Esto les dice una vieja abogada quien con su larga experiencia (alcancé
a hacer 350) sabe bien que los adoptantes europeos y gringos son personas
de fiar.
Conocí varios casos, muchos cuando fui
directora general del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y otros
acá en Cali, donde he ejercido mi carrera.
Hasta hace ocho años cuando me comenzó esta imposibilitante
enfermedad, conocida como neuropatía periférica que luego
se unió a la artritis reumatoidea.
Pero si las manos me fallan no así el cerebro, por la gracia
de Dios.
Les cuento casos que parecerían fábulas. Uno fue la adopción
de un niño de tres años, hijo de una empleada del servicio
doméstico quien lo dejó abandonado en una elegante casa,
recién nacido. Los dueños lo dejaron en una patio de atrás
en donde tenían perros. Lo alimentaban con esa comida canina.
El niño aprendió a andar en cuatro patas. Era un perrito
completo, no hablaba sino que ladraba. Vino un joven holandés, se
conmovió como nadie y lo adoptó.
Me escribió contándome como casi lo llevaron dopado y
en su familia fueron tan buenos que lo ayudaron a convertirlo en un ser
humano. Dios los bendiga.
Cada caso me conmovía; si eran mellizos, porque yo lo soy. Mi
único fracaso ocurrió con una joven de 14 años, quien
se enamoró del buen mozo padre adoptivo. Hubo que traerla y ya no
quiso ser adoptada.
Para donde más adopciones hice fue para Europa Occidental. Después
a USA y en Colombia, por esos años (1.976 en adelante) nadie quería
esa experiencia. Ahora si.
Leonor Uribe de Villegas
|