Miguel Gutiérrez Correa nació en Piura, en 1940. Narrador y ensayista, formó parte del grupo Narración (1966-1980). Su novela La violencia del tiempo es una de las más amplias y ambiciosas de la literatura peruana de las últimas décadas. La crítica considera a Gutiérrez como uno de nuestros mayores novelistas vivos, al lado de Vargas Llosa, Bryce y Rivera Martínez.

 

Novelas: El viejo saurio se retira (1969) Hombres de caminos (1988), La violencia del tiempo (1991), La destrucción del reino (1992), Babel el paraíso (1993), Poderes secretos (1995) y El mundo sin Xóchitl (2001)

 

Ensayos: La generación del 50: Un mundo dividido (1988), Celebración de la novela (1996), Los andes en la novela peruana actual (1999), La novela en dos textos (2002), entre otros.

 

Libros de Miguel Gutiérrez comentados por Javier Ágreda en esta página: El viejo saurio se retira, Celebración de la novela, Los andes en la novela peruana actual, El mundo sin Xóchitl, La novela en dos textos, Cinco historias de mujeres y otra sobre Tamara Fiol.

 

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El viejo saurio se retira

 

A mediados de los 60’s, Miguel Gutiérrez apareció en la escena literaria como uno de los líderes y el principal ideólogo del influyente grupo Narración, además de uno de los escritores más lúcidos y críticos de su generación. Sin embargo, como narrador recién en 1969 publicó su primer libro, la novela El viejo saurio se retira, la que generó diversas y encendidas polémicas. Después de 35 años, esta novela acaba de ser reeditada y podemos leerla ya no como el texto de un joven e irreverente escritor, sino como la valiosa primera manifestación de un sólido y coherente universo ficcional.

 

El viejo saurio... nos presenta a cuatro adolescentes, compañeros en un colegio religioso en la Piura de mediados del siglo XX. Después de escuchar el sermón del Padre Gaspercha los jóvenes se reúnen en un bar a emborracharse y conversar, empleando un lenguaje realista al extremo, lleno de localismo y palabras soeces. Los temas de esa conversación, eje de la novela, son las experiencias sexuales, las historias familiares, y las reacciones personales ante el sermón, basado en la trágica muerte de uno de sus compañeros de aula. La jornada concluye con los estudiantes dirigiéndose al prostíbulo donde trabaja María Cecilia, una joven de la que todos ellos estuvieron enamorados.

 

Hay dos referentes literarios con los cuales “dialoga” esta novela. El primero de ellos es la tradición europea del bildungsroman, “novela de formación”, que tiene sus principales exponentes en Las tribulaciones del joven Torless de Musil y El retrato de un artista adolescente de James Joyce. Como esta última, El viejo saurio... parte de los sermones religiosos con los que se quiere alejar a los jóvenes del pecado y de los placeres mundanos; y también como Stephan Dédalus, los personajes de Gutiérrez, tienen que romper con ese discurso, con la doble moral reinante (de la que participa hasta Gaspercha) y con sus propios fantasmas familiares, que incluyen hasta relaciones incestuosas.

 

El otro referente obligado son las novelas de Mario Vargas Llosa La ciudad y los perros (1963), sobre otro grupo de escolares de la misma época, y La casa verde (1966), ambientada en gran parte en la ciudad de Piura. Gutiérrez criticó duramente a La casa verde, en un ensayo publicado en la revista Narración, porque -en su opinión- en esa novela se antepone el interés de la trama (el exotismo y las “aventuras”) al realismo y la crítica social. Apelando a las mismas técnicas faulknerianas, El viejo saurio... pretende por ello ser un retrato fidedigno y totalizante, desde la perspectiva marxista, de la sociedad piurana de entonces.

 

Es ése precisamente el mayor logro del libro, como ya señaló Washington Delgado en la nota de presentación de la edición inicial: “esta novela nos revela con fuerza inusitada un ambiente provinciano... el poder de la iglesia como institución educadora, el sojuzgado mundo de la mujer...”. Al tratarse de una primera obra, no faltan los elementos fallidos, como los señalados por José Miguel Oviedo, en una reseña de 1969: “la novela es casi un borrador, impetuoso y desordenado; por eso la acción es confusa, la tensión errática, el interés disperso”. Y aunque este comentario se hizo dentro de la confrontación MVLL-Gutiérrez (que de alguna manera continúa hasta hoy), en el libro hay evidentes errores de estructura y muchos cabos narrativos sueltos.

