* Maio-Junho de 1998 * I - 1 * Poesia *


LA L�MPARA EN LA TIERRA * Pablo Neruda

*** Amor Am�rica (1400)***

Antes de la peluca y la casaca / fueran los r�os, r�os arteriales: / fueran las cordilleras, en cuya onda ra�da / el c�ndor o la nieve parec�an inm�viles:/ fue la humedad y la espesura, el trueno / sin nombre todav�a, las pampas planet�rias.

El hombre tierra fue, vasija, p�rpado / del barro tr�mulo, forma de la arcilla, / fue c�ntaro caribe, piedra chibcha, /copa imperial o s�lice araucana.

Tierno y sangriento fue, pero en la empu�adura / de su arma de cristal humedecida,/ las iniciales de la tierra estaban/ escritas.

Nadie pudo / recordarlas despu�s: el viento / las olvid�, el idioma del agua/ fue enterrado, las claves se perdieron / o se inundaron de silencio o sangre.

No se perdi� la vida, hermanos pastorales. / Pero como una rosa salvaje / cay� una gota roja en la espesura / y se apag� una l�mpara de tierra.

Yo estoy aqu� para contar la historia. / Desde la paz del b�falo / hasta las azotadas arenas / de la tierra final, en las espumas / acumuladas de la luz ant�rtica, / y por las madrigueras despe�adas / de la sombr�a paz venezolana, / te busqu�, padre mio,/ joven guerrero de tiniebla y cobre, / oh t�, planta nupcial, cabellera indomable, / madre caim�n, met�lica paloma.

Yo, inc�sico del l�gamo, / toqu� la piedara y dije: / Qui�n /me espera? Y apret� lamano / sobre un pu�ado de cristal vac�o./ Pero anduve entre flores zapotecas/ y dulce era la luz como un venado, / y era la sombra como un p�rpado verde.

Tierra m�a sin nombre, sin Am�rica, / estambre equinoccial, lanza de p�rpura, / tu aromame trep� por las ra�ces / hasta la copa que beb�a, hasta la m�s delgada / palabra a�n no nacida de mi boca.

*** Alturas de Macchu Picchu ***

Si la flor a la flor entrega el alto germen / y la roca mantiene su flor diseminada / en su golpeado traje de diamante y arena,/ el hombre arruga el p�talo de la luz que recoge / en los determinados manantiales marinos / y talandra el metal palpitante en sus manos. / Y pronto, entre la ropa y el humo, sobre la mesa hundida, / como una barajada cantidad, queda el alma:

cuarzo y desvelo,l�grimas en el oc�ano / como estanques de fr�o: pero a�n / m�tala y agon�zala con papel y con odio,/ sum�rgela en la alfombra cotidian, desg�rrala / entre las vestiduras hostiles del alambre.

No: por loscorredores, aire,mar o caminos, / qui�n guarda su p�al(como las encarnadas / ampolas, su sangre)? La c�lera ha extenuado / la triste mercanc�a del vendedor de seres, / y,mientras en la altura del ciruelo, el roc�o / desde mil a�os deja su carta transparente / sobre la misma rama que lo espera, oh coraz�n,oh frente triturada / entre las cavidades del oto�o.

Cu�ntas veces en las calles de invierno de una ciudad o en / un autob�s o un barco en el crep�sculo, o en la soledad / m�s espesa, la de la noche de fiesta, bajo el sonido / de sombras y campanas, en la misma gruta del placer humano, / me quise detener a buscar la eterna veta insondable / que antes toqu� en lapiedra o en el rel�mpago que el beso desprend�a.

(Lo que en el cereal como una historia amarilla / de peque�os pechos pre�ados va repitiendo un n�mero / que sin cesar es ternura en las capas germinales, / y que,id�ntica siempre, se desgrana en marfil / y lo que en elagua es patria transparente, campana / desde la nieve aislada hasta las olas sangrientas.)

