Octubre 10 de 2.000 |
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Hasta que cae Eva, tentada por la serpiente. Pensarán mis lectores -los tengo, porque me escriben- que el tema está "demodé" y que solo una vieja como yo piensa y cree en la necesidad de que el matrimonio sea indisoluble. Salvo excepciones que confirman la regla. ¿Qué tal casarse con un homosexual, por ejemplo? El Papa Juan Pablo I le contaba a un grupo de recién casados la siguiente anécdota, ocurrida en Francia. Federico Ozanan era un profesor insigne de la Sorbona; era una persona respetada y un buen católico. Lacordaire solía decir de su amigo: "¡Este hombre es tan bueno y tan estupendo que se ordenará como sacerdote, incluso llegará a ser un buen obispo!" Pero Ozanan contrajo matrimonio, lo que hizo exclamar a Lacordaire: "¡Pobre Ozanan! ¡También él ha caído en la trampa!". Lo cual le reclamó el Papa Pío IX, quien le dijo: "Yo siempre he oído decir que Jesús instituyó siete sacramentos: ahora viene usted, me revuelve las cartas en la mesa y me dice que ha instituído sus sacramentos y una trampa. No, Padre, el matrimonio no es una trampa, ¡es un gran sacramento! (Tomado de "Hablar con Dios", Tomo V) ¿Qué ha dañado en gran manera la unión matrimonial? La intromisión de personas cercanas y lejanas, públicas y privadas, en la procreación. "Tengan un solo hijo, máximo dos o no tengan ninguno". Entonces las tasas de natalidad descienden y están en menos de cero. Falta mano de obra al estilo de Suecia. O través de leyes, divinas y humanas, se obliga a tener hijos, los que vengan, irresponsablemente. Responsabilidad significa saber responder. Qué pocos respetan esta norma para saber vivir en comunidad. Digámoslo sino los colombianos con tasas de natalidad y mortalidad tan altas. Acá nos saludamos diariamente: "Hermanos, de morir tenemos." "Ya lo sabemos". Leonor Uribe de Villegas |
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