Llevarlo cerrado y colgado de la
mano derecha . . Deseo novio.
Llevarlo cerrado y colgado de la mano izquierda . . Estoy comprometida.
Apoyar los labios al extremo del abanico . . . . . . . Dudo de ti.
Como quien se quita el cabello de la frente . . . . . . Me acuerdo de ti.
Abanicarse muy deprisa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mucho te amo.
Abanicarse muy despacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . Me eres indiferente.
Cerrarlo apresuradamente . . . . . . . . . . . . . . . . . . Tengo celos.
Dejarlo caer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Te
pertenezco.
Llevarlo junto al corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sufro y te amo.
Cubriéndose parte del rostro . . . . . . . . . . . . . . . . Vigila, mis padres
observan.
Contar las varillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Deseo
hablarte.
Dar con el abanico a la palma de la mano . . . . . . . Calculo si me convienes.
Pasar el abanico de una mano a otra . . . . . . . . . . Te observo que miras a
otra.
Salir al balcón abanicándose . . . . . . . . . . . . . . . . Saldré de casa.
Salir al balcón sin abanico . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hoy no vamos a
paseo.
Golpear con el abanico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estoy impaciente.
Golpear la palma de la mano . . . . . . . . . . . . . . . . Ámame.
Cubrirse del sol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Eres feo.
No llevarlo y tenerlo en el bolsillo . . . . . . . . . . . . . No quiero amores.
Mirar con frecuencia el dibujo del abanico . . . . . . . Me gustas mucho.
Prestar el abanico al novio . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mal agüero.
Tomar el abanico del novio . . . . . . . . . . . . . . . . . . Indiscreción.
Los abanicos.
Marechal, el inspirado poeta francés ha dicho: El
abanico de una bella es el cetro del mundo.
Y Balzac ha escrito un hermoso capítulo sobre los
abanicos, que comienza diciendo: El abanico de Maria Antonieta es el más bello
de todos los abanicos célebres.
Esto viene a ser como la consagración de los abanicos,
cuyo origen se remonta a la más lejana antigüedad. Su patria es el Oriente:
aquellos países que durante la mayor parte del año son muy calurosos.
Muellemente tendidos a la sombra, los orientales no se
abanican por sí mismos. Un negro agita un gran abanico.
Algunas historias afirman que la Sibila de Cumas se
servía de un abanico en sus oráculos; pero antes de la aparición de las sibilas
los artistas egipcios pintaban abanicos en las paredes de las tumbas de Tebas, y
los reyes son representados rodeados de esclavos con grandes abanicos. En tiempo
de guerra servían como estandarte, y en tiempo de paz para refrescar al rey, y
en el templo para ahuyentar a los insectos de las ofrendas sagradas.
La iglesia griega tenía la costumbre de dar un abanico
a los que se ordenaban de diáconos para designar una de sus funciones, que era
espantar las moscas que pudieran incomodar al sacerdote encargado de decir misa.
Hay una leyenda china que explica el origen del
abanico. Una noche que la bella Kan-Si, hija de un poderoso mandarín, asistía a
la gran fiesta de las linternas, se vio obligada, por la violencia del calor, a
quitarse su antifaz. Pero como el pudor, la costumbre y la ley prohibían que las
mujeres expusieran su rostro a las miradas profanas de los curiosos ella sostuvo
el antifaz lo más cerca posible de la cara, agitándolo para darse aire.
La rapidez de los movimientos que imprimió a su mano y
al antifaz, era causa de que no se viera su fisonomía.
Todas las mujeres testigos de esta casual y encantadora
invención imitaron a Kan-Si y se vio a diez mil manos agitando diez mil
antifaces.
De China la moda pasó a la India y a Persia, donde se
hicieron con ramas de murto y hojas de plátano oriental. Después, en el siglo V
antes de la era cristiana, comenzaron a fabricarse con plumas de pavo, amarradas
a unas ramitas de boj.
El abanico del gran sacerdote de Isis, en la época en
que el culto de esta divinidad comenzó a propagarse en Grecia, tenía la forma de
un semicírculo formado por plumas de diferentes tamaños.
En su tragedia Helena Eurípides pone en boca de un
eunuco una relación, contando como con un abanico había repartido el fresco
sobre el cabello, el rostro, los brazos, el seno... de la bella esposa de
Menelas.
En Aoma se regalaban abanicos a los convidados de los
grandes banquetes. Una romana elegante no salía nunca a la calle sin llevar
abanico (flabellifera.) Los poetas romanos Ovidio, Terencio y Propercio, hacen
en sus versos frecuentes alusiones al abanico, y en muchas pinturas de aquella
época se ve de que modo se había propagado la moda. Entre las reliquias de la
reina Teodolinda, casada en 588 con Antharis, rey de los lombardos, que se
conservan en la catedral de Monza, se encuentra un abanico de plumas montado en
metal.
En la Edad Media se llevaban sujetos a la cintura por
una cadena de oro.
En Inglaterra no se usó abanico hasta finales del siglo
XIV, bajo Ricardo II.
En las Alegres comadres de Windsor, de Shakespeare,
Falstaff, hablando a Pistol, hace una alusión a los abanicos.
La reina Isabel recibió el día de su santo un abanico
guarnecido de diamantes, que Nichols describe con cuidado escrupuloso.
En el número de los presentes enviadlos a Hernán Cortés
por Montezuma, figuraban seis abanicos de plumas de diferentes colores montados
cuatro sobre diez varillas, uno sobre trece y el obro sobre treinta y seis,
todas incrustadas en oro.
