Julio 25 de 2.000 |
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Desde el año 1.240 antes de Cristo empezó el éxodo del pueblo escogido, con Moisés a la cabeza. Huyen, como antes, como ahora, por escapar de las injusticias de los poderosos, llámense estos gobernantes o guerrilleros -como es el caso de Colombia- quienes hacen la vida imposible porque el poder y el ansia de dinero los domina. Porque la ignorancia contribuye a exterminar la Tierra y arrasarla con métodos de cultivo que la erosionan. Porque las tribus se enfrentan unas a otras para apoderarse de campos productivos. Entonces se persigue, se mata, tal el caso de las tribus africanas y algunos pueblos del Asia. Se tiene miedo, angustia de permanecer en un lugar donde la cosecha más segura será el secuestro o el asesinato. Familias enteras se unen, dejan lo poco que tienen y con sus pocos bártulos van en busca de trabajo y de paz por los caminos sombríos de una patria que no tiene ni lo uno ni la otra. Se acude a gobiernos que no son capaces de dominar a los violentos. Ahora el segundo grupo guerrillero de Colombia, el ELN (Ejército de Liberación Nacional) se reúne con un grupo grande de civiles y burócratas, a hablar de paz, en Ginebra (Suiza). Allá fueron familiares de víctimas de secuestros (quienes llevan más de un año en poder de los bandoleros) y les reclamaron porque van a hablar de paz en el exterior cuando no dan señales de querer hacerla en la patria. Y sigue el éxodo. La prensa habla sobre el masivo de los colombianos a la Florida (USA) en donde dentro de poco tiempo serán más que los cubanos. En España pasa otro tanto y en otros países como Canadá y Holanda, donde ya están alarmados. Nos da pena y alegría. La primera porque no queda otra salida a esta triste situación que el éxodo; la segunda por quienes pudieron salir. También nos avergüenza la mala conducta de algunos. Son semillas podridas de este huerto ancho y ajeno. Leonor Uribe de Villegas
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