Antecedentes


Según sabemos, no sólo por la memoria de nuestra gente, sino por las apariciones de la Pedresa, en textos de diversa índole y época, en Cantabria tenemos una gallina de pequeño tamaño, muy activa y de capa barrada, para algunos poco definida, pero que en nuestra humilde opinión resulta espectacular. Gallina que, aunque hoy en día es un poco desconocida entre las nuevas generaciones, debido a su escaso número, muestra un arraigo tremendo en nuestra sociedad, lo cual se demuestra por ejemplo, cuando a un niño un poco revoltoso y peleón se le apoda “Pedrés” en su barrio, o que una abuela se dirija a su nieta con el cariñoso apelativo de “Pedresa”, por el hecho de llevar el color del pelo de forma que la recuerda la capa de la gallina, además de por su carácter alegre e inquieto. Ambas anécdotas son conocidas en nuestra familia y seguramente, más de uno de los que leéis estas líneas, conocéis casos similares.

Las aves de corral, aunque muy útiles dentro de la economía doméstica, nunca han tenido la consideración de verdadero ganado. Es obvio que no se puede comparar el valor que tiene una vaca con una gallina, incluso con un gallinero entero, lo único importante, que al entrar al gallinero hubiese un huevo que coger. Por ello, las referencias que hay sobre gallinas en general y la Pedresa, que es lo que nos ocupa, en particular, a lo largo de la historia de Cantabria, son bastante escasas.

Probablemente, el primer hombre que, no sólo sacó a las pedresas del anonimato, sino que las dejó inmortalizadas para la posteridad, fue el escritor cántabro Manuel Llano, cuya obra data de la década de los años 30 del siglo pasado. A medida que te sumerges en sus relatos, detalladas postales de nuestro pasado, va tomando consistencia en tu cabeza o mejor dicho, va confirmándose la idea que ha llegado hasta nuestros días, que las pedresas fueron un elemento con personalidad propia y relevante en nuestro medio rural. En casi todas las apariciones, en los textos del escritor de Sopeña, se limitan a mostrarse formando parte de un paisaje típico, como se puede comprobar en los siguientes pasajes:

" - Dígale usté, señor maestru, que por mí no se apure; que yo estoy muy contenta con las mis gallinas y con las mis ovejas; que en el mes de abril compré veinte celemines de harina blanca de trigu, unas varas de lienzu azul para hacerme una chaqueta y unas sayas; un alfiliteru para las agujas y unos anteojos para poder coser, porque ya la vista se me cansa…Dígale que voy a comprar unas escudillas nuevas, un par de cobertores, dos gallinas pedresas de la mejor casta…” (Retablo infantil. Tía Esperanza)

" Mis tirantes verdes parecían dos espadañas de la orilla del río. Los muchachos empezaban a elogiar mis tirantes diciendo que eran muy majos, que parecían de yerba fina y larga entrelazada. Y elogiaban también las mis gallinas pedresas, el borde azul de mis escarpines de sayal, los patos que se zambullían en el estanque de la huerta, las ventanas amarillas del palomar. Yo me iba llenando de vanidad y me acercaba poco a poco a la verja. En la esquina negra de la fragua, un viejo tomaba la sombra del fresno. Los muchachos me sonreían pacíficos y humildes como yo veía que sonreían los hombres de las blusas, de los zurrones, de los arados, de las boinas, a los hombres de las levitas, de los sombreros, de las sortijas Mis tirantes parecían de yerbas entrelazadas, mis gallinas pedresas eran de las mejores del lugar, mis manzanos los más fértiles, mis ciruelas las más dulces y las más grandes, mis palomas las más voladoras. Yo oía estos elogios de los muchachos y me ponía muy contento, como una moza cuando le dan parabienes por el su delantal nuevo, por la su sortija, por los adornos del su acerico…” (Retablo infantil. Vanidad)

