La Toma de Refugio y La Recepción de los Preceptos

 

Bhikkhu Bodh

 

 

A02. La existencia de un refugio

 

Realizar que la situación humana impele a la búsqueda de un refugio es una  condición necesaria para tomar refugio, pero en sí misma no es una condición  suficiente. Para tomar refugio también debemos estar convencidos de que existe  realmente un refugio efectivo. Pero antes de decidir sobre la existencia de un  refugio, primero hemos de determinar por nosotros mismos qué es exactamente un  refugio.

 

El diccionario define ``refugio'' como un abrigo o protección del peligro y el dolor,  una persona o lugar que da tal protección, y un recurso usado para obtener dicha  protección. Esto coincide con la explicación de la palabra pali sarana, que significa  “refugio” y que se ha transmitido en los comentarios pali. Los comentarios glosan  la palabra sarana con otro término que significa ``destruir'' (himsati), explicando  que “cuando los seres han tomado refugio, el mismo hecho de tomar refugio  destruye, dispersa, aparta y detiene su miedo, angustia, sufrimiento y riesgo de un  renacimiento desgraciado e impuro”.

 

Estas explicaciones sugieren dos cualificaciones esenciales para un refugio:  primero, un refugio debe hallarse más allá del peligro y la aflicción. Una persona o  cosa sujeta a peligro no es segura en sí misma y por ello no puede dar seguridad a  los otros. Sólo lo que está más allá del miedo y del peligro puede dar una  protección fiable. Segundo, el supuesto refugio debe ser accesible a todos. Un  estado más allá del miedo y del peligro que sea inaccesible es irrelevante respecto  a nuestros propósitos y por tanto no puede funcionar como refugio. Para que algo  sirva como refugio debe ser próximo, capaz de dar protección contra el peligro.

 

A partir de esta determinación abstracta sobre las cualificaciones de un refugio  podemos volver a la pregunta concreta: ¿existe un refugio capaz de dar protección  frente a los tres tipos de peligros señalados anteriormente; de la ansiedad,  frustración, tristeza y aflicción de la vida presente; del riesgo de un destino nefasto  tras la muerte y de la continuada transmigración en el samsara? La tarea de dar una  respuesta a esta pregunta ha de tratarse con prudencia. Debemos reconocer de  inmediato que no puede darse una respuesta objetivamente verificable ni  públicamente demostrable. La existencia de un refugio, o la especificación de un  refugio particular, no puede probarse lógicamente ni de una manera irrefutable. Lo  máximo que se puede hacer es aducir sólidos fundamentos para creer que ciertas  personas u objetos poseen las cualificaciones de un refugio. El resto depende de la  fe, una aceptación surgida de la confianza, al menos hasta que este asentimiento  inicial sea transformado en conocimiento por medio de la experiencia directa. Pero  incluso en tal caso, la verificación permanecerá interior y personal, siendo más bien un asunto de captación subjetiva que de una prueba lógica o demostración  objetiva.

 

Desde la perspectiva del Buda­Dharma hay tres refugios que en conjunto otorgan  una protección completa del peligro y la aflicción. Son el Buda, el Dharma y la  Sangha. Los tres no son refugios separados y suficientes en sí mismos, son más  bien miembros interrelacionados de un solo y efectivo refugio que se divide en tres  debido a una distinción en las características y funciones de sus miembros. Porqué  se hace necesaria dicha distinción se hará claro si consideramos el orden en el que  se presentan los tres.

 

El Buda viene primero porque es una persona. Dado que somos personas,  buscamos naturalmente a otra persona para recibir guía, inspiración y dirección.  Cuando lo que está en juego es la liberación última, lo primero que buscamos es  una persona que haya alcanzado la completa libertad del peligro y que pueda  guiarnos al mismo estado de seguridad. Este es el Buda, el Iluminado, que viene  primero en la tríada debido a que es la persona que descubre, realiza y proclama el  estado de refugio. En segundo lugar necesitamos el estado de refugio en sí mismo,  el estado más allá del miedo y del peligro, así pues, necesitamos un sendero que  conduzca a esta meta y también necesitamos un conjunto de enseñanzas que nos  guíe a lo largo del sendero. Este es el Dharma, que como veremos, cuenta con un  triple sentido. En tercer lugar, necesitamos personas que, al igual que nosotros,  comenzaron como individuos ordinarios turbados por aflicciones, y siguiendo la  vía enseñada por el guía alcanzaron el estado de seguridad más allá del miedo y del  peligro. Esta es la Sangha, la comunidad de personas espirituales que han entrado  en el sendero, realizado la meta y que pueden enseñar el sendero a otros.

 

En el seno de la tríada cada miembro trabaja en armonía con los otros dos para  hacer que los medios de liberación estén disponibles y sean efectivos. El Buda  sirve como indicador del refugio. No es un salvador que puede otorgar la salvación  por mediación de su persona. La salvación o liberación depende de nosotros, de  nuestro vigor y dedicación en la práctica de la enseñanza. El Buda es  primordialmente un maestro, un expositor del sendero, que nos señala la vía que  debemos recorrer con nuestra propia energía e inteligencia. El Dharma es el  refugio real. Como meta de la enseñanza, el Dharma es el estado de seguridad libre  de peligro; como sendero, es el medio para llegar a la meta, y como enseñanza  verbal es el cuerpo de instrucciones que describen la vía para practicar el sendero.  Ahora bien, para hacer efectivo el uso de los medios a nuestra disposición  necesitamos la ayuda de otros que sean familiares con el sendero. Aquellos que  conocen el sendero constituyen la Sangha, los ayudantes en el descubrimiento del  refugio, la unión de amigos espirituales que pueden conducirnos a nuestro logro  del sendero.

 

Esta estructura triádica de los tres refugios puede comprenderse con la ayuda de  una sencilla analogía. Si estamos enfermos y queremos recuperarnos necesitamos  un doctor que diagnostique nuestra enfermedad y prescriba un remedio;  necesitamos medicinas que curen nuestra enfermedad y necesitamos asistentes que  cuiden de nuestras necesidades. El doctor y los asistentes no pueden curarnos. Lo máximo que pueden hacer por nosotros es darnos la medicina adecuada y  asegurarse de que la tomamos. La medicina es el remedio real que restaura nuestra  salud. Del mismo modo, cuando buscamos liberarnos del sufrimiento y la  aflicción, confiamos en el Buda como el médico que puede hallar la causa de  nuestra enfermedad y mostrarnos la vía de sanación; confiamos en el Dharma  como medicina que cura nuestras aflicciones y confiamos en la Sangha como los  asistentes que nos ayudarán a tomar la medicina. Para recuperar la salud tenemos  que tomar la medicina. No podemos cruzarnos de brazos y esperar a que el doctor  nos cure por él mismo. Igualmente, para encontrar la liberación del sufrimiento  tenemos que practicar el Dharma, pues el Dharma es el refugio real que conduce al  estado de liberación.

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