|
Así le escuchaba decir a un amigo bohemio, a quien le gustaban los
tangos por encima de cualquier otra música.
Se preguntarán quienes me leen: ¿Y a qué viene
este tema hoy después de toda la atroz violencia de los últimos
días en Colombia? Pues, precisamente, a eso: Doblemos la doliente
página que nos lleva a contar muertos y heridos por doquier sin
que se sepa quiénes o por qué cometieron esos delitos de
estallar carros, el primero aquí en Cali, y el segundo en Medellín
y otros que allá desactivaron.
Lei en "La Revista", el magazín dominical de "El Espectador",
como Marielita Cruz Marín (apellidos de mi tierra) sostiene hace
más de 30 años un rinconcito arrabalero fundado con su esposo,
ya muerto, en pleno centro de Bogotá. Eran amantes, los dos, de
todo lo que tuviera que ver con el cantante argentino Carlos Gardel, quien
se mató en un accidente de aviación en el aeropuerto de Medellín.
Allí es un ídolo, pero los "paisas" son otra cosa.
Toparse con "El Viejo Almacén" en pleno centro de la fría
Bogotá, saber que así se llamaba el sitio de reunión
de Gardel en Buenos Aires y que haya cantidades de tanguistas jóvenes
y viejos que visitan todas las noches el rinconcito sin ínfulas
de Mariela, es encontrar otra Colombia, "mano", como dijera alguien.
Por causa de los clientes Mariela empezó a estudiar los orígenes
del tango y de sus leyendas. Así supo del famoso café-bar
de la Calle Corrientes de Buenos Aires. Eran los años 30 para adelante
porque ya más tarde en mi pueblo se empezaron a escuchar los tangos
y yo muy jovencita, me quedaba alelada viendo bailar los jóvenes
y preguntándome dónde quedaba "Buenos Aires querido".
Ha tomado auge esta música que hasta hace poco se denominaba
"música para cuchos", este es el nombre para denominar los viejos.
El tango, muy bien tocado y mejor bailado, hace furor ahora. A la verdad
que es bello. Con el avance de la tecnología no es lo mismo escuchar
discos de 78 y 33 revoluciones que los Cds de ahora y ver los programas
en la TV. Que la vida ceda paso a la muerte, ¿Verdad Roberto Lazcano.
Leonor Uribe de Villegas
|
|