LAS BASES DE LA FE
POSTRIBULACIONAL
Por Adolfo Ricardo Ybarra
Copyright 2005,
A. R. Y. y J. J. Y.
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INTRODUCCIÓN
Cuando
el ministerio terrenal del Señor Jesús se acercaba a su término, estando por
última vez en el Templo de Jerusalén, denunció la maldad de los líderes y
gobernantes del pueblo Judío; sus terribles admoniciones resonaron en el templo
con una fuerza especial, espantosa, era la última vez, y portaban un mensaje
final de condenación hacia la generación perversa que lo había rechazado y que perseguiría a los creyentes en Cristo;
así terminó con una extraña frase:
He aquí vuestra casa os es dejada desierta.
Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que
digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.
(Mateo 23:38-39)
"He
aquí vuestra casa os es dejada desierta" advirtió a los escribas y
fariseos que tanto lo odiaban; ¿qué significaba esa frase? De primera
intención se pueden pensar varias
cosas, pero una cosa era clara, no era una cosa buena para ellos; era algo
horrible por rechazar al que vino a salvarles. Su casa quedaba desierta,
alguien dirá, puede referirse a la destrucción de Jerusalén, cuando las casas
de sus habitantes, incluyendo los escribas y fariseos, quedarían desiertas y
desoladas. Pero el singular llama mucho la atención; no dijo "vuestras
casas" sino "vuestra casa"; lo cual sugiere claramente al Templo
de Jerusalén. Además las palabras de Cristo resuenan con gloria sin igual, habla
como rey que es; aunque todavía no se ha sentado en el trono de su reino eterno
como el Hijo del Hombre, él es Dios, y como tal reina en todo momento sobre el
universo y anuncia a los escribas y fariseos que el templo es en ese mismo
instante dejado desierto por su divina voluntad. Desierto, solitario;
tristemente abandonado. Cristo, el Señor, se estaba retirando de allí para no
volver jamás, excepto en aquél día cuando el remanente Judío que sobreviva luego de una tribulación como jamás se vio,
crea en él al verle venir en su gloria
y exclame con gozo "Bendito el que viene en el nombre del Señor".
Y
Jesús se retiró del templo, solo regresará a él cuando los Judíos puedan decir
de él "Bendito el que viene en el nombre del Señor". Los discípulos
percibieron la gravedad del dicho divino y quizás tratando de interceder para
evitar la gran calamidad sobre el templo y sobre Jerusalén, inútilmente hablan
de la hermosura y grandeza del templo:
Y salido Jesús, íbase del templo; y se llegaron sus
discípulos, para mostrarle los edificios del templo.
Y respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? de cierto os
digo, que no será dejada aquí piedra sobre piedra, que no sea destruida.
(Mateo 24:1-2)
La
sentencia del Señor era imposible de cambiar y apareció aún con más fuerza, del
templo no quedaría nada en pie. La preocupación de los discípulos, ante lo
inevitable de los hechos por venir, se traslada al tiempo en que estos hechos
sucederán:
Y sentándose él en el monte de las Olivas, se llegaron á él
los discípulos aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal
habrá de tu venida, y del fin del mundo?
(Mateo 24:3)
Suele
creerse que los discípulos, en su pregunta, ellos unieron indebidamente la
destrucción del templo con la segunda venida de Cristo; pero en realidad Cristo
mismo acababa de mencionar su venida previamente como un hecho posterior a la
desolación del templo, desolación que comenzó en el mismo momento en que Cristo
pronunció esas palabras y salió del templo; desolación que incluiría la destrucción
de ese templo y la profanación del futuro templo allí y que duraría hasta el
fin. ¿No dijo Cristo a los escribas y fariseos, a los líderes de los Judíos
incrédulos, que su casa, el templo, es dejada desierta? ¿No dijo luego que esa
desolación del templo duraría hasta que digan "Bendito el que viene en el
nombre del Señor"? ¿No es acaso "el que viene" el mismo Señor
Jesús en su segunda venida gloriosa? Evidentemente fue el mismo Cristo quien
acababa de mencionar su segunda venida y entonces sus discípulos preguntan de
ello también; y no se limitaron únicamente al hecho de la destrucción del
templo que se levantaba ante sus ojos.
