Pedro Campos |
Servir
los intereses y aspiraciones de la clase trabajadora, es
lo que da carácter de vanguardia al partido
Pedro Campos Santos
“Mandar
obedeciendo”, lo llama el sub comandante Marcos.
Tradicionalmente,
desde que Lenin desarrolló su teoría sobre el papel de
vanguardia del Partido Comunista en relación con la clase
obrera, el movimiento comunista internacional y sus partidos
afiliados se esforzaron por guiar y encabezar las luchas
económicas y políticas de las masas trabajadoras.
Después de
la muerte del líder bolchevique, en el seno del movimiento
comunista y obrero internacional se desarrollaron y agudizaron múltiples
contradicciones, cuando la dialéctica revolucionaria fue
trocada en postulados preestablecidos, que se aprendían como el
catecismo, y se pretendía aplicarlos mecánicamente en disímiles
contextos, provocando muchos equívocos.
En general,
los intentos de controlar y dirigir el movimiento obrero
internacional sobre la base de un pensamiento homogéneo, se
distanciaban de la amplia concepción original de la Primera
Internacional, que fundó y dirigió Carlos Marx. Esta
organización pretendía la unión y coordinación de las
acciones del movimiento obrero del mundo entero, sin distinción
de línea política, sin sectarismos, sin pretender uniformarlo,
ni mucho menos dirigirlo desde un centro.
Los
estatutos generales de la Asociación Internacional de los
Trabajadores redactados por Marx, expresan en su artículo
primero: “La Asociación es establecida para crear un
centro de comunicación y de cooperación entre las sociedades
obreras de los diferentes países y que aspiren a un mismo fin,
a saber: la defensa, el progreso y la completa emancipación de
la clase obrera.” (1)
Y, en “Las
pretendidas escisiones en la Internacional”, señalan los
fundadores del Socialismo Científico: “Así, los Estatutos
de la Internacional, no reconocen más que simples sociedades
“obreras”, todas las cuales persiguen el mismo objetivo y
aceptan el mismo programa. Programa que se limita a trazar los
rasgos generales del movimiento proletario, y deja su elaboración
teórica a cargo de las secciones, que aprovecharán para
ello el impulso dado por las necesidades de la lucha práctica y
el intercambio de ideas que se efectúa. En los órganos de las
secciones y en sus congresos se admiten indistintamente todas
las convicciones socialistas” (2)
Las
actuaciones de Marx y Engels en el seno de la Primera
Internacional, la Asociación Internacional de los Trabajadores,
muestran su consecuencia con desarrollar todo el accionar
revolucionario de los trabajadores a partir de la propia
realidad, del movimiento concreto que experimentaba la lucha de
clases y no compartían ninguna idea preconcebida como
doctrina sectaria que tratara de imponer, desde fuera, ningún
particular camino a la clase trabajadora.
Toda la obra
teórica de Marx, es un sistemático y profundo canto analítico
a la realidad, sus entrecruzadas causas y manifestaciones y,
cuando su mirada iba más allá de su tiempo, solo era
proyectada de manera general, como prolongación del
desarrollo dialéctico de esa realidad.
En la Guerra
Civil en Francia, Marx expresa: “La clase obrera no
esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen
ninguna utopía lista para implantarla por decreto del
pueblo…. Ellos no tienen que realizar ningunos ideales, sino
simplemente dar (rienda) suelta a los elementos de la nueva
sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su
seno. Plenamente conciente de su misión histórica y
heroicamente resuelta a obrar con arreglo a ella, la clase
obrera puede mofarse de las burdas inventivas de los lacayos de
la pluma y de la protección pedantesca de los doctrinarios
burgueses bien intencionados, que vierten sus ignorantes
vulgaridades y sus fantasías sectarias con un tono sibilino de
infalibilidad científica” (3)
La Segunda
Internacional, en este sentido, tuvo una línea parecida a la de
la Primera, hasta que, violando el sentido internacionalista de
la clase trabajadora, fracasó por el chovinismo que predominó
en el seno del movimiento obrero europeo cuando la
Primera Guerra Mundial.
La Tercera
Internacional, creada por Lenin, significó un cambio total en
las concepciones orgánicas y organizativas respecto a las ideas
originales de Marx, y estructuró la Internacional sobre la base
de organizaciones políticas para dirigir o pretender dirigir el
movimiento obrero, que deberían tener una concepción similar
sobre los medios y fines de las luchas obreras y deberían
responder a una estructura vertical, y a los principios del
centralismo democrático a la manera del partido comunista. El
II Congreso de la III Internacional celebrado en 1920, adoptó
las “21 Condiciones” que restringían aún más la
participación de organizaciones proletarias y establecía una
disciplina partidista a nivel internacional (4).
