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Un poco de historia..
En el año 1972 un sacerdote alemán a cargo de la Parroquia Inmaculada Concepción y un grupo pequeño de habitantes del lugar, pusieron en marcha el plan para evitar la emigración de los jóvenes hacia otras provincias” fundando el Colegio Secundario Juan XXIII. Nuevas dificultades se presentaron cuando “ el Colegio se quedaba sin número de alumnos que se exigía para poder seguir funcionando” dado a que los mismos debían regresar a sus hogares por no contar la localidad con un lugar de alojamiento.
En esta circunstancia, otro sacerdote alemán fundó
el Albergue Parroquial, para captar alumnos de localidades y parajes ubicados
distantes hasta cien kilómetros de la localidad de Villa Atamisqui.
Fue así como gracias a la buena voluntad de personas que colaboraron, en especial
desde Alemania, se construye el Albergue Juan XXIII.
A través de estos años ha ido cumpliendo
una función muy importante, y prueba de esto, es la cantidad de ex albergados
que hoy en su mayoría son profesionales. Y que sin la posibilidad que el albergue
les brindó en su tiempo, su carrera se hubiera visto en dificultades.
En este momento los Misioneros Oblatos de María Inmaculada y las Hermanas Hijas
de María Auxiliadora, junto a un grupo de laicos, siguen llevando adelante el
albergue; construyendo ese sueño del que depende el futuro de muchos jóvenes.
Quienes llevamos adelante el Albergue constituimos una comunidad humana comprometida
al servicio de la promoción integral de los jóvenes. Sabemos que la educación
ayuda al ser humano a potenciarse como persona y a tomar conciencia de su dignidad.
Para muchos de estos jóvenes el Albergue es el primer lugar en el que pueden
experimentar lo más parecido a un hogar. Por la atención que reciben, por el
cariño y cuidado que buscamos brindarles. Tan necesario en esta etapa de la
vida, ya que sus edades varían entre 11 y 20 años. Para algunos la falta de
sus padres, la situación de pobreza extrema que viven en sus casas, la necesidad
de ser tratados como seres humanos, son uno de los tantos gritos de dolor, por
los cuales Dios nos sigue hablando...
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