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Ni
más ni menos. Ante nuestros ojos asustados los colombianos vemos
como la guerrilla, consentida por este gobierno, que gracias a Dios se
acaba, dejó de atacar en los campos y pueblos pequeños para
pasarse a destruir la infraestructura nacional (puentes, torres de energía,
acueductos) y ahora está en las ciudades.
El martes 21 atacaron las milicias de la guerrilla a Medellín,
en la zona occidental y dejaron un saldo de 9 muertos, entre ellos 2 niñas,
y 37 heridos. Comenzaron el ataque desde las 3 a.m. hasta las 11: a.m.
Tenían las armas más sofisticadas; esas son las que por miles
y miles reciben los bandidos, enviadas por países "amigos" de esta
nuestra América, a cambio de cocaína, marihuana y heroína.
Medellín es la segunda ciudad de Colombia. Grande y bonita,
pero con inmensas zonas tuguriales (al igual que esta Cali en que vivimos)
donde abundan malhechores dispuestos a ayudar a las guerrillas. Dios permita
que, como todavía son minoría dejen celebrar los comicios
para elegir presidente el próximo domingo 26.
Nuestro candidato, como ya lo he escrito antes, Álvaro Uribe
Vélez ha tenido que estar encerrado las dos semanas últimas,
porque está amenazado de muerte. Es fuerte este antioqueño,
pero se le ve triste por el forzoso retiro y la comunicación con
sus seguidores sólo a través de la radio y la TV.
Escucho la misa diaria en la televisión por el canal de la madre
Angélica, EWTN, de Birmingham, Alabama y pido a Dios por Uribe y
por Colombia, que nos conceda la paz. No nos queda sino avivar la fe para
no desanimarnos después de 50 años de violencia. Y esperar
que Él haga pronta justicia.
Leonor Uribe de Villegas
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