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Esta pregunta se
la hago al Presidente Uribe. Estamos de acuerdo con él al suprimir,
poco a poco o rápidamente viejos sindicatos de empresas públicas
nacionales, departamentales y municipales.
No había capital que aguantara el manejo dado a ellas por tales
funcionarios. Dígalo sino el pueblo de ciudades como esta Cali,
Colombia, en donde vivo. Todas están quebradas. Bien puede venir
mi pariente y hacer tabla rasa con ellos.
Pero debería pensar, este digno descendiente del general Rafael
Uribe Uribe, mi tío abuelo (¿y el suyo?) En cuál va
a ser la situación de tanto anciano paupérrimo y crear ancianatos
oficiales para aquellos viejitos solos quienes, si tienen suerte, son recibidos
en mínimas proporciones en estos asilos.
¿Por qué me acongoja leer sobre mis colegas, los viejitos?
Porque cuando los setenta pasan más veloces que las anteriores décadas,
se siente miedo de perder la salud física y ante todo, mental.
Mejor loco, que bobo, me digo. Y volteo los ojos a la imagen de Cristo
y creo que Él ha sido tan bueno conmigo que me llevará antes
de esas dos opciones.
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Volviendo a mi orgullo personal, el colombiano de todos los tiempos, el
general Rafael Uribe Uribe, reproduzco una nota aparecida en la última
edición de la revista "Semana":
"Dotado
de una inteligencia excepcional, este "paladín de la patria" se
midió en muchos campos, desde el idioma, y la agricultura hasta
las relaciones internacionales, el derecho y la política. Sus ideas
incisivas y su voz clara le permitieron convertirse en uno de los más
destacados jefes e ideólogos del Partido Liberal y en uno de los
hombres públicos más prestigiosos de la historia de Colombia.
Nacido en una hacienda en Caramanta (Antioquia), obtuvo en 1882 el
título de doctor en derecho y ciencias políticas en el Colegio
Mayor del Rosario. Trabajador continuo, entendió el país
y supo comprender las necesidades de las clases populares. Fue un congresista
brillante. Participó en las guerras civiles de 1876, 1886, 1895
y 1899 como soldado primero y luego como oficial, y tuvo el talento raro
de entender que había fracasado en la lucha armada. Se convirtió
en sus últimos años, antes de ser asesinado en Bogotá
en 1.914 cuando era presidenciable, en un luchador de la paz. Sus ideas
aún perduran, incluso en boca del presidente Álvaro Uribe,
quien al ser elegido repitió un aparte de su discurso más
célebre: "He renunciado, una vez por todas y para siempre, a ser
un revolucionario con las armas, pero no he renunciado a ser un revolucionario
y un agitador en el campo de las ideas... si el país se pierde es
por pereza. ¡Trabajemos!".
Leonor Uribe de Villegas
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