 

Para esta nueva edición Miguel Gutiérrez, ha respetado el texto original, actualizando apenas la ortografía de algunas palabras. También ha mantenido la mencionada nota de presentación, pero ha reemplazado la serie de fotografías de aquel libro (realizada por Carlos Domínguez) por otra más representativa del contexto social. Sin dejar de ser una buena novela, El viejo saurio se retira resulta un valioso testimonio de la seriedad del trabajo y la desbordante capacidad de fabulación que caracterizan a toda la obra narrativa de Gutiérrez, además de contener en germen algunas de las historias que después desarrollará en sus novelas de madurez.

 

 

Celebración de la novela

 

Como resultado de una apasionada y duradera dedicación a la novela, Miguel Gutiérrez (Piura, 1940) no sólo ha sido capaz de crear obras de la magnitud de La violencia del tiempo (1991), también ha desarrollado interesantes y originales perspectivas para la interpretación de este género literario. Sus reflexiones sobre la novela, tanto las de autor como las de lector, han sido por fin reunidas en Celebración de la novela (Peisa, 1996); libro a caballo entre varios géneros, en la medida en que congrega en un solo volumen ensayo, autobiografía, novela y testimonio.

 

Celebración de la novela es básicamente dos libros. El primero corresponde a esos Ensayos sobre la novela que hace algún tiempo anunció Gutiérrez: reflexiones que abarcan desde los orígenes del género, hace 400 años, hasta sus más recientes realizaciones, como American Psycho de Bret Easton Ellis o Blanco y negro de Carlos Herrera. Este recuento, titulado La novela después de Joyce, se complementa con dos textos sobre Beckett y otro con el cual el autor presentó Del amor y otros demonios, la más reciente novela de García Márquez.

 

En la segunda parte se reúnen tres testimonios personales del novelista. Descubrimiento de la novela narra en primera persona el deslumbramiento del autor con los primeros novelistas que leyó, Dostoievski y Ciro Alegría. Años de aprendizaje es un autorreportaje el que continúa la relación de sus descubrimientos (Cervantes, Balzac, Faulkner). Por último, Celebración de la novela es la historia secreta de La violencia del tiempo, con detalles relacionados  con el origen de diversos episodios, motivos y personajes, además de las circunstancias personales y trágicas peripecias que Gutiérrez vivió mientras la escribía.

 

Planteado de esta manera, Celebración de la novela parecía destinado a ser un gran libro, pero por diversos motivos esta promesa no se cumple. En los ensayos propiamente dichos, el autor no teme reiterar ideas ya expresadas en su anterior libro de crítica, La generación del 50: un mundo dividido (1988). Y si en aquel texto sus juicios se caracterizaban por lo polémico y radical –siempre desde la perspectiva de un “pensamiento situado”- esta vez hay una excesiva tendencia al elogio y a evitar complicaciones. Una tendencia que llega al extremo de pretender hacer en poco más de tres páginas el análisis de novelas tan importantes como La insoportable levedad del ser (Kundera), El nombre de la rosa (Eco) y Si una noche de invierno un viajero (Calvino).

 

En la segunda parte del libro, los textos parecen haber sido escritos independientemente unos de otros, ocasionando que varios sucesos sean narrados dos y hasta tres veces (la desaparición de la biblioteca paterna, el descubrimiento de Dostoievski, el juicio negativo de un crítico en los años 70). Pero molesta aún más la forma tan ceremoniosa y dramática en que el autor se refiere a sí mismo y a sus logros literarios. No sólo en el autorreportaje; también en aquellas páginas donde nos narra como encontró los “estupendos” nombres de sus personajes y en otras más. Nunca fue más cierta la aseveración de Arnold Hauser: “cuanto más nos acercamos al origen de una obra, tanto más nos alejamos de su sentido artístico”.

 

Es verdad que se han producido pocos cambios en las ideas literarias de Gutiérrez, pero algunos resultan verdaderamente importantes. Antes reconocía tres tipos de novelas, según las vicisitudes del yo: el yo cautivo y solipsista, el yo en contienda con el mundo y el yo en búsqueda de lo comunitario. Hoy, el autor asume que en todas las novelas “las relaciones del individuo con el mundo tienen un carácter problemático, pues indican la búsqueda de valores absolutos condenados al fracaso) n(p. 12). Así, sólo quedan dos tipos de novelas: “Dostoievskianas y tolstoianas””, reservando la valoración negativa para aquellas que pretendieron convertirse en epopeyas, como en su momento propuso el realismo socialista.

