Los Animales tienen La Palabra...

Animalistas Célebres

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Carlos Alfonsín

El valor de la vida

Las sociedades delegan en la universidad la tarea de formar profesionales en los diversos campos de la ciencia, con el claro objetivo de sustentar la vida en todos sus aspectos, proveer al bienestar y al desarrollo y hacer posible una convivencia armónica.

Así como la función de ingenieros y arquitectos consiste en edificar viviendas, levantar puentes y diseñar caminos, la obligación del médico es la de aplicar sus conocimientos en resguardo de la vida de sus pacientes y propender al restablecimiento de su salud cuando ésta se quebranta.

Nadie en sus cabales juzgaría razonable que la formación de estos profesionales se orientara a fines diametralmente opuestos a los
descriptos. Sería inadmisible que un ingeniero, en lugar de edificar pusiera su ciencia al servicio de la destrucción o que el médico se erigiera en ejecutor de los enfermos en lugar de intentar sanarlos.

Pero así como utilizamos el sentido común para establecer cuál de las conductas referidas es impropia de estos profesionales,
históricamente solemos no hacerlo cuando se trata de juzgar la actitud de un minúsculo número de médicos veterinarios que como paliativo al incremento de animales vagabundos parecen más proclives al sacrificio (al que refieren con eufemismos tales como “eutanasia” o “muerte piadosa”) que al mejoramiento de la calidad de vida de estos seres que paradójicamente la comunidad les encomendó asistir y que algún despiadado abandonó a su suerte, o que se prestan a practicar la "eutanasia a pedido" de una mascota para liberarla del sufrimiento provocado por una enfermedad terminal, sin indagar previamente si "el sufrimiento" al que se hace referencia es el del dueño o el del animal.

Como si se tratara de una leyenda urbana, es frecuente oír que en algunos antirrábicos o centros de zoonosis se practica la
“eutanasia” como método para regular el número de animales allí alojados o como forma de controlar la proliferación de mascotas abandonadas.

De verificarse la existencia de esas macabras prácticas, resultaría, cuanto menos, curioso que esos Centros fuesen dirigidos por veterinarios; es decir, por profesionales a quienes la comunidad les encomendó la misión de cuidar la vida de los animales a quienes deciden ejecutar.

Está en manos de cada uno de nosotros, como miembros de una sociedad civilizada, exigir enérgicamente que en la República
Argentina se extremen las medidas orientadas a mejorar la calidad de vida del animal y, a su vez, se realice una amplia y exhaustiva investigación, con la libre participación de personas e instituciones no gubernamentales interesadas en el tema, que permita establecer de una buena vez, la existencia o no de sacrificios injustificables en institutos antirrábicos, centro de zoonosis o de cualquier índole para que, llegado el caso, se proceda a la inmediata separación del cargo de los funcionarios que los hubieran autorizado, propiciado, ordenado o llevado a cabo, amén de las sanciones o penalidades que correspondiere aplicarles.

No existe justificación valedera para aquel que, encomendado a curar, opte por la muerte.

Si se alegara que los animales abandonados representan un potencial riesgo para la población humana, la solución estribaría en
erradicar el abandono, realizando censos, haciendo campañas que fomenten la tenencia responsable, la esterilización masiva y la penalización a todos aquellos que dejen animales desamparados, pero jamás la ejecución.

Y volvemos a apelar al sentido común: como secuela de una catástrofe natural o una guerra, amplios sectores de una población suelen padecer distintas enfermedades infecto contagiosas, algunas de ellas graves. Ningún médico, director de un hospital o responsable del área de salud se animaría a sugerir siquiera como método eficaz para resguardar la sanidad, el exterminio de los infectados.

¿Por qué, entonces hacer oídos sordos cuando exista una mínima sospecha o se denuncie que esta practica abominable es ejercida con total impunidad?

La matanza de animales callejeros atenta contra nuestro estilo de vida. Basta con reparar en la cantidad de hogares en los que sus integrantes conviven con uno o varias mascotas, para llegar a esta conclusión.

Cuando permanecemos impávidos frente a un burócrata que antepone a sus obligaciones un proyecto personal incompatible con el interés de la comunidad o toleramos que por incapacidad o falta de decisión no cumpla adecuadamente las funciones que le son propias, como sociedad damos un paso en dirección al vacío.

Defender la vida de los animales es también defender nuestros valores como seres humanos y sociales.

Carlos Alfonsín

cosas de perros y gatos
www.cosasdeperros.com.ar




La abuela, el león y el cocinero

Dudas existenciales:

¿Mamá, la abuela es mala?

