Félix Sautié |
LA
ÉTICA EN RAZÓN DE LA VIDA, LA VERDAD, Y LA JUSTICIA. III
Félix Sautié Mederos
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Ética política, cristiana y
revolucionaria
Una vez
analizada la íntima dependencia que existe entre lo ético, lo
social y lo diverso, lo que podría definirse como una función
orgánica de una magnitud similar a la que biológicamente
se desarrolla entre el cerebro y el pensamiento, ya que la ética
es una actitud, forma de conducirse o definitivamente forma de ser
necesaria, <diría yo más bien que imprescindible>, para
desenvolverse la persona con normalidad y paz dentro de su medio
social y natural, sobre todo en virtud de la bio y socio
diversidad que por esencias mismas requieren de una
verdadera armonía funcional, en la que lo básico sea el
respeto de lo que es individual hacia lo que es diverso y
viceversa, se impondría en consecuencia, según mi criterio,
analizar los engarces y las interdependencias espirituales que
existen entre la ética, la vida, la verdad y la justicia, lo que
a continuación trataré de describir.
Ante todo,
debo comenzar por exponer el criterio de que lo ético solo
podría plantearse como necesario en virtud del movimiento que es
la vida, y dentro la verdad que conforma las esencias de las
realidades que se desenvuelven en razón de la dimensión espacio
temporal de que se trae, ya sea la que podemos conocer por medio
de nuestros sentidos o la que pudiera manifestarse en lo que se ha
dado en denominar como lo paranormal o más allá de lo que
consideramos normal. Como no pretendo plantear conceptos
exhaustivos al respecto del tema, por lo pronto para el propósito
de exposición de una Ética Política, Cristiana y Revolucionaria
que anima a estos artículos que escribo para POR ESTO, me limitaré
a desarrollar el concepto de la Ética dentro de la dimensión
espacio temporal contemporánea más asequible a nuestro
desenvolvimiento social o lo que es lo mismo aterrizar en la
realidad cotidiana que hoy estamos viviendo en Cuba y en el mundo
en general y dentro de la cual todos podríamos comprendernos
adecuadamente.
La ética,
reitero con otras palabras a las escritas en los dos anteriores
artículos, indudablemente es una virtud inherente a lo humano en
cualquier dimensión en que se desenvuelva, dada por el hecho de
la posibilidad real que tenemos de decidir a plena conciencia
entre lo que es bueno y lo que es malo, incluso en la dirección
errada de hacernos daño a nosotros mismos más allá de lo que
nos definen e inclinan al respecto nuestro sentidos y por
tanto en total diferencia de los animales que actúan
instintivamente. Considero que esta constante es un
punto de partida para todas las definiciones que nos estamos
planteando en esta serie de trabajos y que nos plantearemos en los
que están por publicarse al respecto de estas cuestiones.
Entonces, para
comenzar con este aspecto de la serie que publica POR ESTO, debo
significar que en el plano de la política encontraremos una clara
vinculación de la verdad con la transparencia, algo este último
concepto a lo cual le dedicaré especial atención en el próximo
artículo al respecto de estos temas La verdad es algo esencial
tal y como dijo Jesús a sus discípulos: “Si os mantenéis
en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis
la verdad y la verdad os hará libre” (Jn. 8,31-31), porque
la mentira o bien el ocultamiento de la verdad coincide
generalmente con los intentos y con el ejercicio efectivo de la
dominación y sojuzgación, lo que siempre tendría que mantenerse
por la fuerza y con el ocultamiento de las verdaderas intenciones,
así como de la verdad propia de los intereses espurios que mueven
a estos torcidos propósitos. Por tanto la verdad no es algo como
para ocultarse detrás de los obstáculos que puedan interponérsele
o para manipularla en razón de determinados conceptos estratégicos
o tácticos de la política, la economía o la sociedad por muy
importantes que éstos puedan ser, sino para divulgarla y actuar
en consecuencia, tal y como plantea Jesús a discípulos,
según relata el Evangelio de Mateo, cuando les dijo: “Ustedes
sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la
cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara
y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero para que
alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz
delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y
glorifiquen a vuestro padre que está en los cielos.” (Mt.
5, 14-16).
