|
Es el más preciado don que puede darnos el Señor. Dice Msr.
Escrivá que la "lucha ascética, se hace poniendo en ejercicio,
a lo largo del día, las virtudes teologales, que antes que para
teorizar son virtudes para vivir: la fe, la esperanza, la caridad. Y así
tendréis serenidad. Serenidad que es un modo laical de llamar a
un fruto de la fortaleza, de la templanza, de la justicia, de la prudencia:
de las virtudes cardinales.
Qué difícil es permanecer sereno ante las circunstancias
de la vida que nos toca vivir. No se puede ser insensible ante la violencia
que nos rodea, salvo si el egoísmo es superior a las virtudes que
deben ser nuestra fortaleza. Pero qué felicidad es tener un carácter
sereno, aceptar las pruebas, entregar a Dios los sufrimientos.
Quienes logramos hacer esto cada día sentimos la bendición
del cielo al tener paz interior. Quienes somos por naturaleza impacientes
conocemos bien qué difícil es decir: Señor, hágase
tu voluntad. "El simple transcurso del tiempo nos da, casi siempre, la
serenidad del pasado; y, en cambio, tan sólo la virtud puede garantizarnos
la serenidad del presente y del futuro", escribe Salvador Canals, sacerdote
del Opus Dei, autor de "Ascética meditada".
Necesitamos la serenidad del presente y del futuro para no ser esclavos
de nuestros nervios o víctimas de nuestra imaginación.
Qué dichosa es la persona que jamás es víctima
de los nervios o de su propia imaginación, será liberada
del peor de los sentimientos que podemos tener: la angustia.
Es de sabios tener la mente serena que ilumine nuestros actos, para
que estos sean siempre justos.
No es fácil hallar personas serenas; esas con cuya sola mirada
llenan de paz nuestro interior.
Somos afortunados si tenemos equilibrio de nuestro propio ser, nuestra
reflexión es ponderada y serena, cultivamos nuestra propia inteligencia,
sabemos controlar los nervios. Son los frutos de la serenidad.
Leonor Uribe de Villegas
|
|