"La mujer de este hombre iletrado, que escucha indiferente al labriego, viste lo mismo que hubiera vestido Teresa Cascajo en los salones y patizuelos de Barataria. Interviene en la escena con remilgo estúpido y también se encoge de hombros. Después va a echar de comer a las gallinas pedresas que escarban en el corral…” (Campesinos en la ciudad. Injusticia)

Posteriormente a las incursiones en las novelas costumbristas de Llano, la Pedresa aparece en obras más especializadas en el tema que nos ocupa, la avicultura. En los libros de Salvador Castelló (años 40 y 50), titulados “Mi libro de gallinas” ," El arte de criar gallinas" y “Las gallinas y sus productos”, se apunta algún detalle más sobre la naturaleza de nuestra protagonista, siempre sin salirse del tipo mediterráneo, que es el grupo de referencia para las gallinas de nuestro país. Apuntar que, Salvador Catelló, fue pionero en la implantación y desarrollo de la avicultura moderna en España. Cabría destacar, entre su importante obra, la creación de la Real Escuela Oficial y Superior de Avicultura de Arenys de Mar. Podéis encontrar una explicación más detallada de sus notas en la sección Estándar.

No fue hasta la década de los 60, cuando alguien se decidió a prestarlas un poco más de atención. En 1961 apareció publicado un trabajo del veterinario cántabro Dr. Benito Madariaga de la Campa, a través del Departamento de Zootecnia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas titulado “Estudios Avícolas. La Raza Pedresa”. En dicho trabajo se describe una gallina de constitución ligera y campera, de las que trabajan el campo, en la línea que apuntó Manuel Llano y como no nos cansaremos de decir, está presente en el recuerdo de todos aquellos que la conocieron desde hace tres o cuatro lustros para atrás.

De pequeño tamaño, carácter vivaracho y gran resistencia al clima húmedo de La Montaña, como no podía ser de otro modo, la Pedresa cumplió a la perfección su papel dentro de la economía doméstica de subsistencia de nuestros valles y montañas, desde no se sabe cuando hasta hace unas décadas. La gran rusticidad de su personalidad, permitió a nuestra pequeña gallina vivir en el duro ambiente de nuestros pueblos. Madariaga escribió:

" La gallina Pedresa ... está dotada de las cualidades y de la vivacidad propia de las aves camperas. Es una gallina “buscavidas”, explotada deficientemente en lo que se refiere a alojamiento y habitación”, “... unos cuantos puñados de maíz y trigo, junto con lo que ella busca en el campo, le sirven tan sólo de sustento.”

Esta economía de subsistencia del medio rural cántabro, hace comprensible que las gentes buscasen la productividad de sus recursos de manera inmediata. La Pedresa, no nos engañemos, tiene como ponedora un nivel medio, pero gracias a su carácter espartano, se pudo mantener en nuestro campo sin demasiados problemas, ya que, además de su perfecta adaptación al medio, era ella misma quién se buscaba la mayor parte del rancho como nos apuntó Madariaga. A medida que el nivel económico de la región fue aumentando, la Pedresa, que tan dignamente cumplió su papel durante los tiempos difíciles, en lugar de mejorar sus condiciones de vida, desapareció casi de un plumazo de nuestro paisaje. Cuando la gente pudo acceder a dar a sus animales una alimentación de mayor calidad y más elaborada, el régimen de explotación cambió, pasando estos de estar la mayor parte del tiempo en el campo, procurándose su ración, a permanecer en los gallineros. Este pequeño cambió supuso para nuestra Pedresa uno de mayor calado, ya que ahora no se necesitaba un animal tan recio como las duras condiciones ambientales exigían, lo que propició que nuestra gallina fuese parcial o totalmente sustituida por otro tipo de aves, que aunque menos adaptadas a nuestra tierra, eran y son mucho más productivas tanto en puesta como en carne, y que allí donde no fuera sustituida completamente, se produjera el mestizaje con todas estas razas (semipesadas) de nueva aparición en nuestros pueblos, especialmente con la Plymouth Rock. Como nos comentó en cierta ocasión que andábamos buscando ejemplares por la zona del Nansa un paisano en Pedreo, que las tuvo y se deshizo de ellas, al preguntarle por el motivo de su decisión: “por que no valen y aquí, la que no saque renta, a tomar por el culo”, tan sencillo como eso. Es difícil convencer a alguien de lo bueno que es tener una Pedresa en su gallinero frente a un argumento tan contundente. El romanticismo y las perras siempre estuvieron reñidos. Todo esto explica, a nuestro entender, la escasa presencia de las pedresas en los gallineros actuales y lo difícil que es conseguirlas hoy en día.

