Los Animales tienen La Palabra...
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En su casa, Aníbal Vallejo, hermano menor de Fernando el
escritor, y su esposa Nora, conviven con 15 gatos, cinco perros, ocho tortugas y
una gallina
Una imagen de la niñez que todavía traumatiza al escritor colombiano Fernando
Vallejo es el sacrificio de un cerdo para la cena de Navidad. "Todavía me siguen
resonando en los oídos sus chillidos de dolor". Más que los humanos le importan
los animales, confiesa. En la soledad de su apartamento es feliz cada mañana
cuando Kim y Kina, las dos perras que adoptó en las calles de Ciudad de México,
lo despiertan a lambetazos, que para él son besos. "El amor de mi vida son los
animales". "Es mi verdad", reconoció hace un mes en Caracas durante el discurso
con el que recibió el Premio Rómulo Gallegos por su última novela El
desbarrancadero. El cheque de cien mil dólares que le entregaron en
reconocimiento a su obra literaria fue simbólico. El día anterior los había
traspasado a la cuenta bancaria de Fiorella Dubbini, una italiana que, como él,
vive de verdad para los perros.
Pero la verdad animal de Vallejo viene de familia. Primero por la sensibilidad
que se respiraba en medio de clases de música, artes y literatura, y luego por
su cercanía a la naturaleza. El refugio preferido era la finca 'Santa Anita',
entre Envigado y Sabaneta, donde junto a su hermano Aníbal y con la complicidad
de su abuela aprendieron a querer por igual a perros, gallinas, vacas, conejos y
corderos. Su madre, doña Lía Rendón, los introdujo en la apicultura que ya era
una actividad familiar.
El destino de los hermanos quedó marcado por los animales. La obra de Vallejo es
un claro ejemplo. Desde la obra de teatro Tomás y las abejas hasta la novela El
desbarrancadero, los animales ocupan un espacio importante en sus historias.
Mientras Fernando se abría camino en México con la historia de ficción de una
colmena de abejas atacada a piedra por un niño que luego es capturado por el
ejército de insectos, Aníbal Vallejo estudiaba Artes en la Universidad de
Antioquia, criticaba a sus compañeros de la Facultad de Biología que
diseccionaban animales por doquier y cada vez que se encontraba un animal herido
en la calle lo llevaba a su casa para curarlo. Lo mismo hacía Fernando donde
estuviera y se siguen llamando y escribiendo para hablar de sus aventuras
animales.
La controversia frente al tema siempre los ha acompañado desde comienzos de los
años 70 porque fueron de las primeras familias en tener perros en apartamentos
de Medellín. Cuando empezó la construcción de edificios y los letreros invitaban
a vivir en las montañas donde "los pajaros se oyen cantar", los Vallejo se
dieron a la tarea de añadir a los mensajes "y los perros ladrar".
En 1989, cuando Fernando ya era un escritor consolidado aunque no muy
reconocido, y Aníbal era pintor y profesor de la Universidad de Antioquia, se
les presentó la oportunidad de rescatar la Sociedad Protectora de Animales de
Medellín, que funciona desde 1917.
Fernando le ofreció apoyo espiritual y económico a su hermano y Nora, la esposa
de Aníbal, también se vinculó a la obra. Tres vegetarianos unidos por la causa.
Al principio funcionaron con ayuda presupuestal y profesional del municipio de
Medellín pero al final el matrimonio Vallejo terminó haciéndose cargo de la
entidad. Rescatar perros y gatos, defender caballos maltratados, criticar riñas
de gallos y corridas de toros hasta construir palomares en los parques ha sido
su segunda profesión. Por su experiencia Aníbal y Nora fueron los encargados por
el escritor para que viajaran a la capital de Venezuela en busca de alguien que
trabajara en la misma causa y mereciera los cien mil dólares.
La escogida fue la italiana Fiorella Dubbini porque completa 25 años salvando
perros y gatos callejeros. Educada en Europa y de familia pudiente, vivía en el
exclusivo sector caraqueño de Altamira hasta que fue expulsada del vecindario
por su obsesiva convivencia con los animales.
En el albergue cuidan 140 perros y 20 gatos, todos rescatados de la calle
TOMÁS Y LAS ABEJAS FUE LA PRIMERA OBRA LITERARIA EN LA QUE VALLEJO DESCUBRIÓ LA
QUE LLAMA SU "VERDAD ANIMAL"
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