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Hace unos cinco días resolvió el Papa Juan Pablo II llevar
a cabo uno de los sueños de su vida: Ir por el camino que siguió
San Pablo para predicar el evangelio en el Medio Oriente.
Así, como buen viajero del siglo XXI tomó el avión
y voló a Grecia, a Atenas, su primera escala. Emociona observar
la fortaleza espiritual de este anciano quien tiene el cuerpo muy débil
pero el alma poderosa.
Desde hace más de 1.000 años se habían separado
las iglesias cristianas de oriente y occidente y es ahora, cuando este
santo Juan Pablo, quien valido de la amistad que tuvo el Apóstol
Pablo con esos pueblos va "recogiendo sus pasos" para decir que somos una
sola iglesia con un solo Señor, Jesucristo.
No esperaba uno que lo recibieran con tanto esplendor. Obviamente,
hubo quien lo rechazara pero con su expresión bondadosa logró
que estos árabes lo admiraran como el verdadero sucesor de Cristo.
Para San Pablo fue un choque ver la cantidad de ídolos que había
en Atenas. Ahora Juan Pablo estuvo, como él, en la sala del Aerópago,
y allí les habló de Jesucristo, del verdadero Dios que hizo
el mundo y todo lo que hay en él.
El domingo 6 estuvo Juan Pablo II en Damasco, en un encuentro con líderes
musulmanes. Allí, en la capital de Siria, primero dijo una hermosa
misa en la mañana, en el stadium. Después fue la reunión
con el Mufti, el gran patriarca y muchos ortodoxos de la iglesia y del
gobierno.
En ese sitio se supone que está enterrada la cabeza de Juan
El Bautista. Desde allí pronunció su discurso el Papa, muy
emocionado y le contestó otro, muy largo y en su idioma el Mufti.
Ahora terminará el seguimiento de San Pablo, este valeroso Juan
Pablo II en la isla de Malta. El santo iba en un barquichuelo en donde
lo llevaban preso para Roma. Encalló precisamente en esa isla y
todos sus compañeros y él se dedicaron a predicar y sanar
enfermos en el nombre de Cristo. Llega al fin a Roma en donde no lo tratan
tan mal. Lo dejan salir, encadenado a un guardia, pero así cumple
su misión.
Leonor Uribe de Villegas
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