Septiembre 23 de 1999
UN MUNDO SIN ARMAS...

Y una paz con justicia. Obviamente esta utopía se debe a nuestro máximo escritor Gabriel García Márquez. Comienza él una conferencia (que dictó en Ixtapa Méjico, en 1986) titulada "EL cataclismo de Damocles" con una visión apocalíptica.

"Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes y cuyos pájaros no encontrarán el cielo".

¿Se acerca el fin del mundo? Eso es lo que nos vaticinan los pesimistas, ante tantas catástrofes que ha tenido la tierra en los últimos tiempos. Colombia no ha estado exenta de ellas, y si se unen a los daños de la naturaleza los que cometen los hombres, hay razón para vivir con los nervios de punta, "estresado", como se dice bien con palabra prestada al inglés.

Sólo una imaginación desbordada como la de García Márquez (es una lástima que esté tan enfermo en Méjico) fija día y hora para esta catástrofe: las 3 de la tarde de una lunes aciago, ¡y qué horror! En el caos final las únicas que sobrevivirán serán las cucarachas.

Continúa: "Esto no es un mal plagio del delirio de Juan en su destierro de Patmos, sino la visión anticipada de un desastre cósmico que puede suceder en este mismo instante: La explosión -dirigida o accidental- de una sóla parte mínima del arsenal nuclear que duerme con un ojo y vela con el otro en las santabárbaras de las grandes potencias".

Señoras y señores: Si los dirigentes de las naciones no asumen su responsabilidad ante Dios y los hombres, el futuro será peor que este presente que vivimos.



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