No, como va a ser mala la abuelita ¿Por qué lo preguntas?

¿Y el león es malo?

Malísimo. Es un animal feroz.

¿Y el cocinero de la tele…?

Creo que no.

¿Y esos señores que mataron a las vacas que iban en el camión que volcó en la banquina y las cortaron?

No se. Tal vez sean malos o quizá tengan hambre… Aunque si yo tuviese hambre no creo que pudiera atreverme a matar una vaca
o… a lo mejor sí. No se, no se... Me parece que son malos.

¿Nosotros somos malos?

Nosotros somos muy buenos. A veces de tan buenos nos toman por tontos, pero no importa porque es mejor ser buenos.



La hora de los “¿por qué?”



¿Mamá, si la abuelita no es mala, por qué mata a las gallinas?

Para preparar el estofado que tanto te gusta.

¿Y la gallina no sufre cuando la mata?

No, para nada. La abuela sabe hacerlo.

¿Y si no sufre por qué se escapa cacareando y la abuela tiene que correrla?

Porque se asusta, pero no sufre.

¿Y si no sufre por qué se asusta?

Porque la gallina es un bicho muy asustadizo y hace un escándalo por cualquier cosa.

¿La gallina sabe que nosotros la vamos a comer?

No se, pienso que se lo debe imaginar.

¿Las gallinas se mueren de viejas?

Si no las matan antes, sí.

¿Y por qué la abuelita no espera que se mueran de viejas para cocinarlas?

Porque cuando son viejas se ponen muy duras.

¿Mamá, por qué decís que el león es malo?

Porque ataca a los pobres animalitos indefensos.

La abuela también.

Si, pero la abuela lo hace para alimentar a su familia.

Lo mismo que el león.

¡El león es malo y la abuela es buena! Si digo que es así, así ha de ser. Por algo soy tu madre.

¿Y los señores que mataron a las vacas que iban en el camión también lo hacen para alimentar a la familia?

Supongo que sí. ¿Qué otra razón tendrían para matar a las vacas?

Entonces, la abuela debe ser mala como los señores o los señores y el león, buenos como la abuela.

La abuela no mata vacas ni cebras, mata gallinas y únicamente los domingos.

¿Vos nunca mataste gallinas ni vacas?

Yo voy a la carnicería o a la granja.

¿Y ahí ya están muertas?

Por supuesto.

¿Las mató el carnicero?

No, el sólo las corta y las vende.

¿Entonces, el es bueno?

Si, a veces roba con el peso, pero en líneas generales podría decirse que es un buen hombre.

¿Y quién mata las vacas que él vende?

Unos señores en el frigorífico.

¿Esos señores son malos?

Es su trabajo.

¿Viste cuantas vacas iban en el camión que volcó?

Si, las pobres viajaban todas apretadas.

¿Todas las vacas viajan así?

Por desgracia sí. Las hacen viajar apretujadas para ahorrar dinero en transporte.

¿Es cierto que a los pollos les cortan el pico para que no se lastimen entre ellos y viven en jaulitas chiquititas donde no pueden
moverse?

Así dicen. Y les dejan la luz encendida de noche para que coman a toda hora y crezcan rápido para poder venderlos pronto.

¿Y por qué si el carnicero es bueno, les compra a esos señores del frigorífico que hacen sufrir a las vacas y no a otro que no las
haga sufrir?

Porque deben ser todos iguales.

¿Y por qué la gente compra la carne y el pollo que venden esos señores que tratan mal a las vacas y a las gallinas?

Tenés razón si fuésemos más inteligentes no les compraríamos nada. Seguro que para no fundirse empezarían a tratarlos mejor.

¿Y por qué vos seguís comprando?

Porque no sabría con qué otra cosa conformar a todos en esta casa.

Mamá, vos dijiste que el cocinero de la tele es bueno.

Si, parece bueno.

¿Si es bueno por qué pone la langosta viva en el agua hirviendo y los mejillones también?

¿Eso hace el muy canalla?. Ahora sí me enojé en serio. Ya mismo llamo al canal y les digo que saquen a ese degenerado del aire.

¿Mamá, el mono es bueno?

Si, muy bueno. ¡Ahí tenés un buen ejemplo!. Engulle frutos de los árboles y bien feliz que se lo ve, saltando de rama en rama con la
conciencia en paz.

¿Entonces el mono es más inteligente que nosotros?

Ya lo creo… Vaya una a saber cuánto tiempo atrás se habrá hecho él estas mismas preguntas.



Carlos Alfonsín

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