 

Producto de las tensiones internas entre el narrador y el ensayista, Celebración de la novela resulta de todos modos un libro pleno de interés. Las virtudes críticas de su autor llegan a aflorar en toda su agudeza en diversos pasajes, como cuando comenta algunas de las últimas novelas publicadas en el país, o en el extenso catálogo que hace en Descubrimiento de la novela. A pesar de ello, las sugestivas y valiosas reflexiones de Gutiérrez acerca de la novela siguen esperando un libro que las presente con la organicidad y el desarrollo que sin duda merecen. (9 de marzo de 1997)


 

Los andes en la novela peruana actual

 

Uno de los mayores problemas que enfrentaron los escritores latinoamericanos durante el siglo XX fue el de representar a partir de técnicas y lenguajes propios de la modernidad literaria toda la riqueza y complejidad de sociedades “heterogéneas” en las que existe una fuerte presencia de culturas prehispánicas e idiomas autóctonos. A la narrativa que afrontó está problemática se le calificó de indigenista, y en nuestro país su mayor representante es José María Arguedas. El reconocido novelista y crítico Miguel Gutiérrez, (Piura, 1940) acaba de publicar, como parte de una ambiciosa serie de ensayos literarios, Los andes en la novela peruana actual (Editorial San Marcos, 1999) una aproximación a esta narrativa a partir de seis obras aparecidas entre 1993 y 1998.

 

La primera de las novelas analizadas es Lituma en los andes, texto duramente criticado por Gutiérrez (demasiado intelectual, carente de fuerza reivindicativa, mentalidad capitalista) al punto de terminar concluyendo que “esta novela es la más débil desde el punto de vista artístico y la más tendenciosa de las que ha escrito MVLL” (p. 34). Mucho más entusiasta se muestra con respecto a Ximena de dos caminos de Laura Riesco, destacando especialmente el acierto de la autora al darnos una visión del mundo andino a partir del proceso de formación de la subjetividad de la protagonista. Algo similar se afirma de País de Jauja de Edgardo Rivera Martínez, “una novela estéticamente convincente con un discurso de increíble optimismo” (p. 76) acerca de las posibilidades de una transculturación feliz.

 

Pero sin duda lo más interesante de este ensayo son los comentarios de  tres novelas poco conocidas por los lectores: Rosa Cuchillo (1997) de Oscar Colchado, El gran señor (1994) de Enrique Rosas Paravicino y Dos más por Charly (1996) de Zein Zorrilla. Gutiérrez llama la atención sobre estas buenas novelas, pero lo hace de una manera imparcial y dejando de lado las simplificaciones y esquematismos. Así, no sólo elogia los aciertos de estos textos (el buen empleo de los mitos andinos en Colchado, el fidedigno retrato de la sociedad andina de Rosas Paravicino, el drama existencial en el texto de Zorrilla), también reconoce sus posibles defectos.

 

Dirigido a “lectores comunes aficionados a la literatura” (p. 8), este libro contiene una extensa sección de fragmentos de las novelas comentadas así como una bibliografía básica acerca de los temas y autores tratados. Pero no por eso el texto deja de ser polémico, como cuando pretende demostrar que la crítica “oficial” menosprecia y posterga a la narrativa andina, algo que el autor ha reafirmado en una reciente entrevista publicada en este suplemento: “La parcialización o ceguera de la crítica es proverbial en nuestro medio”.

 

No intentaremos refutar aquí tan anacrónica apelación al mito del escritor incomprendido y marginado. Pero es necesario recordar que las dos novelas más elogiadas por Gutiérrez, País de Jauja y Ximena de dos caminos, junto con su propia novela La violencia del tiempo ocuparon los tres primeros lugares en la conocida encuesta de Debate (realizada entre críticos y escritores) acerca de las obras narrativas más importantes de la última década. Y si un libro como El gran Señor no ha sido muy comentado, se debe en gran parte a su poca difusión y circulación. El mismo Gutiérrez reconoce que “no habría tenido la suerte de leerla de no habérmela obsequiado el propio autor” (p. 44).

 

Siempre agudo e inteligente en sus observaciones, especialmente cuando se trata de nuestra narrativa, Miguel Gutiérrez ha logrado hacer de Los andes en la novela peruana actual un libro que será referencia imprescindible en los debates literarios de los próximos meses. Esa debe haber sido su intención al escribirlo.

