|
Cuántas veces soñamos cosas absolutamente inverosímiles
y cuántas las consideramos premonitorias. La gran mayoría,
ya despiertos, se olvidan pero otros se quedan grabados y cuántos
miles sirven a los psiquiatras para conocer el origen de los males de sus
pacientes.
Bueno, esta madrugada me despertó casi una jovencita de unos
13 años, a quien le dí el nombre de Leidy porque era muy
parecida a la actriz principal de una película colombiana, filmada
en Medellín, que se llama "La vendedora de rosas".
Esta niña pertenecía a una banda de gamines de un barrio
pobre de esa ciudad. No robaba, le ayudaba a su mamá vendiendo rosas.
Ella era de una inteligencia sobresaliente, adquirió fama con su
espontánea presentación pero quienes la elevaron luego la
abandonaron y volvió a su grupo, consiguió padre para el
hijo que tuvo y de vez en cuando la presentan trotando calles en su ciudad.
Siempre es aguda para responder a las preguntas que le hacen.
Bueno, mi flacuchenta e inoportuna visitante salió de pronto
de un rancho por allá lejísimos, como en la orilla de un
río en la selva. ¿Qué hacía yo por allá?
¿Habrá un intérprete de sueños que me lo diga?
Esa niña me conmovió y ella se me prendió como una
lapa. Flaca, de pelo lacio, con una bata hecha jirones, hablaba y hablaba.
Se quería ir conmigo a donde yo fuera.
Me desperté molesta y confundida. Así nos solemos sentir
cuando los gamines nos siguen, pidiéndonos limosnas. Sentí
que el Señor me reclamaba por haber abandonado la flaquita.
Dios no perdona fácilmente las faltas contra la caridad, pues
es la virtud que mayormente debemos practicar. Con más razón
en estos países en donde hay una brecha tan grande entre ricos y
pobres que se agranda más ahora con la crisis económica que
sufre el mundo y, sobre todo, Latinoamérica.
Dar unas monedas es tan fácil. Y tan difícil hacer tomar
conciencia a los que mucho tienen, de la necesidad de comprometerse en
obras que creen mayor justicia en la distribución de las riquezas.
Darse y no dar. No es fácil. No podemos pasar por este mundo
como el rayo de luz sobre el cristal. Hay tantas Leidys en él
Leonor Uribe de Villegas
|
|