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Eso me pregunto hoy, cuando hace siete años de la muerte de mi
hermana menor Teresita. La muerta debí ser yo, pues cuatro días
hacía del coma que tuve, que hasta los Santos Óleos recibí.
Salió de mi casa, después de acompañarme en la
mañana cuando ya me habían trasladado a la casa, desde la
clínica. La atropelló un bus.
Cuánto la quise y aún hoy con tristeza le reclamo a Dios
por qué se la llevó a ella, tan necesaria para sus dos hijos,
pues ya yo tenía casadas a mis dos hijas.
Lo curioso de ese dolor fue que fuimos trece hijos, diez mujeres y tres
hombres. Hoy quedamos seis mujeres, la mayor de 85. Fuimos una familia
unidísima y así continuamos.
Hasta
aquí mi autotratamiento psíquico. Sigo con la historia de
nuestro pueblo natal, Tuluá, en este bello Valle del Cauca. Es idílico
este paisaje, eran hermosos y tranquilos nuestros pueblos.
No conocí a mi abuelo paterno, antioqueño, Federico Alejandro
Uribe Uribe. El era tío del general Rafael Uribe Uribe, famoso combatiente
de las guerras civiles del final del siglo XIX y comienzos del XX.
Liberal, como toda la familia, fue decapitado en las gradas del Capitolio
Nacional por dos asesinos contratados por los conservadores. Era hermano
de mi abuela materna.
Así fueron las guerras civiles nuestras, ahora la tristeza es
que quienes pelean son vulgares asesinos que matan, no por ideas políticas,
aunque digan que son comunistas y ni sabrán que es eso, sino para
apoderarse del poder, traficar con cocaína y armas.
¿Por qué será que Bush no mira hacia acá
en vez del Medio Oriente?
Leonor Uribe de Villegas
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