 

 

El mundo sin Xóchitl

 

A pesar de haber publicado su primera novela El viejo saurio se retira en 1969, el escritor Miguel Gutiérrez (Piura, 1940) inició su gran ciclo narrativo más de veinte años después con Hombres de caminos (1988), libro al que siguió la monumental novela La violencia del tiempo (1991), considerada por buena parte de la crítica como la más importante entre las publicadas en el Perú durante la última década del siglo XX. Completaría este ciclo, de aliento épico y centrado en la violencia social y su importancia en el proceso histórico, La destrucción del reino (1992). Luego de dos libros narrativos de carácter experimental –Babel, el paraíso (1993) y Poderes secretos (1995)- Gutiérrez parece iniciar una nueva etapa de su obra con la publicación de El mundo sin Xóchitl (FCE, 2001), una extensa y nostálgica novela sobre el amor de una pareja de hermanos.

 

La historia se basa en un manuscrito dejado por Wenceslao, miembro de una importante familia piurana y coetáneo del autor, a su amigo de adolescencia Martín (¿Villar, el protagonista de LVT?). En este manuscrito el personaje ya maduro, cuenta la estrecha relación -de carácter incestuoso- que mantuvo con su hermana Xóchitl, un año mayor que él. Las tres partes en que está dividido el libro corresponden a diferentes momentos de esa relación: la infancia feliz, llena de aventuras y travesuras; el reconocimiento de los hermanos de lo prohibido de su vínculo, lo que los lleva a aislarse y a odiar a todos los que intentan separarlos, especialmente a su anciano padre Don Elías; y, después de la muerte del padre, un breve período de libertad y plenitud de la pareja, que concluye con la prematura muerte de Xóchitl.

 

En varios textos críticos Gutiérrez ha planteado la existencia de básicamente dos tipo de novelas, abiertas y cerradas, tolstoianas y dostoievskianas. Las primeras tratan de trascender lo individual para buscar lo comunitario; las segundas están basadas en la introspección, en la profundización en el mundo interior de los personajes. Los modelos serían, respectivamente, La guerra y la paz y Crimen y Castigo. No dudamos que, de acuerdo a esta clasificación, al propio Gutiérrez le gustaría que toda su obra sea considerada “tolstoiana”; toda a excepción de El mundo sin Xóchitl, una evidente incursión en terrenos novelísticos dostoievskianos. Crímenes largamente planeados (el del padre o el triste final de Mathilde, la primera esposa de Don Elías), el sentimiento de culpabilidad por vivir en pecado, los castigos terribles e ineludibles (no sólo el destino de Xóchitl, también la existencia de un tercer hermano retrasado mental); el autor ha apelado a toda la parafernalia relacionada con este tipo de novelas.

 

El resultado, sin embargo, no es una novela densa y trágica, el Crimen y castigo piurano planeado por Gutiérrez, sino un relato gótico y decadente más parecido a La caída de casa Usher de Edgar A. Poe, como con ironía señala el propio autor. La diferencia podría radicar en la falta de profundización en la psicología de los protagonistas (Wenceslao, el narrador, parece no saber nunca lo que pasa en la mente de Xóchitl) y en los excesos de truculencia y retorcimiento de ciertas situaciones y personajes como Constanza, la madre de estos hermanos (cantante de ópera, posiblemente prostituida en su adolescencia, y que aún en su adultez juega con muñecas), o la zamba Pelagia, malvada sirvienta que practica la magia negra. Ni siquiera las connotaciones míticas de la historia (la pérdida del paraíso original, el asesinato del padre) sobreviven a estos excesos.

 

Contribuyen a acentuar estos problemas ciertas indecisiones del autor. Hay en la novela un pasaje clave al respecto, cuando después de narrar uno de lo recorridos nocturnos de la pareja de hermanos por las calles de la ciudad, se da cuenta que nos ha mostrado una mundo desierto, sin habitantes. Gutiérrez parece reflexionar en voz alta acerca de los “cerrado” de su historia principal, tan intimista y por momentos melodramática (la importancia determinante de la ópera en la vida de los protagonistas es otro detalle “auto-irónico”), y decide “abrirla” añadiendo numerosos personajes secundarios con sus respectivas historias. Una decisión que va en desmedro de la propuesta dostoievskiana original de la novela pero que afortunadamente la lleva a ámbitos más afines con la personalidad literaria del autor.