Luego de la
muerte del fundador de la III Internacional, se afianzó la
tendencia sectaria que, con Stalin al frente, tendió a
subordinar todo el movimiento obrero mundial a las concepciones,
directrices e intereses del gobierno de la URSS, no sin lucha en
el seno de la IC, como evidenciaron las discusiones y acuerdos
de su VII y último Congreso celebrado en 1935. (5) La III
Internacional se disolvió en 1943, y en 1947 se creó la
Oficina de Información Comunista, que fue cerrada en 1956.
Inspirados
en las ideas de Lenin y el triunfo de la Revolución de Octubre,
los partidos organizados bajo esta concepción y guiados desde
un centro director general, llegaron a controlar incluso el gran
mapa “socialista” que componían la URSS con sus Repúblicas
Socialistas Soviéticas, las Democracias Populares del Este
Europeo y que luego se amplió con la República Popular China y
Viet Nam.
Cuba se
incorporó al grupo de naciones que intentaban construir
el socialismo, pero aquí los comunistas no habían sido la
fuerza dirigente principal que inició el movimiento
revolucionario, sino que se le incorporaron y, más tarde, en
los albores de la lucha concreta por las nuevas relaciones
de producción socialistas, se diluyeron en el nuevo partido de
la Revolución. (6)
La filosofía
dirigista que predominó en el Movimiento Comunista
Internacional después de Lenin, y que pretendió imponer dogmas
y preconceptos a la construcción socialista, en lugar de partir
de las realidades económico-sociales de cada país,
y que procuraba poner el movimiento comunista internacional en
función de los intereses y consideraciones del gobierno de la
URSS, es responsable en buena medida del derrumbe del Socialismo
Soviético con todos sus cohetes nucleares, sus 15 Repúblicas y
todo el Pacto de Varsovia.
Esta situación
llegó tan lejos como a las intervenciones militares de la
URSS en Polonia, Hungría, y Checoslovaquia, la expulsión del
Partido Comunista Yugoslavo de la Oficina de Información
Comunista , el rechazo a la participación yugoslava en el CAME
y a las fuertes discrepancias chino-soviéticas que llevaron a
conflictos militares fronterizos -por citar las más conocidas-
todo, por diferencias de enfoques surgidas de la propia clase
trabajadora y los Partidos Comunistas que, precisamente, se salían
de la aplicación de concepciones dogmáticas sobre el papel del
Partido, la clase obrera y las políticas que debían aplicarse.
La manera
de establecer el camino a seguir, por decreto partidista, según
entiendan las cúpulas dirigentes, o convenga a sus intereses de
grupo, buscando una vía desarrollista sin tener primero en
cuenta el avance de las relaciones socialistas de producción,
ni las demandas inmediatas de las masas trabajadoras, ya sean
manuales o intelectuales, de la ciudad o del campo, es también
responsable -en mucha medida- de que en China avance un
capitalismo de Estado cada vez más acentuado, con paulatino
predominio del capital extranjero. (7)
Si el
reformismo económico de los partidos obreros, los llevó en
ocasiones a colocarse a la zaga del capitalismo, el
desconocimiento o subestimación de los intereses concretos
inmediatos de los trabajadores, los condujo, en ocasiones, a
desligarse de las masas trabajadoras. Las consecuencias fueron
desastrosas en todos los casos, pero peores cuando eso ocurría
desde el poder.
Del
fracasado socialismo de fines del siglo pasado, unos partidos
comunistas que giraban en la órbita soviética, simplemente,
desaparecieron; otros vieron decrecer su influencia; algunos se
fundieron con otras fuerzas para no perecer y unos pocos
lograron cambiar a tiempo sus programas, adecuándose a
las necesidades concretas del movimiento obrero y han logrado
insertarse exitosamente en las nuevas condiciones.
Debemos
extraer las lecciones de la historia. Si el resultado práctico
de todo aquello fue ese desastre en casi todas partes ¿dónde,
cuándo y cómo se perdió el papel de vanguardia de las luchas
sociales, de los movimientos de los trabajadores? No es “hacer
leña del árbol caído”. No. Tenemos, necesitamos, estamos
urgidos de encontrar qué falló en esa “concepción de
vanguardia”. No se trata de cuestionar el papel de dirigente
que debe jugar el Partido, sino de cómo realizarlo
efectivamente a partir de conjugar los intereses inmediatos,
mediatos y estratégicos de los trabajadores y no imaginar que
pueda ser ejercido por simple decreto y el establecimiento de líneas
predeterminadas o de esquemas ideados por “mentes
superiores”.
