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Esa fue la homilía que escuchamos el pasado domingo, basada en palabras
de San Juan Evangelista: "Dijo el Señor, este es mi mandamiento:
que os améis unos a otros como yo os he amado (Juan 15, 12)". Se
extendió nuestro párroco, el sacerdote Carlos Alfonso López,
sobre la necesidad de acrecentar el amor entre los hombres, en especial
acá en Colombia en donde parece ser el odio el causante de todos
nuestros males: Físicos, materiales, sociales, y morales. Hemos
descendido en la escala de la racionalidad, del humanismo, hasta convertirnos
casi en salvajes. "El hombre, lobo para el hombre". Y sigue la enseñanza
de Jesús: "nadie tiene amor más grande que el que da la vida
por sus amigos" (Juan 15, 13).
Dice el Padre: "El judaísmo predica el amor al prójimo,
pero restringe la noción de prójimo a los parientes, a los
vecinos, a los compatriotas. El amor no alcanza al enemigo: a este se le
aplica la ley del talión".
El marxismo que tanto habla sobre el bien de la humanidad se detiene
al llegar a los adversarios: "éstos deben ser exterminados". El
primer distintivo entre los cristianos era el amor. "Mirad cómo
se aman", decían los paganos al observarlos (Hechos 2, 42-47).
Hoy podemos preguntarnos: ¿Qué hay de ese amor en nuestra
vida diaria?
Al observar tanto odio, rencor, crimen y maldad; al ver tantas injusticias
e irrespetos contra la vida humana, contra su dignidad, nos preguntamos:
¿Qué ha quedado del mandamiento de Cristo? Concretamente:
¿Qué ha quedado en nosotros del amor a la patria?
"¿Somos conscientes de que esta siendo destruida día
a día, palmo a palmo por sus enemigos, los cuales todavía
no nos han mostrado el primer hecho de paz?", se pregunta el sacerdote.
Hemos perdido la capacidad de asombro y de reacción frente a
los delitos más atroces. Las tales "zonas de despeje" son bastos
espacios cedidos por el Estado a los bandoleros para que cometan los atropellos
que deseen.
No hay gobernabilidad. El presidente carece de un carácter fuerte
-añado yo- y los políticos de los dos grandes partidos nos
producen rechazo. Cada quien obra buscando su propia utilidad.
Querido Padre López: El amor se acabó. Sólo reina
el egoísmo.
Leonor Uribe de Villegas
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