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Por eso oramos todos en especial el Santo Padre, Juan Pablo II, ahora cerca,
muy cerca del lugar donde se desarrollará la posible guerra, Afganistán.
El uso de las armas debe producir más mal del que ya se ha causado.
Tomar la decisión de hacerlo implica una grave responsabilidad para
los gobernantes de los países que se han aliado para luchar contra
los talibanes y todos aquellos locos que mataron a tantos inocentes en
Nueva York, Washington y varios lugares del mundo.
Todos los días leemos que han amenazado a los ingleses, a los
franceses, a todos los que ellos ya tienen como enemigos suyos porque así
lo dijo Osama Bin Laden.
Que pena ser tan repetitiva con este tema, pero es que no se ven en
la TV, local y foránea, más que programas que muestran lo
que pasa al último momento.
Y si a eso se unen las amenazas que los colombianos recibimos de nuestros
mismos guerrilleros, armados hasta los dientes como sus iguales, los nervios
están de punta a toda hora.
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Cambiemos de tema por la salud mental de todos.
Pensemos en algo agradable que nos haya sucedido y rebuscando en la
memoria no encontramos más tema que la feliz infancia que tuvimos
la dicha de tener.
Un par de padres elegantes y bellos, 13 hermanos muy unidos, una bella
casa que hoy es monumento municipal de Tuluá, el pueblo vallecaucano
en el cual nacimos y crecimos. Yo fuí y sigo siendo gemela idéntica
de una hermana que he querido y protegido porque así soy: sobreprotectora
de propios y ajenos.
Eramos 10 mujeres y 3 hombres y hoy apenas sobrevivimos 6 mujeres.
Tuve hermanas muy lindas y aún hoy, viejas todas, nos conservamos
muy bien externa y mentalmente y por este mundo de horror vamos, hastiadas
de haber vivido tanta violencia, pero con una fe firme de que el buen Jesús
nos permitirá ver un mundo unido y en paz.
Leonor Uribe de Villegas
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