Libros de Zein Zorrilla comentados en esta página por Javier Agreda: Dos más por Charly (1996), Las mellizas de Huaguil (1999), La sombra del padre (2000), Siete rosas de hierro (2003).

 

 

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Dos más por Charly

 

Zein Zorrilla consigue con Dos más por Charly (Lluvia, 1996) transformas la conocida historia del joven provinciano que llega a Lima a forjarse un futuro en una “una novela singular e inclasificable”, según afirma Martin Lienhard en el prólogo del libro. Y no por lo original de las peripecias de Charly sino por la irrupción en el relato de elementos poco comunes en nuestra narrativa urbana.

 

Carlos Guzmán, El “Charly” de Zorrilla, es miembro de una familia mestiza, propietaria de una pequeña hacienda en Quillabamaba, y viene a Lima para seguir estudios de ingeniería. Después de postular tres veces a la UNI, se ve envuelto en un malentendido que lo hace pasar como ingresante. Charly no se atreve a aclarar este enredo y a partir de entonces vive una vida de mentiras y simulaciones, la que concluye con su muerte atropellado por un camión justo delante de la universidad a la que nunca pudo ingresar.

 

Aunque las acciones narradas no llevan desde la modernidad limeña hasta el tradicional mundo de los campesinos provincianos, todos los personajes de la novela tienen características bastante similares: pertenecen al mismo grupo social (pequeños propietarios serranos), cuentan la misma historia familiar (crisis en las haciendas, pérdidas de cosechas, invasiones de comuneros) y comparten el mismo ideal: el mito del título profesional como único medio para llegar a “ser alguien”.

 

Esta monotonía, tanto temática como ideológica, da a la novela una atmósfera cerrada, opresiva y asfixiantes, “de película muda o esperpento”, al decir de Lienhard. Y pese a que Zorrilla emplea un narrador omnisciente en tercera persona, es obvio que tanto este narrador como el propio autor participan de las características de los personajes. Así, los sentimientos de Charly se retroalimentan con los del autor y dan lugar a pasajes de exagerado patetismo: “Si su nombre no aparece en las nóminas (de ingresante), la estrecha senda de su vida se hundirá bajo sus plantas y lo dejará caer en las ciénagas del fracaso, de la humillación, de la más lóbrega y eterna noche” (p. 18).

 

Socialmente demasiado cerrada para dar cuenta del amplio proceso de transformaciones que sufre el país, esta novela nos muestra, con la fidelidad de un retrato autobiográfico, algunos de los problemas que tienen los migrantes, poseedores de una mentalidad andina y campesina, para entender e integrarse a un mundo urbano y moderno. Este desencuentro origina algunos de los rasgos más singulares de Dos más por Charly, como el lenguaje grandilocuente y con ciertas resonancias modernistas. O esas extrañas descripciones de la ciudad en las que los escasos jardines o las modulaciones de la luz solar parecen ser los elementos más importantes.

 

Los mitos más importantes y significativos que encontramos en el libro son precisamente mitos andinos. El cabrero Enríquez que se presenta en el capítulo cinco, y cuyas cabras son en realidad pecadoras arrepentidas, es un típico caminante “condenado” andino. También la función de mensajeras e intermediarias que cumplen las mujeres en la familia de Charly es muy parecida a la de los “chaupis”. El mismo Charly, obligado a vivir lejos de su hogar y rodeado de apariencias engañosas, es otra variante del caminante condenado.

 

Dos más por Charly puede no ser una gran novela, pero sí es una interesante muestra de sincretismo entre formas literarias netamente occidentales y modernas, con mitos y tradiciones de origen andino. (10 de junio 1996)

 

 

 

Las mellizas de Huaguil

 

Fruto del mestizaje cultural propio de nuestro país, la narrativa de Zein Zorrilla (Huancavelica, 1951) tiende a romper moldes y esquemas, aunque con desiguales resultados literarios. Tanto en su primer libro de cuentos, Oh Generación (1988) como en su primera novela Dos más por Charly (1996), el crítico Martín Lienhard resaltó “la orientación más connotativa que denotativa de su lenguaje lleno de encantos andinos”. Sin embargo Zorrilla ha preferido abandonar este lenguaje por otro más universal en su más reciente novela, Las mellizas de Huaguil (San Marcos, 1999), un relato acerca de la forma en que la modernización está afectando incluso a los pueblos más recónditos de nuestra serranía.