Marx nunca
organizó un partido político nacional para imponerle una
línea al movimiento obrero. Los fundadores del Socialismo Científico
buscaban siempre imbricar su pensamiento con los movimientos
obreros ya existentes, escarbaban en esas experiencias de lucha
de las clases trabajadoras, las manifestaciones de sus
intereses, los modos y maneras en que actuaban, al tiempo que
criticaban las organizaciones sectarias que trataban de
controlar el movimiento obrero en función de intereses
estrechos de grupos o individuos.
En carta a
Carlos Cafiero, cuando Engels reseña la oposición suya y de
Marx, a incluir en el programa de la Internacional, la demanda
de Bakunin de la abolición del derecho de herencia y del
Estado, señala: “En nuestra Asociación tenemos hombres de
todo género: comunistas, proudhonistas, unionistas,
tradeunionistas, cooperadores, bakuninistas, etc., e incluso en
nuestro Consejo General hay hombres de opiniones bastantes
diferentes. En el momento en que la Asociación se convirtiera
en una secta, estaría perdida. Nuestra fuerzas reside en la
amplitud con que interpretamos el artículo primero de los
Estatutos, a saber: que son admitidos todos los hombres que
aspiran a la emancipación completa de la clase obrera.”
(8)
Es evidente
que para Marx y Engels el Partido tenía que ser menos secta y más
sindicato, discusión que luego se sostuvo en el seno de
varios partidos comunistas y de la propia Internacional, cuando
para muchos de sus cuadros, se hacía claro que algunos
elementos del partido, trataban sus asuntos como conciliábulo,
en reuniones cerradas, con agendas secretas y resultados más
ocultos, aislados de las masas de los trabajadores y distanciándose
de sus acciones e intereses inmediatos.
Esta
tendencia se evidenció con más fuerza en los movimientos
revolucionarios y partidos obreros de los países capitalistas
de menos desarrollo, donde se subestimaba la lucha por los
intereses más inmediatos de los trabajadores, lo cual era
considerado como “economicismo”. Al respecto, en carta a
Paul Lafargue, Marx, refiriéndose a Bakunin, expresa: “Este
asno no ha comprendido siquiera que todo movimiento de clase
como tal es y ha sido siempre necesariamente un movimiento político.”
(9)
Después de
la Revolución de Octubre, se desarrolló el esquema de que la
teoría revolucionaria venía de la intelectualidad que estaba
fuera de la clase trabajadora y que era el Partido quien daba
sentido revolucionario a las acciones de los trabajadores. Los
teóricos revolucionarios que interpretaron así el marxismo, no
valoraron en toda su dimensión, las acciones propias de Marx en
el seno de la clase obrera inglesa, y sus constantes llamados a
interpretar la realidad no como reflejo del pensamiento, sino
precisamente al revés: el pensamiento como reflejo de la
realidad, tal cual es. Su llamado a transformarla -“práctico-crítica”-
era partiendo de esa misma realidad, como precisa Marx en las
Tesis 1, 8 y 14 sobre Feuerbach. (10)
Aquella
concepción intelectualista que ganó muchos adeptos dentro del
movimiento comunista, contribuyó también a la sobre valoración,
por muchos dirigentes, del papel predominante de los pensadores
y las “teorías revolucionarias”, sobre las tendencias prácticas
de la sociedad y la actuación concreta del movimiento obrero,
que no debían confundirse con espontaneismo y anarquía.
La clase
trabajadora moderna que incluye a todos los asalariados, sobre
todo a partir de la revolución científico técnica y la
automatización, ha adquirido una fisonomía más amplia que
incluye a toda la intelectualidad trabajadora, productora de
bienes, tecnologías y servicios, altamente calificada y
culturalmente desarrollada, capaz de generar masas de políticos
y científicos sociales desde su propio seno, que no solo
dominan las teorías revolucionarias, sino que lo hacen desde la
posición de la clase trabajadora.
Si luego de
la revolución industrial inglesa, la clase obrera, por
componerse en su mayoría de asalariados manuales, precisó de
intelectuales venidos de otras clases, para que le ayudaran a
reconocer las concepciones científicas en las que se basaban
sus condiciones de existencia y desarrollo, esa situación empezó
a cambiar con el nacimiento del siglo XX, al final del cual, se
había transmutado completamente.
Siendo así,
hoy se hace más real que nunca, la frase varias veces expuesta
por los fundadores del Socialismo Científico, tan repetida como
poco entendida: “la emancipación de la clase obrera, debe
ser obra de la clase obrera misma”, lo que obliga más
todavía, a partir de las propias consideraciones de los
modernos obreros, para establecer cualquier línea de actuación
del movimiento revolucionario de los trabajadores.