No pude asir sino un racimo de rostros o de m�scaras / precipitadas, como anillos de oro vac�o, / como ropas dispersas hijas de un oto�o rabioso / que hiciera temblar el miserable �rbol de las razas asustadas.

No tuvesitio donde descansar lamano / y que, corriente como agua de manancial encadenado, / o firme como grumo de antracita o cristal, / hubiera devuelto el calor o el fr�o de mimano extendida. / Qu� era el hombre? En qu� parte de su conversaci�n abierta / entre los almacenes y los silbidos, en cu�l de sus movimientos met�licos / viv�a lo indestructible, lo imperecedero, la vida?

IV

La poderosa muerte me invit� muchas veces: / era como lasal invisible en las olas, / y lo que su invisible sabor diseminaba / era como mitades de hundimientos y altura / o vastas construcciones de viento y vent�squero.

Yo al f�rreo filo vine, a la angostura / del aire, a la mortaja de agricultura y piedra, / al estelar vac�o de los pasos finales / y la vertiginosa carretera espiral:/ pero, ancho mar, oh muerte!, de ola en ola no vienes, / sino como un galope de claridad nocturna / o como los totales n�meros de la noche.

Nunca llegaste a hurgar en el bolsillo, no era / posible tu visita sin vestimenta roja: / sin auroral alfombra de cercado silencio:/ sin altos y enterrados patrimonios de l�grimas.

No pude amar en cada ser un �rbol / con su pequ�o oto�o a custas (la muerte de mil hohas), / todas las falsas muertes y resurrecciones / sin tierra, sin abismo: / quise nadas en las m�s anchas vidas, / en las m�ssueltas desembocaduras, / y cuando poco a poco el hombre fue neg�ndome / y fue cerrando paso y puerta para que no tocaran / mis manos manantiales su inexistencia herida, / entonces fui por calle y calle y r�o y r�o, / y ciudad y ciudad y cama y cama, / y atraves� el desierto mi m�scara salobre, / y en las �ltimas casas humilladas, sin l�mpara, sin fuego, / sin pan, sin piedra, sin silencio, solo, / rod� muriendo de mi propia muerte.

VI

Entonces en la escala de la tierra he subido / entre la atroz mara�a de las selvas perdidas / hasta ti, Macchu Picchu. / Alta ciudad de piedras escalares, / por fin morada delque lo terrestre / no escondi� en las dormidas vestiduras. / En ti, como dos l�neas paralelas, / la cuna del rel�mpago y del hombre / se mec�an en un viento deespinas.

Madre de piedra, espuma de los c�ndores.
Alto arrecife de la aurora humana.
Pala perdida en laprimera arena.

�sta fue la morada, �ste es el sitio: / aqu� los anchos granos del ma�z ascendieron / y bajaron de nuevo como granizo rojo.

Aqui la hebra dorada sali� de la vicu�a / a vestir los amores, los t�mulos, las madres, / el rey, las oraciones, los guerreros.

Aqu� los pies del hombre descansaron de noche / junto a los pies del �guila, en las guaridas / carniceras, y en la aurora / pisaron con los pies del trueno la niebla enrarecida, / y tocaron las tierras y las piedras / hasta reconocerlas en la noche o la muerte.

Miro las vestiduras y las manos, / el vestigio del agua en la oquedad sonora, / la pared suavizada por el tacto de un rostro / que mir� con mis ojos las l�mparas terrestres, / que aceit� con mis manos las desaparecidas / maderas: porque todo, ropaje, piel, vasijas, / palabras, vino, panes, / se fue, cay� a la tierra.

Y el aire entr� con dedos / de azahar sobre todos los dormidos: / mil a�os de aire, meses, semanas de aire, / de viento azul, de cordillera f�rrea, / que fueron como suaves huracanes de pasos / lustrando el solitario recinto de la piedra.

(In: Neruda, Antologia Po�tica,Rio de Janeiro: Jos� Olympio Editora,1976)"

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�ndice I-1

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