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Eso es desde hace muchos años el "pan nuestro de cada día"
aquí en Colombia. Por años hubo primero y sigue habiendo,
contrabando de cigarrillos, licores, armas. No creo que haya en otros países
"Sanandresitos" como se llaman esos lugares exclusivos para expenderlo
con toda libertad.
El nombre viene de la isla de San Andrés, colombiana pero lejos,
en el Atlántico. Allá había la costumbre de ir a pasear
y de paso comprar toda clase de mercancías que se traían
(o traen todavía) al continente. Se formaron sucursales con
dicho nombre en todas las ciudades grandes del país. Hay personajes
muy respetados, a pesar de ese feo negocio, muy conocidos en ellas. Como
contrabandista comenzó el "capo" mayor de Colombia. Pablo Escobar;
lo eran él y sus familiares sanguíneos y políticos.
La vida y sobre todo la muerte de este multimillonario ex-presidiario,
han dado para escribir varios libros y hacer películas. Pablo trabajaba
con su primo Gustavo y sus socios, los Henao, vinieron a ser la familia
política suya por su matrimonio con Victoria, al que se opuso dicha
familia.
La hacienda "Nápoles", de su propiedad, llegó a ser un
zoológico ampliamente visitado.
Comenzó a "traquetear", verbo que significa hacer narcotráfico
y no como se cree, "disparar". En Medellín había una barriada
dedicada a tal oficio, a pesar de llamarse de la "Santísima Trinidad".Un
barrio con mala reputación en donde abundaban las prostitutas y
los bares.
En Medellín, tras la muerte en su aeropuerto,de Carlos Gardel,
él sigue siendo su ídolo y abundan allí los llamados
"galafardos" -hombres apasionados por la música antillana y los
tangos-. Desde allí se llevaba marihuana a cualquier lugar del mundo
y al poco tiempo creció el comercio de cocaína.
Después de la década del setenta se multiplicó
la bonanza. Aumentaron las casas lujosas y carros último modelo,
además de grandes caballerizas.
Por un tiempo, muerto ya Pablo Escobar en el tejado de un edificio
de Medellín, empezó a decrecer el afán de publicidad.
Se iniciaron los "discretos" pero parece que tiende a desaparecer ahora
esa virtud.
Leonor Uribe de Villegas
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