A finales de los 90, la Asociación Cultural Tudanca desarrolló una importante labor de búsqueda y posteriormente de cría, con el fin de conservar nuestra gallina. Hoy en día tienen sus cuarteles en Mazcuerras, aunque su campo de acción estuvo centrando principalmente en la zona de Liébana. A la sombra de este trabajo, se publicó en la revista Arte avícola, nº 32 (2000), un patrón nuevo de la pedresa, utilizando como modelos para la realización del mismo una parte de los ejemplares localizados y criados por esta asociación, así como gallinas procedentes de un par de gallineros. El mencionado trabajo lleva la firma del fallecido Fernando Orozco Piñán, uno de los más reputados expertos en avicultura del país en los últimos años. En este texto se define a la Pedresa, contrariamente a lo que venía siendo hasta ahora, como una gallina semipesada (tipo atlántico).

Al mismo tiempo que esto ocurría, sin conexión alguna, de manera anónima y carentes de apoyo institucional, otra gente realizó la misma labor de búsqueda y conservación en otras zonas de la región, como es el caso de Toni y Alfredo, naturales de Saro. Movidos únicamente por el hecho de recuperar aquello que tuvieron de niños y recordaban, y después desapareció, peinaron las zonas pasiegas, negociando con el carácter introvertido de sus gentes. Con el cansado pero efectivo método del puerta a puerta, recorrieron las cabañas pasiegas durante años sin conseguir, en la mayoría de los casos, ningún resultado. Pero en alguna ocasión el billete resultaba premiado, obteniendo con ello fruto a su tremendo esfuerzo. Premio en forma de unos pocos huevos, que posteriormente eran incubados y después criados con mimo en su casa, como si de auténticas joyas se trataran. Una labor que nunca podremos agradecerles bastante y por la que creemos, merecen aparecer en estas líneas. Su auténtica recompensa, el haber conseguido mantener una parte de Nuestro (el de todos) patrimonio y del que, hoy en día, algunos podemos disfrutar. Las gallinas encontradas por ellos concuerdan con la línea de Llano-Castelló-Madariaga, ya que son gallinas pequeñas y tremendamente “montaraces”.

Estamos seguros que, al igual que ellos, habrá más gente repartida por nuestra región que han podido realizar una labor similar. La cuestión es encontrarlos.

También cabe señalar, que existió en su día un programa de cría por parte de Diputación con base en Gama, pero que a principios de década se paralizó. Desconocemos su duración total y el calado que tuvo sobre la gallina. Eso si, queremos destacar que fue a través de este programa, donde tuvimos conocimiento del patrón escrito por el Dr. Madariaga, cuyas directrices, según sabemos, intentaban seguir.

A partir de aquí la historia de la Pedresa está por escribir. Será difícil volver a verla como algo habitual de nuestro paisaje y allí donde queda, a tenor de las intenciones que se ven, nuestra gallina tal y como la conocieron nuestros antepasados, pasará a mejor vida, siendo sustituida por esta pseudo-pedresa que hoy en día nos dicen que es lo que tiene que ser y con la cual, desde nuestra humilde posición de aficionados, no estamos de acuerdo. En cualquier caso, desde este pequeño rincón, continuaremos luchando para que aquello que pinceló Manuel Llano, y dio color Madariaga, no desaparezca del todo. Sopas con ondas.


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