La
Toma de Refugio y La Recepción de los Preceptos
Bhikkhu Bodhi
La tradición del BudaDharma reconoce tres
modos distintos de observar
los preceptos. El primero se denomina la ``abstinencia inmediata'' (sampattavirati),
que significa abstenerse de acciones perjudiciales de modo natural,
gracias a un
arraigado sentido de consciencia resultante, ya sea debido a una aguda
disposición
ética innata o por educación y práctica. El segundo se llama
``abstinencia mediante
el compromiso'' (samadanavirati), que significa abstenerse como resultado
de haber
tomado los principios de práctica con la determinación de seguirlos como
guías para la acción recta. El tercer modo es la ``abstinencia mediante
erradicación''
(samucchedavirati), que significa abstenerse de las transgresiones
abarcadas por
los preceptos como resultado de haber arrancado las contaminaciones de
las que
surgen las transgresiones.
Para un propósito de autocultivo, el
BudaDharma
enfatiza la importancia
del segundo tipo de abstinencia. La abstinencia inmediata es vista como
loable en
sí misma pero no suficiente como base para la práctica, pues ésta
presupone la
existencia previa de una consciencia poderosa, algo que no es una
realidad en la
inmensa mayoría de seres humanos. Con el propósito de desarrollar la
fortaleza
mental para resistir el nacimiento de las contaminaciones, es esencial
comprometerse con los preceptos mediante un deliberado acto de voluntad y
establecer la determinación de observarlos diligentemente.
Hay dos modos de comprometerse formalmente con
los cinco preceptos: el
inicial y el repetido, que se corresponden con los dos modos de tomar
refugio. El
compromiso inicial tiene lugar inmediatamente después de la toma de
refugio
inicial. Cuando el aspirante recibe los tres refugios de un bhikkhu
durante el ritual
formal, le seguirá la transmisión de los cinco preceptos; el monje
recitará cada
precepto y el discípulo laico los repetirá después de él. Si no hay
un monje
disponible para administrar los refugios y los preceptos, el aspirante
puede tomarlos
él mismo mediante a una resolución mental fuerte y decidida, haciéndolo
preferiblemente ante una imagen del Buda. La presencia del monje no es
necesaria
pero en general es más deseable pues da un sentido de continuidad del
linaje.
El compromiso con los preceptos no es como un
artículo ``fuera de serie''
que hay que usar inmediatamente para después dejarlo abandonado en el sótano
de la
memoria. Más bien, al igual que la toma de refugio, los preceptos deberían
recibirse repetidamente, preferiblemente de modo diario. Este es el
compromiso
repetido de los preceptos. Así como el discípulo repite los tres
refugios cada día
para fortalecer su dedicación al Dharma, del mismo modo debería recitar
los cinco
preceptos inmediatamente después de los refugios, con el propósito de
expresar su
determinación para encarnar el Dharma en su conducta. Sin embargo, la práctica
de sîla no ha de ser confundida con la mera recitación de la fórmula
verbal. La
recitación de la fórmula ayuda a reforzar la propia voluntad para
realizar la
práctica, pero por encima de toda recitación verbal, los preceptos han
de ponerse
en práctica en la vida cotidiana, especialmente durante las ocasiones en
que se
vuelven relevantes. Comprometerse con los preceptos es como comprar un
billete
de tren: la adquisición del billete nos permitirá subir al tren, pero
no nos llevará a
ninguna parte por sí solo. De modo similar, aceptar formalmente los
preceptos nos
permite embarcarnos en la práctica, pero después de la aceptación
tenemos que
poner los preceptos en acción.
