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Escribo hoy, Miércoles de Ceniza, día en que comienza la
Cuaresma. Para los católicos, desde niños, es un periodo
de permanente pedir perdón a Dios por nuestros pecados cometidos
no sólo en estos cuarenta días sino desde la vida anterior.
Educada con monjas recuerdo bien el rosario diario, y con temor, los
vía-crucis. Me conmovían los sufrimientos de Jesús
por un pueblo desagradecido, olvidadizo, que tomaba como algo fuera de
este tiempo los ritos de la Iglesia.
Y sin embargo esta crece, "et pur se muove"... Lo observamos la semana
pasada cuando vimos la mundialmente televisada ceremonia de la ordenación
de 44 cardenales de casi todos los continentes. Observamos con alegría
la colocación del capelo cardenalicio, por el Papa Juan Pablo II
a nuestro viejo amigo Monseñor Pedro Rubiano, Arzobispo de Bogotá
ahora y antes de esta ciudad de Cali. Queda Colombia con tres cardenales.
Bien lo dijo el cardenal Rubiano: "Esta generosidad del Santo Padre
es porque se une a nosotros para pedir por la paz de Colombia". Y así
lo creo. En esta Cuaresma repetiremos el salmo 51 y pondremos a decir a
los guerrilleros: "mi pecado está siempre ante mí, contra
tí, contra tí solo pequé, lo que es mucho a tus ojos,
yo lo hice... Aparta tu semblante de mis faltas, borra en mi todo rastro
de malicia... Crea en mi, Oh Dios, un corazón puro, renueva en mi
interior un firme espíritu".
Justicia, sobre todo en nuestros juicios, limosna, oración y
ayuno es lo que debemos practicar en esta Cuaresma. Recordemos que la caridad
es, sobre todo, darnos. Un apoyo moral, un consejo, una guía.
No perdamos la esperanza en Dios a pesar de que no vemos rápidos
cambios de la violencia, en el mundo, en el desequilibrio entre países
ricos y pobres. En el condicionamiento que se pone a las ayudas. En cuarenta
días estaremos celebrando la resurrección.
Leonor Uribe de Villegas
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