La luz como
concepto teológico tiene que ver con la iluminación en busca de
la verdad, porque la luz deviene instrumento para encontrar la
verdad del camino que debemos transitar durante el peregrinaje y
el rumbo final a que vamos destinados en virtud del movimiento
propio de la biología y el tiempo de nuestra existencia como
parte del peregrinaje que constituye la vida de cada uno de
nosotros los seres humanos seamos creyentes o no. Cuando los
posibles caminos son envueltos por las tinieblas que ocultan la
verdad, podríamos errar el rumbo y/o caer en las trampas que nos
interpone el mal determinado por los otros que lo hacen su opción,
o bien ser manipulados por los intereses de dominación que hoy
pretenden controlar al mundo ya sea a nivel universal o dentro del
ámbito propio de los espacios cotidianos en los cuales nos
desenvolvemos, así como también afectados por la acción de los
peligros que nos acechan dentro del desenvolvimiento de las leyes
que rigen a la naturaleza y la sociedad de nuestro tiempo.
La ética es
inherente con lo que es el bien, lo que es bueno específicamente
para la opción de nuestra libertad inherente a la condición de
seres humanos, por lo cual siempre que fuera necesario, deberíamos
optar a plenitud de conciencia. El bien solo se encontraría
especificado dentro de la verdad objetiva y subjetiva, ya sea como
su esencia característica o como el desbrozamiento del camino
en la dirección principal que nos conduce hacia bien paradigmático
e ideal en pos del cual deberíamos subordinar todas las
actuaciones de nuestra vida, poniendo ante nuestros ojos la
realidad en que nos movemos ya sea favorable o desfavorable, así
como los peligros que implicarán las actuaciones a favor del mal
de acuerdo con el ejercicio de la libre opción por parte de los
demás que nos acompañan directa o indirectamente vinculados a
nuestras andaduras por la vida, así como, repito en razón de los
obstáculos y los peligros propios de la naturaleza dentro de la
cual nos desenvolvemos.
La política
para ser consecuente con las verdaderas necesidades del
conglomerado social en que se desarrolla, tiene que ir en búsqueda
de la verdad como base objetiva y subjetiva para su
desenvolvimiento cotidiano sea cual fuere, favorable, neutra o
desfavorable a los efectos de actuar en consecuencia, sin
secretismos ni ocultismo de ningún tipo, porque la verdad debe
ser descubierta y conocida por todos como base de la justicia en
que debería desenvolverse la vida cotidiana. Cuando la verdad se
esconde, los principios de la moral y de la ética se violentan y
se anulan, porque con la verdad ocultada incluso detrás de
los obstáculos que resulten reales y que sean independientes de
nuestra conciencia, es caldo de cultivo para la desmoralización,
el caos, la desesperanza con las consecuencias e implicaciones que
todo ello determina sobre la vida cotidiana. En el transcurso del
tiempo, el movimiento de la vida ha demostrado que la verdad no
puede ser ocultada por todo el tiempo y que la mentira es tan
endeble en el tiempo como constante es el ritmo del movimiento en
la profundidad dentro del cual se desenvuelve, porque Jesús dijo
al respecto muy claramente: “Guardaos de los falsos
profetas que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero
dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis…No todo
el que diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos
sino el que haga la voluntad de mi Padre que está en los
cielos” (Mt. 7, 15-16; Mt 7,21-22). Incluso la fuerza, la
mentira y el miedo que se generan por los poderosos hacia los que
se proponen dominar, nunca ha durado tanto tiempo como para
eternizarse (no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo
resista tal y como dice el refrán), lo cual también recordó Jesús
a sus discípulos, refiriéndose a estos poderes temporales
que se yerguen sobre las cabezas de los demás que sojuzgan,
con las siguientes palabras: “No le tengáis miedo. Pues no
hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que
no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo
vosotros a la luz, y lo que oís al oído, proclamadlo desde los
terrados. (Mt. 10, 26-27). También Mateo, recordando las
escrituras y lo que había anunciado el Profeta sobre la Encarnación
de Jesús en la tierra, recogió las siguientes palabras en
su capítulo 13, versículo 35: “Abriré con parábolas mi
boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del
mundo”.
