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Hace 14 años recibí esa respuesta a mi pregunta sobre por
qué no era posible poner fin al narcotráfico, que en aquella
época era mucho menor que ahora.
Era yo la directora nacional del Instituto Colombiano de Bienestar
Familia y sin comprender mucho las razones era miembro del Consejo Nacional
de Estupefacientes. Así mismo me gané la lotería de
atender a guerrilleros amnistiados, durante seis meses.
Era ministro de justicia el doctor Rodrigo Lara Bonilla. Se discutía
la poca efectividad del Tratado sobre extradición de nacionales.
Tantos años y vamos de mal en peor. El doctor Lara fue asesinado
poco después de esa reunión. Las guerrillas y los narcos
se han triplicado y... ¿qué seguirá ahora después
de tanto bla, bla, bla en la zona de distensión del Caguán?
Al presidente Betancur le dio trabajo firmar las primeras extradiciones.
Sólo se animó a raíz del asesinato de su ministro.
Ni siquiera eso sirvió para mermar el narcotráfico. Hay miles
de millones en el negocio y son personajes los que lo manejan. Alguien
me aseguraba que no era "Tirofijo" el jefe de las FARC sino gente mucho
más poderosa.
En esa época se discutía también el uso del paraquat,
que se decía era menos dañino que el glifosato. La verdad
verdadera es que ambos se han usado por años en los cafetales y
otros cultivos, en forma manual y si se contamiron las aguas pero nadie
murió por su causa.
Se insiste en que se siga la fumigación pero en forma manual,
no aérea. Le da pena a uno ver a los campesinos señalar sus
cultivos de pancoger (legumbres y granos) quemados por causa de las aspersiones
aéreas. ¿Que son más rápidas y efectivas? Nadie
lo duda. Pero a los colombianos nos quedarán las tierras arrasadas
mientras los millonarios extranjeros se meten sus dólares a los
bolsillos.
Así, pues, la política de fumigaciones debe ser, como
dicen los italianos: "qui va piano, va lontano"
Leonor Uribe de Villegas
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