 

Así, el relato se convierte no sólo en la recapitulación de la vida de dos generaciones de esa familia sino también en un amplio retrato de la sociedad piurana de los años 50’s (pero que llega a abarcar todo el siglo XX), desde los estratos más altos (Don Elías, la familia de Mathilde) hasta los más pobres (los sirvientes, los campesinos que los hermanos conocen en sus paseos en moto, en la parte final del libro). Todo personaje parece tener una historia interesante que contar, hasta el gato Don Pasquale; y lo mismo sucede con los objetos (libros, muebles, pianos), al punto que la mansión familiar sus diferentes ambientes y los cambios que sufren (esplendor, divisiones por disputas conyugales, decadencia) se convierten en elementos centrales de la novela.

 

Es en estas historias secundarias donde nos reencontrarnos con las mayores virtudes narrativas de Gutiérrez: la funcionalidad de sus descripciones, su poco común capacidad de fabulación, su minucioso trabajo de documentación, y especialmente la acertada estructuración del relato, que incluye saltos en el tiempo bien dosificados y el oportuno uso de documentos tales como cartas y diarios. Si la historia de estos hermanos incestuosos (que ya estaba anunciada en El viejo saurio...) representó durante décadas un verdadero reto narrativo para Gutiérrez, El mundo sin Xóchitl finalmente demuestra que ha salido muy bien librado de ese reto, aunque para lograrlo haya tenido que renunciar a sus admirados modelos literarios Tolstoi y Dostoievski, para remontarse a un realismo ambiental muy similar al de Balzac.

 

 

La novela en dos textos

 

Paralelamente a su obra narrativa, el escritor Miguel Gutiérrez (Piura, 1940) ha publicado una serie de libros de ensayo literario que van desde el análisis de autores importantes (Borges, Kafka, Faulkner y Ribeyro) hasta otros como Generación del 50: un mundo dividido (1988), arriesgado balance de una generación en su momento de madurez; o Celebración de la novela (1996), mezcla de crítica y crónica autobiográfica. En esta línea, Gutiérrez acaba de publicar La novela en dos textos (Derrama Magisterial, 2002), libro en que vuelve a unir el ensayo literario y el testimonio de su propia labor como creador.

 

El primero de estos textos es “La novela un fabular incesante”, una revisión de reflexiones personales acerca de la novela, en esta ocasión planteadas mejor y con más precisión que antes. El hombre es definido aquí como “el animal que fabula”, y el novelista como un ser desbordado por su propia capacidad de fabular, “ese soliloquio infinito, divagante y caótico”.  Para darle forma literaria a ese material caótico, tienen que existir además dos elementos: el “imperativo creador”, que impone la escritura como algo necesario e inevitable, y una voluntad capaz de ordenar y racionalizar el mundo: “Las ficciones novelescas no son mentiras que encierran una verdad. Son más bien cierto tipo particular de hipótesis sobre la vida, el mundo y los seres humanos”. Y los personajes, sujetos experimentales arrojados a situaciones que los obligan a tomar decisiones trascendentales.

 

Mucho más extenso es el segundo texto, “El revés de El mundo sin Xóchitl”, detallado recuento del origen de los personajes (Wenceslao, Matilde, Constanza, etc.), lugares que figuran en esa novela (casas antiguas, haciendas, la Piura de los años 50), y también de las diversas opciones literarias (puntos de vista, estructura de la trama, tono narrativo) elegidas por Gutiérrez al escribir esta historia de dos hermanos incestuosos. Y aunque el recuento cae frecuentemente en trivialidades y autoelogios (“por una vez seré arrogante” afirma el autor, pero en realidad son varias veces), complementa de alguna manera las propuestas teóricas del primer texto con otras sobre la “ética del novelista” (respetar el status humano de todos sus personajes) o el uso de elementos simbólicos (flores y casas, p.e.)

 

Además, “El revés...”, al acercarnos al acto creativo mismo, permite desarrollar, a veces en contra de las propuestas del propio autor, algunos temas planteados en el primer ensayo. ¿De qué materiales está formado el “soliloquio infinito” de la fabulación del novelista? La respuesta la da Gutiérrez cuando relaciona muchos elementos de EMSX con episodios de su pasado (memoria personal), y referentes literarios. La peste que se describe en ese libro no sólo remite a la que vio en su infancia; también a la de la famosa novela de Camus, la de Diario de la peste de Defoe y la de Muerte en Venecia de Thomas Mann. La “memoria” literaria y artística en general, adquiere así en el testimonio de Gutiérrez una importancia mucho mayor que en sus reflexiones teóricas. Al punto que el rostro de Constanza, la madre adolescente de Xóchitl, resulta ser el de la actriz Jodie Foster en Taxi Driver.

