El fin de Teotihuacán


La segunda mitad del siglo VII d.c. es la fecha más probable para el fin de Totihuacán. Coinciden en ello tanto los datos arqueológicos como los escasos documentos históricos. Dicho así, parece como si no hubiera problema. Pero desgraciadamente hay contradicciones y dudas, no en cuanto a que Mesoamérica en el siglo VII o principios del VIII sufriera la fuerte conmoción que le produjo el fin de la gran ciudad, de su imperio y su cultura, sino en cuanto a la forma en que esta caída ocurrió y a la duración del proceso que condujo a la muerte del mundo teotihuacano. Veamos primero el problema de las fechas y su significado posible.

 

Durante las exploraciones de 1962 a 1964, en varios edificios a lo largo de la calle de los Muertos encontramos restos carbonizados de vigas que habían pertenecido a techos o a jambas. Once de ellas fueron analizadas por el método del C14. En todos los casos correspondían a los últimos edificios construidos en el lugar respectivo. Como es bien sabido, la costumbre mesoamericana de construir un templo sobre las ruinas de otro o de desmantelar el más antiguo para hacer uno encima de el permite con cierta facilidad establecer la secuencia de estas construcciones y saber cual fue la ultima de ellas. Estamos seguros, por tanto, que los templos teotihuacanos de donde recogimos las vigas carbonizadas son la ultima construcción en aquel emplazamiento. Podría asegurarse, pues, que las fechas logradas de esas vigas son las del edificio ultimo. Pero las cosas no son tan fáciles. En efecto, el método de C14 permite fechar objetos que han tenido vida –exclusivamente estos- y la fecha obtenida señala cuando murieron. En el caso que nos ocupa, indican cuando fueron cortadas las vigas que encontramos calcinadas, pero no cuando se construyo el edificio en el que se usaron y, menos aun, la fecha de su destrucción. Es evidente que, en la mayoría de los casos, cuando se corta un árbol para reducirlo a vigas, estas se emplean inmediatamente, ya que su finalidad es obtener el material necesario para techar un edificio en construcción. Pero las vigas pueden haber pertenecido a un edificio anterior y, al demolerse este, ser reutilizadas las que se conservasen en buen estado para techar la nueva construcción. Esta practica era frecuente en Teotihuacán, donde, por cierto, durante la época III ya habían terminado con los bosques cercanos. En el caso concreto que nos ocupa, hay evidencia indudable de que las vigas del edificio anterior al Quetzalpapalotl –de donde se obtuvieron seis de las once muestras- fueron arrancadas de su sitio y, por tanto, probablemente rehusadas en el nuevo palacio. Perdónesenos habernos extendido tanto sobre estos tecnicismos, pero son indispensables para entender las bases sobre las cuales han surgido opiniones contradictorias respecto a la fecha en que fueron erigidos estos edificios y, en consecuencia, la probable de su destrucción.

 

En efecto, las fechas dadas por el método del C14 fluctúan entre los años 50 y 290 d.c. pero, salvo la más antigua, todas están entre los años 150 y 290. Asociadas a estas muestras hallaremos cerámicas de la época III. ¿Quiere esto decir, por tanto, que los últimos edificios a lo largo de la calle de los Muertos y alrededor de la plaza de la Luna fueron construidos en esos años? ¿ Y que a esos años corresponde la cerámica y, por tanto, la época II? Atendiendo solo a las fechas, ello es evidente. Pero, como siempre, surge la duda si tenemos en cuenta la posible reutilización de las vigas. Ya indicamos que en el Quetzalpapalotl tal hecho es muy posible, pero seria raro que hubiera ocurrido en todos los casos. Mas – y siguen las objeciones- hay otro problema. De ser tal como exponemos, debemos pensar que los templos construidos en la segunda mitad del siglo II y durante el siglo III perduraron en pie hasta 650, fecha en que suponemos termino la época III es decir, unos 450 o 500 años. Esto es inverosímil, ya que los templos eran bastante frágiles, a diferencia de las pirámides o basamentos, que pueden resistir el paso de milenios.

 

Propusimos hace unos años otra explicación que actualmente no podemos aceptar. Consiste en creer que los edificios construidos entonces terminaran su vida hacia 350 d.c., mientras que las zonas destinadas a habitación en Teotihuacán siguieran en pleno auge durante otros 300 años. Pero entonces resultaría que la época de mayor expansión de la ciudad corresponde precisamente a ese momento, o sea, cuando el gran centro ceremonial ya no se utilizaba, lo que es difícil de aceptar. Tal deducción nos lleva a pensar en dos destrucciones de Teotihuacán: una en 350, que afecto al centro religioso, y otra en 650, de la ciudad misma. ¿Cómo pudo haber mantenido su prestigio y su grandeza si las enormes pirámides, o cuando menos la de la Luna, y todos los templos de la calle de los Muertos estaban en ruinas desde el terrible incendio que las asolo en 350? Por otro lado, las relaciones con la zona maya y particularmente con Tikal corresponden bien a 650, y muy mal a 350. Las fechas de Tikal y la historia maya están basadas en inscripciones de Cuenta Larga, que como es sabido, dan fechas precisas, aunque no hay que olvidar que la sincronología con el calendario cristiano no es totalmente firme.