Porque aquello
de que todo lo que se oculta siempre de una forma u otra, habrá
de saberse, es una verdad muy importante para el ejercicio
de la ética, sobre todo para tenerlo muy en cuenta cuando las
fuerzas flaquean, cuando el miedo se ha entronizado y cuando
las esperas en el tiempo se hacen largas y angustiosas; entonces
en estas circunstancias y coyunturas, siempre deberíamos
continuar adelante con la esperanza y la confianza de que en
definitiva el bien habrá de imponerse sobre el mal con el
ejercicio de nuestro esfuerzo y de nuestras luchas. En estas
circunstancias, la historia ha demostrado que cuando se
persiste en la lucha y cuando los miedos se dejan atrás a pesar
de sus consecuencias, las fuerzas del bien siempre se han logrado
imponer sobre el mal por la acción de quienes actúan
consecuentemente con la verdad y logran subvertir, cambiar y
revolucionar a la mentira establecida por la fuerza de los poderes
temporales. Aquí la ética que se ejercita a partir de la
verdad puede transformar y/o erradicar las perversiones que
entorpecen y/o desvirtúan a la justicia verdadera. Es entonces
una ética política revolucionaria.
Por eso los
que hoy luchan por la verdad ya sea en Cuba, en México o en el
mundo en sentido general, si persisten en sus propósitos
llegarán al triunfo de la verdad, pasando con fortaleza de espíritu
por encima de los miedos que tratan de atarnos con la mentira por
muy poderosos que sean los intereses que los generan. De aquí la
importancia que tiene el ejercicio de una consecuente ética de la
verdad y la justicia, por muy en minorías en que se encuentren
los que hoy la ejercitan. El cristianismo siempre se ha
desenvuelto como parte de las minorías, minorías fueron los
cristianos frente a los escribas y los fariseos y más aún frente
al Imperio Romano, minorías son en el mundo de hoy dentro de las
fuerzas del mal e incluso dentro de los mismos que son sojuzgados,
minorías a veces en sus propias comunidades son dentro de los que
desvirtúan sus principios de justicia y amor imitando a los
escribas y fariseos que hacían de la religión y las creencias
del pueblo de Israel una carga insoportable.
Dentro de
estas circunstancias minoritarias siempre ha habido el testimonio
de los mártires, de las luchas de los que no se desaniman y la
verdad se ha impuesto por sobre la mentira en un avance lento y en
espiral con adelantos y retrocesos que han movido a la historia de
la humanidad en pos de una verdad, una justicia y una perfección
que cada día se hace más evidente y se manifiesta en realidades
pequeñas cuya suma nos llevarán a la victoria definitiva del
bien sobre el mal en la Nueva Jerusalén que se proclama en el
Evangelio con el establecimiento del Reino de los Cielos, que es
utopia y trascendencia que nos debe animar en la lucha por el
amor, por el bien, por la verdad y por la justicia final. Esta es
la manifestación de una ética de resistencia a contracorriente,
como la que en definitiva con independencia de sus creencias han
manifestado personas, algunas tan distintas y controvertidamente
tan similares, como son Teresa de Calcuta, Monseñor Arnulfo
Romero, Benito Juárez, Camilo Torres o el Che Guevara. A ex
profeso planteo juntos a personas que han actuado en tan
diferentes medios e incluso de forma controvertida para algunos,
porque la ética política de raíz cristiana y revolucionaria se
manifiesta en muchas personas que incluso no aceptarían estos
calificativos en relación con sus conductas pero que su entrega a
las causas de los más desposeídos los conduce por prácticas muy
similares de vida y de actuación incluyendo la puesta en práctica
de métodos distintos incluso. Es una unidad controvertida en
medio de la diversidad. Algo complejo que requería mayor estudio
y fundamentación que quizás pueda desarrollar como parte de esta
serie de artículos escritos para POR ESTO.
Estas son las
luchas de ayer y de hoy, tal y como muchas veces lo hacen los que
actúan desde posiciones que son consecuentes con las necesidades
y anhelos de las grandes masas que hoy son explotadas y que muchos
identificamos con las izquierdas. Pero eso de izquierdas, derechas
y centros en política son posiciones muy relativas, con lo que es
la verdad y la justicia que emana de estas realidades con que nos
topamos por desfavorables que pudieran ser. Digo esto porque hay
un gran abuso político y una manipulación muy intensa con la
expresión de estas denominaciones geográfico-direccionales, que
a veces solo sirven para señalar tendencias y posturas realmente
controvertidas con la esencia que enuncian o la acepción que históricamente
se le ha dado a estos términos.