Principia
entonces el Señor en el Monte de las Olivas un discurso a sus discípulos, a su
Iglesia. Ellos aún no habían recibido el Espíritu Santo como lo recibirían en
Pentecostés, aunque el Espíritu estaba con ellos no estaba en ellos como para
siempre lo estaría a partir de Pentecostés (Juan 14:16-17); pero ya eran su
Iglesia; la era del Antiguo Testamento solo alcanzó hasta Juan el Bautista
(Lucas 16:16); Juan, como representante final de los santos profetas del
Antiguo Testamento se llamó a sí mismo el amigo del esposo; mientras que los
discípulos de Cristo ya eran considerados, espiritualmente hablando, como la
esposa de Cristo (Juan 3:29), es decir como su Iglesia (Efesios 5:23-32). Y
aunque el Señor dijo que edificaría su Iglesia, no dijo que en el futuro
instauraría su Iglesia (Mateo 16:18) sino que la edificaría y ahora mismo el
Señor consideraba a sus discípulos la Iglesia (Mateo 18:17), pues les dio
consejos de cómo recurrir entonces mismo a la Iglesia.
Comienza
entonces Jesús a hablar a la Iglesia acerca del futuro que ella quería conocer;
atrás quedó el discurso a los Judíos incrédulos, a quienes dejó en desolación,
ahora comenzaba el discurso para los creyentes de la Iglesia, quienes en los
discípulos preguntaron sobre esas cosas futuras y las señales de la venida de
Cristo al final. Y Cristo les habla de que todo se encaminaría hacia una
"grande aflicción, cual no fue desde el principio del mundo hasta ahora,
ni será" (Mateo 24:21), lo cual es conocido hoy como LA GRAN TRIBULACIÓN.
Y Cristo advierte a su Iglesia y la
prepara con consejos y mandamientos sobre cómo debería atravesar esa Gran
Tribulación; y la consuela diciendo que luego de esa Gran Tribulación, él
finalmente vendría (Mateo 24:29).
La
Iglesia de Jesucristo siempre atesoró esas palabras para ella misma y se
mantuvo en gloriosa expectación de la venida de su Señor que acontecería luego
de esa terrible prueba final: La Gran Tribulación. Siglo tras siglo, aún en los
más oscuros tiempos, en los cuales la Iglesia a veces creyó equivocadamente
estar en medio de la Gran Tribulación, ella esperaba a su Señor que vendría a
salvarla al final de esa que superaría a todas las tribulaciones que el género
humano soportó en su historia.
Pero
en el siglo XIX, algunos hermanos empezaron a decir que el discurso de Jesús en
el Monte de las Olivas no era para su Iglesia, sino para los Judíos. Ellos eran
buenos hermanos que han sido y en buena medida son un hito importante en el
desarrollo espiritual histórico de la Iglesia; hermanos de los cuales yo mismo
me veo beneficiado espiritualmente en todo momento gracias al alcance que su
buena influencia ha tenido y todavía tiene con su sano y bíblico
dispensacionalismo y su claro entendimiento del evangelio; hermanos de los
cuales no me siento separado a causa del error que he mencionado. Ellos dijeron
que la Iglesia no estaba representada en los discípulos de Cristo a quienes
habló en el monte. Dijeron que la Iglesia sería arrebatada por Cristo al cielo
antes de la Gran Tribulación; y que la Iglesia no pasaría por ella. Entonces los consejos para ser
aplicados durante la Gran Tribulación no eran consejos a la Iglesia sino a una
nueva categoría de Santos, distinta de los Santos de la Iglesia; ellos los
llamaron "los santos de la Gran Tribulación"; como si dichos santos
no pudieran ser los mismos santos de la Iglesia que habrían de atravesar la
Gran Tribulación. Nació entonces lo que hoy se conoce como la creencia
pre-tribulacional o pretribulacionismo; nombre que hace referencia a la
creencia de que la Iglesia no pasará por la Gran Tribulación sino que será
llevada al cielo antes de ella. Dicha creencia se expandió, y creció,
especialmente por la influencia de una Biblia con notas y comentarios
confeccionada por C. I. Scofield (una persona que parece no haber tenido un
buen testimonio en su vida personal), y hoy millones la creen como si fuera una
doctrina de Cristo. Ellos abandonaron la verdadera fe pos-tribulacional que es
la verdadera enseñanza de Cristo de que la Iglesia sería llevada con él LUEGO
de la Gran Tribulación que vendrá. Afortunadamente ellos no abandonaron al
glorioso evangelio de Jesucristo, sino que han sido y aún son puntales de la fe
Cristiana verdadera.
