Ya en Palestina, con Arafat y su esposa sintió la misma calurosa acogida.

Estuvo en la gruta de Belén en donde se dice que nació Jesús. Es una basílica rara con la gruta en un sótano y la iglesia propiamente dicha en el piso al nivel de la calle. Esta es, con la basílica de la Anunciación en Nazareth y la del Santo Sepulcro, en Jerusalén, uno de los lugares sagrados en Tierra Santa. El presidente Weizman y su señora y el primer ministro Barak y su señora, también fueron cordiales con el Papa pero su diplomacia les restó espontaneidad.
Varias veces nos contagió el Papa las lágrimas por la tristeza; ésta, más que la alegría, es lo que deja el paso de los hombres. Así sucedió cuando fue a visitar el Holocausto, monumento construido para recordar el asesinato masivo de judios por los nazis.
El sábado en Jerusalén dijo misa temprano en la basílica del Santo Sepulcro. Todos sabemos que allí hay una tumba simbólica, porque Jesús resucitó.
El Papa oró por estos pueblos, pues judíos, musulmanes y cristianos tenemos algo muy importante en común: somos monoteístas.
Finalmente, el Papa pidió a todos los seres de buena voluntad que hay en el mundo, por el respeto a la dignidad de la persona humana y a la vida. Dios lo conserve sano y salvo.