En verdad,
la actuación de Marx y Engels, más que de vanguardia, parecía
una acción de búsqueda minuciosa en la retaguardia del
movimiento obrero. Siempre estaban a la zaga, aprendiendo
y luego interpretando el movimiento, sus acciones, el
significado de las mismas, hacia dónde conducían, qué
encerraban, qué buscaban los trabajadores. Ellos no
especulaban, no inventaban soluciones, las extraían de las
experiencias vivas, históricas, concretas del movimiento
obrero, aprendían de ellos: Qué hacían los obreros, qué querían…Ese
era el camino.
Engels, en
carta a Konrad Shmidt en agosto de 1890, expresa: “Nuestra
concepción de la historia es, sobre todo, una guía para el
estudio y no una palanca para levantar construcciones a la
manera del hegelianismo”. (11) Cinco años después
ratifica el aserto en carta a Werner Sombart: ...“toda la
concepción de Marx, no es una doctrina, sino un método”.
(12) Para ellos el papel de los comunistas no era imponer nada,
sino simplemente identificar la realidad para facilitarla e
impulsarla y transformarla, pero a partir de ella misma.
Cuando la
Comuna de París, y luego, en relación con los movimientos y
partidos de la clase obrera alemana, inglesa, europea en
general, trataron de influir, aportaron criterios, también
sostuvieron ácidas polémicas con los líderes de aquellos
movimientos proletarios, sobre todo con Lassalle y Bakunin pero,
más que nada los estudiaban. Incluso después del Manifiesto
Comunista firmado en 1848, y de la fundación de la Primera
Internacional en 1864, la actuación de los clásicos fue tratar
de unir y coordinar el movimiento político de la clase obrera
internacional existente, más que guiarlo, conducirlo, o hacer
de vanguardia.
La
experiencia práctica posterior de muchos partidos comunistas,
demuestra que sus posibilidades de influencia se acrecentaron
en la medida en que asumieron o se integraron a los movimientos,
acciones y procesos revolucionarios obreros o nacionales,
actuando más desde los propios intereses de los trabajadores,
que como pretendidas vanguardias.
Luego del
desastre socialista de fines del siglo pasado, el neoliberalismo
aprovechó la confusión creada en el movimiento obrero, para
desarticular los beneficios obtenidos por los trabajadores en un
largo siglo de luchas contra el capital como el derecho de
huelga, las grandes centrales sindicales, los salarios mínimos,
la jornadas de 6 y 8 horas, las compensaciones salariales por la
inflación, los contratos colectivos de trabajo, el pago de
horas extras y otras por el estilo.
En los últimos
años la situación ha ido cambiando, pues el aumento de la
explotación de la clase trabajadora en los países capitalistas
desarrollados, el saqueo del llamado Tercer Mundo y las guerras
de rapiña imperialistas por el control de los recursos
naturales y los mercados, han acentuado como nunca las
diferencias sociales, y han arrojado a la pobreza, a la
marginación y a la miseria a millones de seres humanos en todas
partes, incluidos los propios países capitalistas
desarrollados. A causa de esto, un movimiento migratorio
“ilegal” de enormes proporciones tiene lugar en todos los
continentes.
El
movimiento obrero internacional se va recuperando del trance
producido en el cambio de milenio, y la resistencia en cada país
crece, al tiempo que nuevas formas internacionales de unión y
organización van surgiendo, como los movimientos alter
mundistas; y nuevos procesos revolucionarios, en todo el mundo,
nacidos de nuevas condiciones y diversos matices, van aflorando
como la Revolución bolivariana en Venezuela, el triunfo del
Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia, y los triunfos democráticos
de gobiernos progresistas en América Latina.
Paralelamente
se producen otros procesos internacionales, en Rusia, China, y
en muchos países productores de materias primas que tienden a
contrarrestar al hegemonismo norteamericano, creído invencible
centro de poder unipolar, desde fines de la pasada centuria.
El
movimiento obrero, no solo se manifiesta a través de sus
organizaciones relacionadas con los partidos de izquierda, sino
en las acciones mismas de los trabajadores y grupos de
trabajadores en su actividad práctica, incluso sin control de
esas organizaciones, informalmente, en relación con la producción
de bienes materiales, en las formas de apropiación de los
resultados y en la manera en que realiza su
auto-reproducción como clase.