Otro problema
muy importante es la relación de la verdad, la
justicia, el paradigma y la utopía con lo que es trascendente, lo
que constituye un concepto básico de la ética Cristiana que fija
su fundamento esencial en el paradigma que constituye un ser único
que es Dios verdadero y hombre verdadero, que triunfó sobre la
muerte y que nunca se pone viejo y que en la profundidad del
tiempo se fundamenta en la fe de su regreso, que será el signo
del establecimiento de la justicia final y verdadera. Este ser que
es el Dios Trino y Único, nunca envejece y su fiesta principal es
el nacimiento de un niño que vino al mundo en medio de los pobres
de la tierra y como un pobre más clamando por la justicia, el
amor y la paz. Estos conceptos se renuevan desde hace tres
milenios cada año y siempre han podido beber en ellos las nuevas
generaciones que se abren a la vida, mientras que los poderes
temporales que se hacen absolutos y que fijan su paradigma en los
seres que somos supeditados a la muerte que nos resulta inexorable
y que podemos ceder ante la entronización de nuestro ego por
sobre el de los demás y a las tentaciones del poder y del mal, no
podríamos constituir paradigmas válidos en torno a los cuales se
forje una ética consecuente e inclaudicable a favor del bien por
sobre el mal, hasta tanto no fuéramos capaces de entregar
definitivamente nuestras vidas después de peregrinaje terrenal de
luchas y esfuerzos indoblegables. En esos momentos de entrega
final después de haberse consumado y no antes, podríamos pasar a
ser seres humanos que proyectamos luz de aurora parafraseando a
José Martí . Este es un secreto básico de la ética
cristiana y de la ética revolucionaria, incluso que actúa
inclusive en contra de la ambición y el pecado que los propios
cristianos y sus jerarquías terrenales hacen suyos con mucha
frecuencia, incluyendo también a los propios revolucionarios y
sus jerarquías.
De aquí la
importancia que tienen aquellos seres humanos capaces de entregar
sus vidas por sus ideas y dar la vida por sus amigos, tal y como
dijo Jesús en el Evangelio, “Nadie tiene mayor amor que el
que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13), porque
ellos son los testigos de la verdad, paradigmas de la ética
trascendente que se genera a partir del crucificado que resucita
sobre la acción de la muerte que le profieren los hombres como
consecuencia de su libre opción por el mal que los moviliza.
También incluso comparten estos conceptos fundacionales de la ética
cristiana aquellos que no tienen estas creencias, pero que actúan
en virtud de estos principios éticos, pero sin calificarlos como
cristianos. Tener paradigmas trascendentes es algo muy
importante, porque la moral y la ética correspondiente no
debería fijar sus rumbos en pos de lo temporal y de lo efímero,
de ahí lo peligroso que puede resultar endiosar el comportamiento
de los seres mortales, con independencia de quienes
sean, que siempre estarían en posibilidad de actuar conforme a
los caprichos de su voluntad, solo los que dan la vida por
sus ideas y sus amigos como expresa Jesús son los que después de
haberla entregado demuestran su verdadero amor sostenido hasta el
final de su peregrinaje por la vida.
La moral y la
práctica ética correspondiente a esa moral, no pueden estar al
arbitrio del relativismo y la circunstancialidad que podría
convertirlas en veletas que giren al soplo de los poderes
temporales. Esto es algo muy importante para tenerlo en cuenta en
los movimientos políticos y revolucionarios de hoy, que buscan la
equidad distributiva y la justicia social. Estos movimientos deberían
tener muy definido que los principios morales y éticos de la
nueva sociedad deben fundamentar su orientación hacia lo
trascendente que no muere, hacia lo trascendente que no depende
exclusivamente de la voluntad humana que siempre podría ser
endeble, sino que deben fundamentarse en la verdad que puede
exponerse a luz para que todos la conozcan, porque como dijo Jesús
a sus discípulos: “Pues todo el que obra el mal aborrece la
luz y no va a la luz para que no sean censuradas sus obras. Pero
el que obra la verdad, va a luz, para que quede de manifiesto que
sus obras están hechas según Dios” (Jn. 3, 20-21).
