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Ayer domingo, quienes están entregados al fútbol podían
comenzar a ver partidos desde la 1:30 de la madrugada, hora de estas latitudes.
Son tantos los equipos que han jugado en este mundial que sólo los
verdaderamente afiebrados llevarán el registro de ganadores y de
perdedores.
Como Colombia no compitió hacemos fuerza (es un decir, porque
tampoco es tanta) por Brasil y por España.
Hoy juegan los mejicanos con los de Estados Unidos. Estamos con los
primeros, los segundos hace poco que se aficionaron a este juego.
Pero hubo algo excepcional este domingo 16: La Santificación
del Beato Pío de Pietrelcina, hecha con amor por el muy temblorosito
Papa Juan Pablo II.
El padre Pío es conocido como "el Capuchino de los Estigmas".
Asistieron al acto más de 300 mil fieles, en la Plaza de San Pedro,
en Roma, donde hacía un calor canicular. Como sería que soportaban
gustosos potentes chorros de agua que les echaban desde carros de los bomberos.
Y nadie dejaba su sitio. Era conmovedor ese acto de fe de las multitudes.
El padre Pio es el personaje más popular de la Iglesia, después
del Papa Juan Pablo II. Los italianos sobre todo, pero también católicos
del mundo entero, creen en él como el máximo curador de males.
Nació en 1887, en Pietrelcina, al sur de Italia. Murió
en 1.968. El Papa mismo recibió sus favores siendo aún arzobispo
de Croacia. Le escribió una carta a favor de Wanda Poltavska a quien
habían operado de un tumor en la garganta. Ella se curó inexplicablemente.
El Padre Pío presentaba estigmas en sus manos, pies y costado,
desde 1.918, cuando tenía 31 años. Durante 50 años
salía sangre de sus heridas, decían que olía a flores,
un secreto que duró poco en el monasterio. Aparecía siempre
con las manos vendadas con una tela café, como su hábito:
Fueron años de estar sentado en su confesionario hasta 15 horas
diarias.
Que el Padre Pío nos bendiga y nos haga fuertes y pacientes
ante los males de cada día. Amén.
Leonor Uribe de Villegas
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