En China el abanico forma parte del vestido usual.
llueve o truene no hay chino de calidad que deje el abanico en su casa. Del
celeste imperio viene la costumbre de escribir versos y pensamientos en los
abanicos.
En el Japón también es el abanico emblema nacional.
Por último, la conquista de Argelia hecha por los
franceses fue debida a un abanico.
El 30 de abril de 1827, el bey dio en una discusión un
fuerte abanicazo al embajador de Francia, y esta fue la causa de la guerra.
¡Cuidado, pues, con los abanicos!
El abanico como telégrafo.
Primera señal. - Cuando una mujer deja caer el abanico, a tiempo que pasa
a su lado un joven que la ha mirado dos o tres veces en el paseo, indica estas
frases: "No sea usted tímido... conozco que tiene usted inclinación hacia mí...
Disimuladamente y bajo cualquier pretexto, acérquese... y no será mal recibido".
Segunda señal. - El abanico cogido de suerte que el dedo pulgar lo
sostenga por un lado, en tanto que los otros, extendidos, ajustan al opuesto,
excepto el meñique, que queda separado y al aire, presenta dos pensamientos. Si
en la posición marcada, se abanica la persona lentamente, significa: "Explíquese
usted... manifieste usted sus intenciones... declárese usted... ríndase usted a
discreción, que yo no seré ingrata..." Pero faltando la mirada indica la idea
contraria: "Me fastidia usted... es excusado que me pinte el fuego de su pasión,
pues estoy decidida a no corresponderle.
Tercera señal. - Cuando una mujer, estando abierto el abanico, contempla,
sonriendo levemente, el paisaje, volviéndolo negligentemente de un lado a otro,
dice: "Bien, quedo enterada de lo que usted desea... resolveré... veremos... Los
hombres se han desacreditado tanto con el bello sexo, que no me atrevo. Vacilo,
pero, en fin, tenga usted esperanza".
Cuarta señal. - Si después de la precedente, se cierra rápidamente el
abanico manifiesta: "Estoy decidida... le amo a usted, y le doy el sí".
Quinta señal. - Entreabierto y dejando ver solo seis varillas de la
derecha, indica: "Esta tarde no salgo; a las seis vendrás a verme a la ventana
(portón, postigo o sitio determinado)".
Sexta señal. - Un golpecito dado con el abanico en el hombro del reciente
amante, le da a entender esta lisonjera frase: "Te quiero mucho, a pesar de que
eres falso, como todos los hombres".
Séptima señal. - Esta es de las más elocuentes. La mano derecha tiene
asido el abanico por el cabo: la izquierda se adapta a una de las guías; en esta
disposición, y con impulso pronunciadísimo, se cierra y se abre sin cesar, a
riesgo de rasgar el país... Este movimiento expresa terminantemente: "Es usted
un hombre falso, aleve... estoy esperando más de dos horas... No tiene usted
disculpa... Creo que nuestras relaciones concluirán si usted no se porta con mas
delicadeza".
Octava señal. - Los brazos cruzados; el abanico en la mano derecha, y
posición diagonal en el suelo, es una señal de reconciliación... Pero si a esto
se sigue un abanicazo, quiere decir: "¡Estése usted quieto! ¡Es usted demasiado
atrevido!... Puede venir alguien... No porque le haya perdonado a usted su
falta, le doy pie para..."
Novena señal. - El abanico cerrado y colocado encima de la falda es señal
de interrupción, y significa: "Mamá está algo mala... Esta noche no puedo salir
al balcón."
Décima señal. - Esta es el terror de los amantes y la mensajera de la
disolución, como el relámpago es el anuncio del trueno. He aquí la posición: el
abanico empuñado a guisa de cetro y apoyado sobre el muslo derecho, como quien
dice: "¡Hemos concluido!... Le han visto a usted hablando con una... Usted se ha
prevalido de mi sencillez... No quiero verle a usted mas!"
Vemos que, sólo con las señales explicadas, se ha
entablado con un noviazgo; han seguido sus entrevistas, sus desavenencias, sus
reconciliaciones, sus celos y últimamente su catástrofe, esto es, la terminación
borrascosa.
Estos mismos signos hechos por una casada, varían completamente de texto; y para
que sirva de norma a la multitud de maridos que los ignoran, los copiamos a
continuación, advirtiendo que las posiciones del abanico son exactamente iguales
a las examinadas.
1ª Significa: "Esposo, cae a mis pies." El marido, según el código
conyugal, debe estar dominado, gobernado y vigilado y sopoteado por su consorte.
2ª "El vestido de terciopelo negro pardea; es de todo punto urgente el
que vayas, marido mío, a la tienda y me compres otro."
3ª "¿Sabes que la compañía de ópera empieza a trabajar mañana? ¡Será
preciso abonarnos a una platea!"
4ª "¡Qué amable eres! ¡Y qué burro! ¡Y qué tonto!
5ª "El Corpus es el día de tantas... Necesito una mantilla que cueste por
lo menos 1.000 pesetas."
6ª "Esta noche iremos a refrescar en unión de catorce amigas que he
convidado."
7ª "¡Qué hombre tan poco amable! No quiere comprarme una casa de campo
para pasar allí la temporada de verano."
8ª "Mi amigo R. tiene un precioso carruaje. O me regalas otro igual o
reñiremos."
9ª "Estaré seria contigo hasta que me lleves a París. Deseo ver aquello."
10ª "¿Con que te empeñas en no dar las mil pesetas por el mantón de
cachemira? Pues bien... ¡sobre tu cabeza caerá el peso de mi indignación." |