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El amor cortés, los amores prohibidos, la pasión


"Amar pura y castamente desde lejos" era el ideal según la tradición del amor cortés que recorrió las cortes reales europeas del siglo doce. Según las reglas ideadas por las mujeres que gobernaron las cortes del amor, un caballero debía dedicarse a una señora, a menudo la esposa de su señor, en cuyo nombre sus hazañas debían ser hechas. Pero la señora, por lo menos en teoría, debía permanecer siempre sobre y más allá de él. Ella devenía en efecto en un ser más o menos divino más allá del alcance de cualquier hombre simplemente mortal. 
Pero los ideales son generalmente una cosa y realidad otra. Esto se refleja también en las viejas historias. La caída de Camelot siguió a la consumación del amor entre Lancelot y Guinevere, la reina de su señor y mejor amigo, Arturo.
En otro cuento de la recopilación Arturiana, dieron al joven caballero, Tristan, la tarea de transportar a Isolda, la novia de su señor y tío, a su boda. Pero durante el viaje, Tristan e Isolda bebieron involuntariamente una poción del amor prevista para la noche de la boda. La pasión prohibida que resultó, junto con las tentativas del par culpable de guardar el secreto, causó la ruina de cada uno de los implicados.
Afortunadamente, el amor no es siempre prohibido. Un hombre bajo el pulso del amor confesará a veces sus sentimientos a la mujer de sus sueños para descubrir que ella a su vez ha estado soñando con él. Pero entonces, cuando él la conoce mejor, ella puede convertirse aún en un misterio al tiempo que él descubre que ella no es como él pensaba que era. La magia de romance cede el lugar a la realidad diaria de la vida con una persona cuyas ideas y sentimientos no son siempre con los de él, dejandole desconcierto, heridas, y enojo. 
La lógica y la razón tienen poco que ver con el romance. A pesar de nuestras mejores intenciones de estar completamente prevenidos ante las elecciones que hacemos, enamorarse no es una decisión consciente; es algo que sólo nos sucede. En tanto que nosotros podemos desechar nuestros enamoramientos como ilusiones, todavía pueden no querer dejarnos en paz.
Un hombre puede creer que él está más allá de la edad en que las situaciones románticas podrían darlo vuelta como a un enamorado de catorce años. Pero entonces la princesa en la torre le llama, y está perdido, sin esperanzas. Para un hombre que tenga seria dificultad en separar la fantasía de la realidad, que no puede superar la promesa de la transformación representada por el objeto de sus fantasías, un amor no correspondido puede convertirse en una obsesión peligrosa. La mujer que él ama en vano deviene para él, simultáneamente, en un ángel con la energía de salvarlo si ella así lo quiere y un demonio que lo atormenta sin piedad. Convencido que la vida sin ella sea imposible, él puede terminar destruyéndola así como a sí mismo.


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