Lo
circunstancial, lo relativo fácilmente se subordina a
cualquier absolutismo aún en forma controvertida con lo que busca
a la verdad, a la justicia que es equidad para todos y muy
especialmente para los más endebles y desvalidos, los pobres de
la tierra y que no puede comulgar con los ahogos que
son propios de cualquier absolutismo que endiosa al
pensamiento de los hombres, mortales en su esencia básico, por
encima de lo que realmente es trascendente. Esta es una cuestión
muy importante en estos momentos de auge revolucionario en
Nuestra América, porque en el fragor de los enfrentamientos que
desarrollan la pasión y que llegan a ponerla por encima de la razón,
puede que las personas de forma sutil vayan convergiendo hacia los
endiosamientos capaces de ponerlo todo en manos de una sola
voluntad que podría equivocarse y envanecerse en su ego,
sustituyendo a lo trascendente o bien confundiendo a lo que es
trascendente con lo que es su voluntad. Este endiosamiento puede
cegar a las personas, que poco a poco le van dando menos valor al
pensamiento de los demás y al respeto por la vida y la voluntad
de los demás. Ese es el momento en el que surgen los nuevos mesías
que llegan a identificarse con la obra y el poder de Jesús con la
diferencia que Jesús es Dios además de hombre y ellos son solo
mortales. Resulta que podrían ser elevados al rango de paradigmas
y en virtud de lo cual podría desarrollarse una ética del
respeto que deviene en miedo, ya que cualquier otro pensamiento
puede ser anatema por la acción del paradigma vivo y mortal que
lo juzga todo y que todo lo orienta sin tener en cuenta a los
derechos de los demás. Es cuando la moral y la ética que
devienen de esas circunstancias se basan en el miedo, que es el
mismo miedo con que los pastores y presbíteros fundamentalistas
enseñan el catecismo sobre la base que no debe pecarse por el
temor al castigo de un Dios todopoderoso Señor de los Ejércitos.
Esta moral legalista del respeto y del miedo al paradigma que es
absoluto, humano y mortal, cae en crisis cuando ese mortal que la
encarna cumple su ciclo de vida y sale definitivamente del mundo
de los vivos. Este es un asunto moral y ético de alto vuelo, que
hay que estudiarlo por encima de las miserias humanas y
analizarlo desde el punto de vista estrictamente de la razón, sin
apasionamientos de ningún tipo, para verlo en su verdadera
trascendencia.
La ética
cristiana tiene sus miras en lo que verdaderamente es trascendente
y entonces es cuando el pensamiento de Jesús se presenta con los
filos que cortan y que generan la persecución de los
poderes del mundo que nos les interesa la verdad, la justicia ni
la vida de los demás. Por eso el propio Jesús dijo a
quienes le pidieron que saliera de Galilea cuando los judíos lo
buscaban para matarlo que: “Todavía no ha llegado mi tiempo,
en cambio vuestro tiempo siempre está a mano. El mundo no puede
odiaros; a mí sí me aborrece, porque doy testimonio que sus
obras son perversas”. (Jn 7, 6-7). También dijo a sus discípulos:
“Mirad que yo lo envíos como ovejas en medio de lobos
.Sed pues prudentes como las serpientes y sencillos como las
palomas. Guardaos de los hombres porque os entregarán a los
tribunales y os azotarán, y por mi causa seréis llevados ante
los gobernadores y los reyes, para que deis testimonio ante ellos
y ante los gentiles.” (Mt 10, 16-18).
La
consecuencia de las palabras con los hechos es un elemento básico
de la Ética Cristiana en todas sus manifestaciones
sociales, políticas y humanas en sentido general, porque sin el
testimonio que se da con la vida misma es muy difícil que se
pueda proclamar una moral justa y una ética consecuente, pero
esto es motivo para otro tema futuro, dada la importancia que
tiene para la Ética Política Cristiana y Revolucionaria.
(SEMANARIO
UNICORNO, PERIÓDICO POR ESTO, MÉRIDA YUCATÁN, PUBLICADO EL
DOMINGO 17 DE JUNIO DEL 2007)
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