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Hubo una vez una familia que se preciaba mucho de sus ancestros. Abuelos,
bisabuelos, y hasta 1.600 y pico hubo uno que guardaba la historia de quienes
llegaban de España, de la revolucionaria Provincia Vazcongada. Los
colombianos buscamos las raíces como algo muy importante en nuestra
vida. Y no olvidamos las hazañas de quienes hicieron brillar el
apellido por las suyas. Por su fuerte carácter, por su vinculación
a determinado partido político por el cual de daba hasta la vida.
Dos grandes partidos políticos ha tenido Colombia, casi desde
su liberación del domino español. Ser un "volteado" (quien
deja un partido por otro) es una ignominia. Por eso el sectarismo tan frecuente,
aunque las nuevas generaciones ya no lo tienen.
Pero me fuí de mi historia. Las gemelas, 8a y 9a hijas de un
hogar de 13, eran la sensación de su padre y en su pueblo. Totalmente
idénticas, lindas, una muy seria y la otra coquetona; buenas estudiantes,
se casaron muy jóvenes.
Y como otra más de las coincidencias de su vida, los esposos
llevaban el mismo apellido sin ser ni siquiera parientes. Vistieron de
forma idéntica, hasta los 18 años, lo cual hoy, sicológicamente,
se encuentra errado. Fueron al mismo colegio, las sentaban una al lado
de la otra para poder utilizar los mismos libros, otra cosa prohibida por
los especialistas. Las quíntuples Dione y las argentinas Dilegenti,
más todos los demás casos de partos múltiples, siguen
o siguieron esas instrucciones.
Ellas jamás sintieron daño alguno y, antes por el contrario,
han sido muy unidas las dos y los hijos de ambas, cuatro de la una y dos
de la otra. Tienen cuatro nietos cada una.
Han llegado a la vejez con los achaques que normalmente se tienen.
Otra casualidad las acerca: las dos tienen dificultades para caminar. Ambas
necesitan la ayuda de un caminador. Su fe las ha ayudado a pasar sus días.
La una viuda y la otra con su buen esposo vivo. ¿Cuántos
años más?
Leonor Uribe de Villegas
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