 

Mención aparte merecen las reflexiones de Gutiérrez acerca del futuro de la novela. A contracorriente de aquellos que opinan que con la caída de las “ideologías” ya no hay lugar para los grandes proyectos novelísticos, él afirma que la novela moderna se desarrolló precisamente “en oposición y crítica” a las ideologías dominantes. Aunque no deja de alarmarse por la sobreproducción actual de novelas “aproblemáticas, unidimensionales y consoladoras”; o el resurgimiento del “romance”, ficciones narrativas del tipo de El señor de los anillos, de carácter irreal y evasivo. Sin lugar a dudas, La novela en dos textos, resulta un  libro interesante y de lectura imprescindible para los seguidores de la importante obra narrativa de Gutiérrez.

Cinco historias de mujeres y otra sobre Tamara Fiol

 

Miguel Gutiérrez (Piura,1940) ha escogido a los personajes femeninos de sus novelas como eje del libro Cinco historias de mujeres y otra sobre Tamara Fiol (FEC, 2006), una antología personal que reúne fragmentos de seis novelas y que abarca más de 40 años de su producción literaria. El más antiguo de los textos seleccionados es Monólogo de Blanca –fragmento de su primera novela El viejo saurio se retira (1968), ambientada en la Piura de los años 60–, en que el autor reproduce, sin interrupciones de ningún tipo ni signos de puntuación, el peculiar discurso de una solterona ante su amante secreto, un adolescente que además es su sobrino.

 

Este monólogo –que ya fuera incluido, con el título de Ejercicios espirituales, en la antología Narrativa peruana 1950/1970 (1973)– anuncia varias de las características de los relatos incluidos en el libro. En primer lugar, que se trata de textos “completos” (no editados) que cuentan la historia de algún personaje femenino. También el carácter transgresor de estas mujeres que “desbordan las convenciones del género y se apartan del estereotipo fijado por la sociedad para ellas”, como se afirma en el prólogo del libro. Y, por último, que estos textos demuestran la versatilidad y el dominio de las técnicas narrativas alcanzados por Gutiérrez en sus novelas.

 

Del monólogo faulkneriano se pasa al romancero popular con el relato El cantar de la Zarca, “una de las historias más admirables que podamos hallar en la narrativa peruana y latinoamericana” (según el crítico Ricardo González Vigil), extraído de la novela La destrucción del reino (1992). Aquí se cuenta la vida de una mítica piurana, una “capitana de bandoleros” conocida como la Zarca por el color azul de sus ojos, desde su nacimiento en un establo (amamantada por una chiva y una cerda) hasta su muerte a manos del bandolero Carmen Domador, su rival y amante. Toda la narración se hace siguiendo y comentando las coplas de un anciano trovador popular.

 

Con esta historia de violencia social y trasfondo histórico ya estamos en el universo narrativo más propio a Gutiérrez, el que alcanzó su mejor expresión en La violencia del tiempo (1991), considerada en una encuesta entre escritores, editores y críticos como la más importante de la literatura peruana del decenio de los 90. De ese libro se extrae La leyenda de Visitación Cabrera, ambientada también en Piura, pero en los años de la ocupación chilena. Además, la antología incluye los relatos El acompañante insólito de Babel, el paraíso (1993); y Muerte de Xóchitl, de El mundo sin Xóchitl (2001), aunque este último se salga de las propuestas del libro, pues su verdadero protagonista es Wenceslao, hermano y amante de la adolescente Xóchitl.

 

Cierra el libro el relato Juventud de Tamara, fragmento de la novela inédita Confesiones de Tamara Fiol, que cuenta, a partir de una conversación telefónica, la vida de una izquierdista y feminista limeña. Formalmente mucho menos lograda (se nota que aún está en etapa de corrección), el interés de esta historia parece radicar en las revelaciones acerca de conocidas personalidades de la izquierda peruana. Cinco historias de mujeres... es una buena antología y una destacable contribución del Fondo Editorial del Congreso a la difusión de la narrativa de Miguel Gutiérrez, escritor reconocido por la crítica (más allá de toda polémica literaria) como uno de los mayores novelistas peruanos de la actualidad.

 

 

 

 

 

 

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