Pero
como es del interés de todos que creamos siempre la verdad en todo lo posible,
este es un libro donde será defendida una verdad, se sostendrá lo que hemos
recibido del Señor en su Palabra, que su Iglesia se encontrará con él LUEGO de
la Gran tribulación, también es un libro en el que se atacará a un error muy
difundido en la Iglesia actual, el pretribulacionismo, el error de que Cristo
se encontrará con su Iglesia antes de la Gran Tribulación, un error que ha
entrampado a cientos de miles de sinceros y verdaderos profesantes de la fe
cristiana, y que sin embargo tiene poco que ver con las sencillas y claras
enseñanzas de Cristo sobre su venida en gloria y majestad. El error en
cuestión, sin embargo es recibido en las iglesias como si fuera una gloria y un
logro del fundamentalismo bíblico; pero en realidad es una cosa objetable del
movimiento fundamentalista, una de las cosas que traerán problemas a la Iglesia
y que desacreditan mucho del buen trabajo doctrinal de los fundamentalistas;
tristemente muchos creen ser totalmente bíblicos, pero en profecía aún no están
bien fundamentados, Cristo nos enseñó que él vendrá a encontrarse con su
Iglesia LUEGO de la Gran Tribulación. El error pretribulacional surgió
recientemente y nunca se conoció en toda la historia de la Iglesia, y creo que
también terminará abruptamente, cuando los miles y miles que esperan el
ilusorio arrebatamiento pretribulacional se vean de repente envueltos en la
mismísima Gran Tribulación, de allí surge una especial preocupación en esta
obra por ADVERTIR a los cristianos de cual es la realidad que Señor Jesús nos
presenta. Gracias a Dios, errar diciendo que la Iglesia será arrebatada antes
de la Gran Tribulación, no es un error que pueda afectar la salvación de las
personas; actualmente hay miles de personas que están siendo salvadas aunque
instruidas en el error pretribulacional; pero, gloria sea al Señor, ellas están
siendo salvadas sin importar ese error en profecía; demás está decir que ningún
verdadero hijo de Dios puede perder su salvación, así que tampoco se puede
decir que un verdadero creyente puede perder su salvación por estar equivocados
con el error pretribulacional.
Debo
aclarar desde el principio que yo soy un dispensacionalista y un milenarista.
Eso significa que hago la distinción entre las distintas dispensaciones que
Dios estableció, y sé distinguir a la Iglesia como un cuerpo de santos distinto
revelado en la era del Nuevo Testamento, un cuerpo de santos que es distinguido
de los santos del Antiguo Testamento; significa también que tomo como
corresponde la enseñanza bíblica del futuro reinado milenial de Cristo en la
tierra, la tomo literalmente. Pero este libro es una protesta contra los
hermanos que han debilitado la verdad dispensacional y milenial con una cosa
extraña e improcedente como es el error pretribulacional. Me resulta muy triste
ver como algunos hermanos tratan de combatir el error amilenarista (de quienes
no creen en el reinado de mil años de Cristo en la tierra), mientras a la vez
tratan de imponer otro error bastante grosero, el error pretribulacionista. No
es verdad, como he leído en cierto lugar, que los amilenaristas son solo los
liberales teológicos no cristianos; eso es falso; hay una importante porción de
la verdadera Iglesia de Cristo que es equivocadamente amilenarista; y son
dignos de respeto; y como hermanos se les debe la responsabilidad en nuestra
presentación de la verdad dispensacional y milenial que ellos no aceptan. Por
mi parte yo soy limpio del error pretribulacionista, y ningún amilenialista
podrá señalarme como alguien que le
hizo tropezar mezclando la verdad dispensacional y milenarista con una cosa
extraña como es el pretribulacionismo; soy limpio de eso y mantengo la verdad
postribulacional que Cristo enseñó, así como la verdad dispensacional y
milenial..
