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Los leí en un diario, "El Espectador" de Bogotá y en un e-mail
que me enviaron amigos desde Washington. Se trata de los trabajos que realizan
humildes hombres colombianos, cada uno en su área.
Don Vicente, vendedor de esperanza, tiene un oficio que no deja a sus
32 años: Trasiega días enteros por los ríos colombianos
que atraviesan los departamentos de Guaviare, Vichada, Guainía,
limítrofes con Venezuela, llevando comida, víveres y esperanza
a los ribereños. Sin don Vicente, en especial durante la violencia
que existe en esos lugares, pasarían hambre.
Cada dos meses hace esas travesías en su barquichuelo "el Vikingo",
en donde se embarcan mujer e hijos.
Vicente Molano Villa revisa todo, enciende el motor y se lanza por
el río Guaviare. Una aventura de 25 días que termina en Puerto
Inírida (Guainía). Acepta que cualquier cosa puede pasar
porque siempre los paran las guerrillas, los "primos" (paramiliatares)
y de pronto un avión de cualquier delincuente. Tiene, obligadamente,
que darles hasta el 35% de su producido. Cualquiera se descorazonaría,
pero él no se lo permite. Tiene una obligación moral con
todas esas gentes que morirían de hambre sin la comida que él
les lleva.
Dios lo bendiga y el gobierno premie a este excepcional colombiano
que nos enorgullece.
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Mi otro personaje es Floro Alberto Tunubalá, gobernador del departamento
del Cauca, del cual formó parte nuestro Valle y tiene por Capital
una vieja y muy bella ciudad, Popayán.
En esa zona se encontraban muchas tribus indígenas antes de
la llegada de los españoles. Siguen vistiendo los originales "anacos"
que son faldas a media pierna, ruanas pequeñas, sombreros de ala
corta y botas.
Floro ocupa la primera posición del departamento , no está
casado con indígena. Ha sido congresista, ha estudiado diferentes
disciplinas acá y en Méjico y ganó por mayor votación
popular. En un tiempo vistió como civil pero ahora volvió
a su vestimenta tribal. Así lo veo retratado con varios popayanejos
en Washington.
Ha ido a pedir al gobierno de USA que, por favor, suspendan la fumigación
aérea con glifosato, que mata los otros cultivos diferentes a coca,
marihuana y amapola. Son 7 mil hectáreas que serán fumigadas
porque así dice la Policía Antinarcóticos de acá.
Hay que escuchar la experiencia y el clamor de los indígenas.
Respetar a personas como Tunubalá, cansadas de que los traten mal
por los siglos de los siglos.
Leonor Uribe de Villegas
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