Junio 30 de 2.003 
Ante tanto cambio,
¿nos irá bien a los viejitos?

Esta pregunta se la hago al Presidente Uribe. Estamos de acuerdo con él al suprimir, poco a poco o rápidamente viejos sindicatos de empresas públicas nacionales, departamentales y municipales. 
No había capital que aguantara el manejo dado a ellas por tales funcionarios. Dígalo sino el pueblo de ciudades como esta Cali, Colombia, en donde vivo. Todas están quebradas. Bien puede venir mi pariente y hacer tabla rasa con ellos. 
Pero debería pensar, este digno descendiente del general Rafael Uribe Uribe, mi tío abuelo (¿y el suyo?) En cuál va a ser la situación de tanto anciano paupérrimo y crear ancianatos oficiales para aquellos viejitos solos quienes, si tienen suerte, son recibidos en mínimas proporciones en estos asilos. 
¿Por qué me acongoja leer sobre mis colegas, los viejitos? Porque cuando los setenta pasan más veloces que las anteriores décadas, se siente miedo de perder la salud física y ante todo, mental. 
Mejor loco, que bobo, me digo. Y volteo los ojos a la imagen de Cristo y creo que Él ha sido tan bueno conmigo que me llevará antes de esas dos opciones. 
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Volviendo a mi orgullo personal, el colombiano de todos los tiempos, el general Rafael Uribe Uribe, reproduzco una nota aparecida en la última edición de la revista "Semana": 

"Dotado de una inteligencia excepcional, este "paladín de la patria" se midió en muchos campos, desde el idioma, y la agricultura hasta las relaciones internacionales, el derecho y la política. Sus ideas incisivas y su voz clara le permitieron convertirse en uno de los más destacados jefes e ideólogos del Partido Liberal y en uno de los hombres públicos más prestigiosos de la historia de Colombia. 
Nacido en una hacienda en Caramanta (Antioquia), obtuvo en 1882 el título de doctor en derecho y ciencias políticas en el Colegio Mayor del Rosario. Trabajador continuo, entendió el país y supo comprender las necesidades de las clases populares. Fue un congresista brillante. Participó en las guerras civiles de 1876, 1886, 1895 y 1899 como soldado primero y luego como oficial, y tuvo el talento raro de entender que había fracasado en la lucha armada. Se convirtió en sus últimos años, antes de ser asesinado en Bogotá en 1.914 cuando era presidenciable, en un luchador de la paz. Sus ideas aún perduran, incluso en boca del presidente Álvaro Uribe, quien al ser elegido repitió un aparte de su discurso más célebre: "He renunciado, una vez por todas y para siempre, a ser un revolucionario con las armas, pero no he renunciado a ser un revolucionario y un agitador en el campo de las ideas... si el país se pierde es por pereza. ¡Trabajemos!". 

Leonor Uribe de Villegas
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"Mejor loco, que bobo"
 
 
 
 
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