También
es necesario aclarar que al ser yo milenarista y dispensacionalista, mi
demostración de la verdad postribulacional no resultará defectuosa como las
demostraciones de los hermanos amilenialistas. Estos hermanos, al no aceptar la
verdad sobre la última semana de años de Daniel ni el reinado milenial de
Cristo en la tierra, están privados de valiosas herramientas que podrían
utilizar en defender la verdad postribulacional; además, no se puede defender
la verdad postribulacional y a la vez tratar de forzar un error grosero como el
amilenialismo, porque eso malpredispone a los hermanos que están errando con el
error pretribulacional, pero que están acertados con su creencia milenial y
dispensacional. Por mi parte entonces soy limpio del error amilenialista, y
ningún hermano pretribulacionista podrá señalarme como alguien que le hizo tropezar mezclando la verdad
postribulacional con una cosa extraña como es el amilenialismo.
Es
el deseo del autor que muchos puedan prepararse espiritualmente sabiendo que es
probable, si es que su vida alcanza hasta ese tiempo, que tengan que atravesar
ese período denominado como la Gran Tribulación. Ruego al Señor que muchos
puedan escapar de la arrulladora autocomplacencia de la idea pretribulacional,
aunque sea a costa de sacrificios y sufrimientos. El establecimiento del estado
de Israel ha impulsado a los creyentes a reexaminar las profecías; hay una
pesada sensación de que los eventos de la Gran Tribulación están a las puertas;
muchos pretribulacionistas esperan que pronto, muy pronto han de ser
arrebatados, antes de que comience la inminente Gran Tribulación; otros afirman
que la Gran Tribulación puede estar lejos, pero ¿cuán lejos?, creo que está muy
cerca, 10, 20, 30, o aún 40 años es muy cerca, y aún si así no fuera, solamente
la verdad postribulacional es la que debe quedar para las futuras generaciones
de Cristianos. Cuando miles de Cristianos inocentes que esperan ser arrebatados
antes de la Gran Tribulación tengan que permanecer aquí en la tierra,
probablemente sean brutalmente sacudidos en sus fundamentos y terminen
flaqueando en la fe al tener que enfrentar algo que ellos quitaron totalmente
de su consideración; probablemente hasta crean que un pequeño grupo habrá sido
arrebatado y ellos han sido "dejados atrás"; verdaderamente la Gran
Tribulación será más grande para los que se hayan equivocado creyendo en un
arrebatamiento pretribulacional, que
para los que se han preparado espiritualmente como el Señor lo mandó, para un
arrebatamiento POStribulacional. Como quiera que sea, los verdaderos creyentes
en Cristo, aunque ahora sean pretribulacionistas, vencerán cuando llegue el
tiempo de la Gran Tribulación, porque ellos ya han vencido al mundo al creer en
el Señor.
Pero
esta obra también va destinada a los hermanos en la fe que entienden la verdad
postribulacional, es mi oración que el Señor use esta obra para confirmar a
estos hermanos, y si es posible fortalecer y añadir a su conocimiento de esta
gran verdad.
Las
citas pertinentes de Cristianos célebres postribulacionistas de la historia que
acompañan los títulos de cada capítulo de este libro son, salvo pocas exepciones, un trabajo del autor
e investigador Dave MacPherson de su artículo titulado Famous Rapture Watchers, un escritor cuya especialidad
es investigar los orígenes históricos de la doctrina pretribulacionista. Por
nuestra parte, este libro es más bien del tipo exegético en cuanto trata de
mostrar la base bíblica del postribulacionismo.
Las
notas aclaratorias dentro de citas irán entre corchetes[ ].
A
menos que se indique lo contrario utilizo la versión Reina-Valera 1909, la
autoridad del Nuevo Testamento es el Textus Receptus.
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