F.Engels en
Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, al
considerar el método materialista dialéctico en Marx señala: “Pero
de la descomposición de la escuela hegeliana…brotó esta
corriente de Marx.…replegándose sobre las posiciones
materialistas. Es decir decidiéndose a concebir el mundo real
–la naturaleza y la historia- tal como se presenta a
cualquiera que lo mire sin quimeras idealistas preconcebidas;
decidiéndose a sacrificar implacablemente todas las quimeras
idealistas que no concordasen con los hechos, enfocados en su
propia concatenación y no en una concatenación imaginaria.”
(13)
Esa es la
manera de evitar decisiones preconcebidas, burocráticas,
administrativas, de tipo “dirigista” que, en lugar de
beneficiar el avance del movimiento obrero y el proceso
revolucionario hacia el socialismo, puedan ser contrarias a los
intereses de los trabajadores y a la revolución socialista que,
en la era moderna son una y la misma cosa, no porque la clase
obrera tenga obligadamente que asumir y apoyar las posiciones
del partido, sino porque precisamente, es al revés: el partido
debe identificarse con y promover, los intereses de los
trabajadores.
Una
interpretación muy mexicana y también muy realista de esa dialéctica
marxista sobre el papel de los revolucionarios, la encontramos
en una de las consignas del sub-Comandante Marcos, Jefe del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional de México: “mandar
obedeciendo”. La única forma de realizar una dirección
efectiva de la clase trabajadora, es conociendo sus dinámicas y
sirviendo -obedeciendo- a sus intereses, prioridades y
aspiraciones.
Las
organizaciones políticas que pretendan encabezar el movimiento
obrero en cualquier país del mundo moderno, deben tener en
cuenta todo esto, si no quieren fracasar.
Bibliografía
1) C. Marx.
Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los
Trabajadores. C. Marx y F.Engels OE en tres tomos. T-II.
Editorial Progreso. Moscú 1973.
2) C, Marx y
F. Engels. Las pretendidas escisiones en la Internacional.
C.Marx y F. Engles. OE en tres tomos. T-II. Editorial Progreso.
Moscú 1973.
3) C. Marx.
La guerra civil en Francia. C.Marx y F.Engels. OE en tres tomos.
T-II. Editorial Progreso. Moscú 1973.
4) Instituto
de Marxismo-Leninismo Anexo al CC del PCUS. La Internacional
Comunista. Ensayo histórico sucinto. Editorial Progreso. Moscú
5) Idem.
6) El
Partido Socialista Popular, Partido Comunista, participó en la
lucha contra la tiranía de Batista y después de un período de
indecisión decide apoyar la lucha armada que se desarrollaba en
la Sierra Maestra. Luego del triunfo de la Revolución, se
integró junto a las otras fuerzas revolucionarias en el Partido
Unido de la Revolución Socialista (PURS) -bajo la dirección
del Comandante en Jefe Fidel Castro- que más tarde adoptó el
nombre de Partido Comunista de Cuba. Nota del autor.
7) Según estadísticas del
Ministerio de Comercio de China, el pasado año, de las 500
empresas con un volumen de comercio exterior superior a 300
millones de dólares, 304, el 60,8% del total, son firmas de
inversión foránea, el resto 141 son de propiedad estatal y 55
empresas privadas chinas. Las 500 principales firmas
exportadoras vendieron unos 605 mil millones de dólares, 42,6%
del total. La mayor exportadora del país el pasado año con 14
mil 470 millones de dólares fue la compañía Hongfujin
Precision Industrial, subsidiaria del mayor fabricante de
productos electrónicos de Taiwán, perteneciente a su vez a la
estadounidense General Electric. Datos tomados del comentario
para Radio Habana Cuba del economista cubano Santiago
Brugal: China: El Yuan, comercio y crecimiento. 21 de julio de
2006.
8) F. Engels.
Carta a Carlos Cafiero. 1-3 de julio de 1871. Marx, Engels y
Lenin acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo. Editorial
Progreso. Moscú.
9) C. Marx.
Carta a Paul Lafargue, 19 de abril de 1870. Marx, Engels y Lenin
acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo. Editorial
Progreso. Moscú.
10) C. Marx.
Tesis sobre Feuerbach. C.Marx y F. Engels, OE en tres Tomos. T-I
Editorial Progreso, Moscú 1973.
11) F.Engels.
Carta a Conrado Shmidt el 5 de agosto de 1890. C.Marx y F.
Engels, OE en tres Tomos. T-III Editorial Progreso, Moscú 1974.
12) F.Engels.
Carta Werner Sombart. 11 de marzo de 1895. . C.Marx y F.
Engels, OE en tres Tomos. T-III Editorial Progreso, Moscú 1974.
13) F.
Engels. Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica
alemana. C.Marx y F. Engels, OE en tres Tomos. T-III Editorial
Progreso, Moscú 1974 |