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Este es el título de un artículo que escribí para
"El Espectador" de Bogotá en Abril de 1985. Por el solo comienzo
parece escrito ayer. Dije: ¿Por qué la razón de este
título? Porque si algo nos caracteriza hoy a los colombianos es
el desconcierto; tratamos de ser optimistas un día y al siguiente
ocurren tantas tragedias, se escriben tantas incongruencias, se escuchan
posiciones fatalistas o llenas de esperanza, que el DESCONCIERTO (así,
con mayúsculas) es el resultado de todo ésto.
Hago una serie de preguntas sobre el viaje del entonces presidente
del país, el Dr. Belisario Betancur (quien me hizo el honor de nombrarme
Directora Nacional del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, donde
estuve casi dos años, del 82 al 84) a solicitar al FMI ayuda para
sacar adelante los proyectos del gobierno.
El fue un incomprendido; unos lo tachaban de izquierdista y otros de
ultra derechista. No fue ni lo uno ni lo otro. Era un hombre siempre dispuesto
al diálogo pero siempre lo que ha sido es un intelectual de tiempo
completo. Sabía bien que el pago de todo servidor público
es la incomprensión, el desagradecimiento, cuando no la calumnia.
Puedo dar fe de ello.
Belisario se mereció, en parte, las críticas por su falta
de protocolo, de convencionalismos, su amor por el "laissez faire", "laisezz
passer". Un país como éste, tan revuelto, no entiende cómo
se puede gobernar así.
Con la globalización, que hace 15 años no existía,
todos los gobernantes del mundo se sienten autorizados para dar sus conceptos
sobre esta rica tierra y pobre nación, sacudida al vaivén
de todos los vientos.
Ahora además de los políticos foráneos que vienen
en son de visita, tenemos que escuchar a los directivos de ONGs izquierdistas,
agresivos. Ninguno aporta nada constructivo. Antes era solamente el intervencionismo
del FMI que daba o no daba los préstamos, según su criterio.
Hoy todos los organismos internacionales le dicen al presidente Pastrana
qué debe hacer. Mientras, la guerrilla se burla de todos.
Leonor Uribe de Villegas
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