LA ANSIEDAD

         A diferencia de la risa, que echa abajo las murallas y abre vías de comunicación entre las personas, la ansiedad, que también es contagiosa, levanta una pared que nos impide comunicarnos.
       A muchas personas les produce ansiedad sentirse solas; pueden no estarlo y sentirse solas de todos modos. Otros se preocupan excesivamente por la dieta: de qué modo puede afectarnos a la salud, el nivel de azúcar, el colesterol. También nos produce ansiedad nuestra apariencia física. Por último, hay ansiedades vinculadas al trabajo o a los estudios: ¿estamos haciendo lo que en realidad deseamos? ¿tendremos trabajo la semana que viene?
       La buena noticia que puedo dar ahora es que podemos combatir la ansiedad si expresamos francamente cómo nos sentimos, afrontamos los problemas y exhalamos la tensión.
       Cuando estamos ansiosos, nuestra respiración es superficial, y liberamos el aire con menos frecuencia. El resultado es que tenemos un exceso de dióxido de carbono, lo cual puede producir dolor de cabeza, respiración agitada y taquicardia. Para liberar tensiones debemos oxigenarnos; una buena técnica respiratoria de relajación puede ayudarnos a adquirir el control respiratorio y relajarnos. Otro modo de salir de la trampa de la ansiedad es disipándola: contando cómo nos sentimos a un amigo o a un especialista, empleando el tiempo en cosas que nos suelen relajar o, incluso, recurriendo a la autoafirmación de que podemos con cualquier adversidad, ya que hasta el momento ha sido así.
       Debemos tener en cuenta que todos acumulamos ansiedades, y que las podemos exteriorizar en el momento más inoportuno. Lo que debemos hacer es simplemente dejarnos llevar por la corriente, la corriente de nuestra respiración. Sencillamente tome aire y déjelo salir. Puede parecer trivial, pero es la base del autocontrol y de una vida libre de ansiedad.

Aitana López


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