 

Rosaura e Inés, las mellizas a las que alude el título, son dos muchachas que se criaron juntas en Huaguil, un pueblo “a diez horas de Huancayo” (p. 9) y cuyos habitantes se dedican en su mayor parte al pastoreo. Cuando comienzan ciertos problemas entre los pobladores y un importante hacendado local, Rosaura decide salir a probar fortuna a Huancayo, mientras que Inés opta por quedarse resistiendo al lado de su madre. Con el tiempo Rosaura se va haciendo una comerciante más y más importante, llegando a establecerse en Lima. Inés, por el contrario sólo pasa de un problema a otro: los abusos de los hacendados, las contrariedades generadas por la reforma agraria, los ataques del terrorismo (queda viuda y con un hijo), y una enfermedad que le deforma el rostro y termina con su vida.

 

Es evidente que el autor ha usado a sus dos protagonistas para graficar dos actitudes completamente opuestas ante las radicales transformaciones de la sociedad andina en los últimos años. La primera es la de Rosaura, la de huir de la pobreza y tratar de modernizarse; la segunda es la de Inés, quedarse en la tierra en que se nació, formar una familia y luchar por mejorar sus condiciones de vida. Pero la forma en que Zorrilla presenta esta oposición es demasiado esquemática y simplista. Rosaura es todo lo negativo: renuncia a sus raíces y hasta a su propio nombre (lo cambia varias veces), se aleja de la familia y nunca tiene hijos. Inés es todo lo positivo: se enfrenta a las autoridades injustas, acompaña a su madre y a su esposo hasta la muerte, tiene que ser padre y madre para su hijo. Y hasta su rostro deforme por la enfermedad se opone a la belleza artificial de Rosaura.

 

Lo más paradójico de esta novela es que su emotivo discurso a favor de las tradiciones y en contra de la modernidad es realizado desde una perspectiva sumamente moderna y en un pulcro “español estándar” (así lo denomina Miguel Gutiérrez en la contraportada del libro) libre de cualquier contaminación léxica o sintáctica proveniente del quechua. Si en Dos más por Charly las peculiares descripciones de la ciudad de Lima hacían notar el origen andino del autor, en Las mellizas... las descripciones del mundo andino revelan más bien un exceso de retoricismo muy similar al de ciertos narradores modernistas. Y aunque Miguel Gutiérrez afirma que con estas opciones Zorrilla “pone fin a los últimos rezagos del indigenismo”, podemos encontrar muchas similitudes entre este libro y Aves sin nido (1889) novela fundadora de este movimiento en el Perú.

 

En otros aspectos, el autor da muestras de evidentes progresos literarios con respecto a su narrativa anterior: los sucesos están mejor estructurados y resultan más verosímiles, hay un más apropiado manejo del tiempo (gracias al acertado empleo de la elipsis), y los personajes -especialmente el de Inés- están más desarrollados. Por todo eso Las mellizas de Huaguil resulta una novela interesante, una muestra de que Zorrilla continúa trabajando seriamente, aunque con altibajos, en la elaboración de una narrativa sumamente personal.

 

 

La sombra del padre

 

Reconocida internacionalmente, la narrativa de Mario Vargas Llosa ha merecido premios tan prestigiosos como el Rómulo Gallegos o el Príncipe de Asturias. Existen numerosos estudios críticos dedicados a esta obra, pero la mayor parte de ellos sólo analizan las técnicas narrativas o la compleja estructura de las novelas. Pocos han intentado calar en la misma materia humana de que están hecha estas narraciones. El escritor Zein Zorrilla (Huancavelica, 1951) es uno de esos pocos, pues acaba de publicar La sombra del padre. Vargas Llosa y su demonio mayor (Lluvia, 2000) un interesante ensayo que intenta una aproximación temática a la obra del novelista arequipeño.

 

Uno de los grandes temas de la literatura es el de la búsqueda del padre, desde la Odisea (Telémaco y Ulises) hasta Pedro Páramo. Pero, como señala Zorrilla, aparece con más fuerza “en aquellas circunstancias históricas signadas por grandes cambios sociales, cuando se resquebraja la fe en las ideologías y se cuestionan el orden y los valores establecidos” (p. 16). Ese fue el caso del Perú de mediados de siglo, y las tres primeras novelas de MVLl son el mayor testimonio de esos cambios. En estas tres novelas el tema del padre, especialmente la ausencia del padre, se convierte en uno los ejes principales.

 

Tratándose de un ensayo breve, medio centenar de páginas, Zorrilla no llega a desarrollar plenamente su análisis; más bien prefiere mostrarnos algunas escenas, de cada una de estas novelas, en las que aparece con más claridad el tema. Y, por supuesto, también se alude al memorable primer capítulo de El pez en el agua, en el que, en tono autobiográfico, MVLl narra el primer encuentro con su padre, a quien suponía muerto: “Yo estaba desconcertado y no sabía que hacer... Tenía como el sentimiento de una estafa: este papá no se parecía al que yo creía muerto”.

