Vuelo corto
En el a�o noventa mientras m�s trabajo me dieran era mejor, pues no estaba en Santiago y mi mente a los 21 deseaba estar siempre muy ocupada. Adem�s, todo era excitantemente nuevo. Los compa�eros de trabajo, las m�quinas, el mar y una idea de aventura me invad�a siempre el pensamiento, arrinconando mi af�n creativo en un lugar que en la entrada ten�a un cartelito que dec�a: "Para m�s adelante".

Sin embargo siempre estuvo presente, en alg�n plano, el p�jaro que me angustiaba, cada vez que me recordaba cu�nto tiempo llevaba sin volar. El mar ofrec�a una excelente fuente de reflex y trance pero carec�a del aire, delgado por la altura, que mi p�jaro necesitaba.

En Mayo todo gir� por muchos d�as en torno al Blackie, al Nebraska y al Kenmore, que eran los barcos pesqueros de alta mar de la compa��a donde trabajaba. Ofrec�an constantemente problemas, ellos eran entonces mi pan para la mente.

En un fin de semana, la jornada comenz� temprano el domingo. La mantenci�n consist�a en cambiar el domo del sonar que consiste en una delicada misi�n que comprende el contrato de un buzo que lo saca por debajo de la quilla. Desmontar el sistema tractor, desconectar el preamplificador y los cables del ducto me tom� horas en la sala de m�quinas, mientras que compart�a el reducido espacio con cuatro mec�nicos que desmontaban el tomafuerza (bomba hidr�ulica que usa la energ�a del motor principal). Todo mi cuerpo sudaba. Entre el casco y los protectores auditivos ca�an hilos de agua con sal, que se mezclar�an m�s tarde con el agua de la sentina (parte m�s profunda del casco donde se depositan l�quidos). El motor auxiliar no paraba de producir calor, ruido y nauseabundos gases, al mismo tiempo que el barco se mec�a continua e incansablemente.

Mi compa�ero buscaba la mejor forma de amarrar y sellar los cables del ducto del sonar cuando me ech� un vistazo y exclam�:
- �Ricardo, sube!.
- �Y por que?.
- �Sube, est�s verde!.

Comprend� que me estaba mareando pero todav�a no lo sent�a. �Claro!, ya eran como las dos de la tarde y hab�a estado desde muy temprano encerrado en un verdadero horno, respirando un aire viciado, deshidratado y sin haber almorzado. En dos segundos cagu�. Perd� la firmeza de las piernas y las n�useas comenzaron a aparecer con el vaiv�n del barco. No dije nada y sub�. Entonces, efectivamente, me sent� de color verde.

Al salir de la sala de m�quinas, el cambio de temperatura, me produjo tal escalofr�os que me recordaron la peor de las gripes. Afuera todo era caos. Ya estaba todo el equipo de mantenci�n a bordo. Mientras unos reparaban las redes, un soldador produc�a rel�mpagos sobre mi cabeza, otro con una galleta me pon�a una barrera de material incandescente. Sub�an y bajaban mec�nicos, el carpintero, el motorista, los yomeros. Otros hac�an maniobras de carga y descarga, descolgar la panga. Cables y mangueras parec�an serpientes sobre la cubierta. Los escapes de los motores m�s el anulante hedor, que proven�a de las bodegas de pescado, empeoraron mi situaci�n.
Mi campo visual se redujo a ..................
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