Una vez que hemos formado la determinación
inicial de cultivar sîla, hay ciertos factores mentales que nos ayudarán a
proteger la observancia de los
preceptos. Uno de estos es la atención (sati). Atención es consciencia,
atención
constante y observación penetrante. La atención abarca todos los
aspectos de
nuestro ser --actividades corporales, sensaciones, estados mentales y
objetos del pensamiento. Con una atención agudizada podemos tener una
consciencia exacta
de lo que estamos haciendo, qué sensaciones y estados mentales nos
impulsan
hacia determinados cursos de acción, qué pensamientos forman nuestras
motivaciones. Así pues, gracias a esta atención, podemos evitar lo
perjudicial y
desarrollar lo saludable.
Otro factor que nos ayuda a mantener los
preceptos es la comprensión (prajñâ).
La práctica de la disciplina ética no debería tomarse como una sumisión
ciega y dogmática a unas reglas externas, sino como un proceso
plenamente consciente guiado por la
inteligencia. Los factores de comprensión nos dan esta
inteligencia rectora. Para observar los preceptos adecuadamente tenemos
que comprender por nosotros mismos
qué clases de acciones son saludables y cuáles
son perjudiciales. También tenemos que comprender el porqué --porqué
son saludables y perjudiciales,
porqué las primeras deberían seguirse y las segundas
abandonarse. La profundización de la comprensión nos permite ver las raíces
de nuestras acciones, es decir, los factores mentales que les
hacen surgir, las consecuencias a
las que derivan y sus efectos a largo plazo sobre nosotros mismos
y los demás. La comprensión expande nuestra visión no sólo respecto a
las consecuencias, sino también
respecto a las alternativas, esto es, hacia los diferentes
cursos de acción ofrecidos por cualquier situación objetiva. Por
consiguiente, nos da el
conocimiento de las distintas alternativas que se abren ante nosotros y la
sabiduría de elegir algunas en preferencia de otras.
Un tercer factor que ayuda a mantener los
preceptos es la energía (viriya).
La práctica de la recta conducta es básicamente una vía de cultivar la
mente, pues
es la mente la que dirige nuestras acciones. Pero la mente no puede
cultivarse sin
esfuerzo, sin la aplicación de energía para conducirla por canales
saludables. La
energía trabaja junto a la atención y la comprensión para producir la
purificación
gradual de sîla. Mediante la atención logramos la consciencia de
nuestros estados
mentales; mediante la comprensión podemos indagar las tendencias de
tales estados,
sus cualidades, raíces y consecuencias; mediante la energía nos
esforzamos en abandonar lo perjudicial y cultivar lo saludable.
El cuarto factor que conduce a la práctica de
sîla es la paciencia (khanti).
La paciencia nos permite soportar las acciones ofensivas de los demás
sin volvernos
coléricos o deseosos de revancha. La paciencia también nos permite
sostener las circunstancias desagradables sin descontento ni abatimiento.
Domina
nuestros deseos y aversiones, inhibiéndonos de las transgresiones
suscitadas por
búsquedas ávidas o represalias violentas.
La abstinencia a través de la erradicación (samucchedavirati),
la forma más
elevada de observar los preceptos, se produce automáticamente con el
logro del
estado de ariya, el ser que ha alcanzado la realización directa del
Dharma. Cuando
el discípulo consigue el estado de ``entrada en la corriente'' (sotapatti),
que es el primero de las etapas ariya, está destinado a lograr la completa
liberación en un
máximo de siete existencias más. De modo simultáneo a la consecución
de la ``entrada
en la corriente'', el discípulo adquiere cuatro cualidades inalienables
denominadas los ``cuatro factores del entrado en la corriente'' (sotapattiyanga).
Los tres
primeros son la fe inmutable en el Buda, el Dharma y la Sangha. El cuarto es
un sîla completamente purificado, es decir, el noble discípulo ha
cortado las
contaminaciones que motivaban la transgresión de los preceptos. Así
pues, jamás
podrá violar deliberadamente los cinco preceptos. Su observancia de los
preceptos
se ha transformado en: ``indestructible, inescindible, inmaculada,
inamovible,
liberada, alabada por el sabio, no aferrada, conducente a la concentración''.