 

Lector actualizado y bien informado, además de narrador (su novela Las mellizas de Huaguil ha sido entusiastamente elogiada por la crítica), Zorrilla no se queda en los aspectos temáticos sino que llega a criticar la funcionalidad de estas escenas: “podría objetarse la desproporción de los movimientos que tejen la trama en su ascenso al momento climático” (p. 25), comenta de una de La ciudad y los perros. Y son este tipo de observaciones, referidas a aspectos constructivos, lo más interesante del ensayo.

 

Como ya hiciera con la obra de Ribeyro en Un miraflorino en París (1998) Zein Zorrilla logra hacer en La sombra del padre una lectura original e irreverente de las novelas de MVLl. Actualmente está trabajando en otro texto crítico sobre la obra de José María Arguedas.

 

 

 

Siete rosas de hierro

 

Uno de los más notorios y polémicos representantes de la narrativa andina actual, Zein Zorrilla (Huancavelica, 1951) acaba de publicar el libro Siete rosas de hierro (FCE, 2003), un conjunto de cuentos que evidencia los progresos literarios de su autor, quien recientemente obtuviera el Premio Internacional de Novela La ciudad y los perros por su obra Carretera al purgatorio.

 

Una sociedad marcada por la violencia y por el fracaso del viejo proyecto de modernidad burguesa es la que nos muestran los siete relatos de este libro. La descomposición del antiguo orden y el aparente caos actual se describen con seguridad y economía de medios en el cuento “Arrasados” en el que Néstor -un viejo hacendado, arruinado y solitario- es asaltado y despojado de sus pocas pertenencias primero por los terroristas, después por el ejército y por último, al creerlo muerto, por sus propios vecinos. Desesperanzado, Néstor decide huir de todo eso, aunque al hacerlo tenga que abandonar definitivamente su hogar y la hacienda a la que dedicó toda su vida.

 

Autor de los controvertidos ensayos Ribeyro: Un miraflorino en París (1998) y Vargas Llosa, la sombra del padre (2000), Zorrilla es un atento y crítico lector de la narrativa peruana contemporánea, y en varias oportunidades ha censurado el que nuestros novelistas y cuentistas andinos se queden en el lamento por el fin de una sociedad agraria y tradicional. De ahí que en estos cuentos, sin dejar de lado el retrato realista de la crisis, intenten abarcar los más diversos aspectos del fenómeno, incluidos los económicos y culturales. La variedad de personajes y situaciones, y la pareja calidad de los relatos, permiten que el libro muestre  acertadamente algunos de los principales problemas y disyuntivas que enfrentan actualmente los habitantes de esa región.

 

Básicamente son dos las respuestas a la crisis que se pueden encontrar en Siete rosas de hierro. La primera de ellas es la tenacidad (opuesta a la pasividad de Néstor) con la que algunos protagonistas defienden el orden y los valores tradicionales. En “Ladrones de caballos”, el jefe de la policía de un pequeño poblado se mantiene tercamente apegado a una legislación caduca y ya sin ningún sentido; mientras que en “Inundaciones”, el protagonista Hernán, un ingeniero de minas, trata heroicamente de mantener la explotación de un yacimiento aurífero a pesar de la falta de dinero y de los problemas técnicos. Un viaje a Lima para pedir recursos a los dueños de la mina, lo lleva a descubrir que para éstos resulta económicamente más beneficioso cerrarla.

 

La otra alternativa tiene que ver con la búsqueda de nuevas formas de modernización más acordes con nuestros tiempos. Es el caso de “El harem de Tony Flags”, el primer cuento del libro, en el que el afán de superación parece conducir a un descarado arribismo: Tony, el protagonista, es un adolescente que enamora sólo a muchachas más blancas y que hablen mejor que él el castellano; pero estas muchachas a su vez tienen las mismas pretensiones, por lo que ninguna se fija en Tony. Algo similar, pero en tono trágico, sucede en “Gran Hotel Embajadoras”, y en ambos cuentos encontramos los aspectos más débiles del libro: ciertas deficiencias en el manejo de los diálogos, falta de empatía del autor para con sus personajes (especialmente los más jóvenes), y una demasiado evidente intención didáctica y moralizante.

 

Ingeniero de profesión, Zorrilla debutó literariamente con el libro de cuentos ¡Oh generación! (1988), al que siguieron las novelas Dos más por Charly (1996), Las mellizas de Huaguil (1999) y Carretera al purgatorio (2003), obras en las que la crítica ha resaltado “la orientación más connotativa que denotativa de su lenguaje lleno de encantos andinos” (Martín Lienhard) y el buen manejo del montaje y las más modernas técnicas narrativas. Siete rosas de hierro es un buen libro, que suma a esas cualidades una mayor madurez del autor, tanto personal como literaria.

 

 

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