 

Hemos querido, aunque sea en forma algo resumida, plantear el problema y, por mucho que se ha usado la cronología mas aceptada para Teotihuacán, nos quedan dudas sobre si es la verdadera o si debemos retrotraerla en unos tres siglos.

 

Si la fecha para el fin de Teotihuacán es difícil de precisar, más dudosas son las razones que provocaron este acontecimiento que conmovió a Mesoamérica y el clima cultural en el que se verifico. Es evidente que la época final de Teotihuacán, la IV, fue de gran prosperidad material, por lo menos en algunos aspectos. La industria de la obsidiana da la impresión de haber disminuido en importancia, pero los productos traídos por comercio o por tributo desde tierras lejanas, al contrario, parecen ser más numerosas. En cambio, hay sugerencias en el sentido de que el valle de Puebla o, por lo menos, su centro principal, Cholula, se estaban alejando del dominio de la metrópoli. Es posible que Teotihuacán estuviera en su área metropolitana. Asimismo las relaciones con el valle de Oaxaca ya eran inexistentes, posiblemente por la misma razón, pues al perder Puebla, se cortaba la comunicación.

 

No es posible creer demasiado en la teoría de que la decadencia pudo provenir de cambios climáticos, pero sí parece que hubo entonces un período más seco y tenemos ciertas razones para creer que para entonces ya se habrían acabado de desmontar los cerros, dejándolos deslavados y estériles como están hoy. Ello rea debido a la tala incesante de árboles para construcciones y a la enorme cantidad de cal que los teotihuacanos quemaron durante tantos siglos.

 

Hasta ahora no nos hemos referido a la composición étnica de Teotihuacán, por ser problema del que básicamente carecemos de todo dato. Sin embargo, Wigberto Jiménez Moreno ha sugerido que pudiera estar habitada por nahuas –hablantes de la forma antigua del idioma- combinados con popolucas y mazatecos, aunque tal vez fueron mixtecos. Pero sean quienes fueren, esta situación internacional, por un lado tan rica en posibilidades, también estaría preñada de problemas sociales y políticos, al igual que medio milenio mas tarde ocurrió con los toltecas. Y, en efecto, creemos que las causas profundas y más decisivas en la caída de Teotihuacán provienen de aspectos sociales, políticos y, desde luego, religiosos.

 

Ya hemos visto como, al fin los habitantes en las antiguas zonas residenciales dejaron de vivir en casas aisladas y la mayoría de ellos quedo congregada en casas de departamentos, lo cual forzosamente tuvo que producir cambios considerables en la vida misma del teotihuacano. Los grupos estarían mas estrechamente vinculados en lo físico, pero la aglomeración debió causar numerosas fricciones. También la aglomeración y el gran aumento de la población multiplico los problemas urbanos y económicos. ¿Pudo la jerarquía organizar con suficiente eficiencia el abastecimiento de habitantes reunidos en cantidades hasta entonces desconocidas?

 

Creemos que no y que, como ha ocurrido en otros caso, el problema económico creo un distanciamiento aun mayor entre gobernantes y gobernados. Es evidente que los primeros vivían cada vez con mas lujo; es probable que los segundos encontraran cada vez mas dificultades para sobrevivir. Si a esto añadimos los problemas causados por gente foránea que vivía dentro de la ciudad, no es extraño que se haya formado ese proletariado interno –para usar la frase toynbeana- cada vez más intranquilo y deseoso de cambios y nuevas formas sociales y políticas.

 

De lo que estamos seguros es de que la ciudad fue incendiada, saqueada y en parte destruida de propósito; las huellas del incendio final son evidentes en muchos de los templos a lo largo de la calle de los Muertos. Donde más se advierte esto es en el palacio del Quetzalpapalotl. Aquí no se conformaron con quemar los techos, sino que las maravillosas columnas esculpidas con la efigie del dios fueron desmanteladas y en parte soterradas en un enorme socavón abierto en el centro del patio. También la escalera monumental de la pirámide de la Luna fue destruida de propósito y casi todas las grandes piedras de los escalones -hoy repuestas en su sitio primitivo- fueron quitadas de allí y esparcidas por la plaza. Tenemos también evidencia de que muchas de las ofrendas que solían colocarse frente a los templos al edificarse fueron saqueadas de tal manera que en casi todos los casos sólo encontramos vacías las cajas. Tal vez en tal ocasión acarrearon también durante varios metros la enorme estatua de la diosa del Agua -hoy en el museo-, que se supone estaba sobre la pirámide de la Luna y fue hallada hacia 1860 ya sin su corazón de jade a 142 m al oeste de la pirámide.


Última modificación: 22/Abril/1997

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