncipe de las almas
quede con todos vosotros.
PUBLICO: Y con tu Espíritu Hermano
El Hermano: Ave María Purísima.
PUBLICO: Sin pecado concebida.
El Hermano:
Nació en lo más pobre, en lo más sencillo y en
lo más humilde. Es un Rey, pero su Reino estaba en la sencillez y
en la humildad. En todo lo pobre, en lo más simple.
Él no nació
en lo más poderoso, ni en palcios. Nació en un pequeño pesebre
porque su Tesoro y su Riqueza, y
su Reinado estaba en vostros,
vuestros antepasados de entonces..., en sus corazones.
¡Marán matán! ¡Alabado sea el Señor que ha nacido otra vez!.
Adiós hermanos.
PUBLICO: Adiós Hermano.__
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