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José Asunción Silva el autor de los versos que llevan este
título, fue un poeta romántico, famoso no sólo en
su época (finales del siglo XIX) sino que sigue gustándonos
su estilo.
No sé por qué hoy revisé su obra. Por que me siento
sola, (hijas y nietas están fuera del país). Porque la neuropatía
produce neurosis y es necesario ocupar la mente con otras lecturas diferentes
a las que traen los periódicos. No queremos saber de más
muerte y destrucción, de este verano que durará ocho meses
por causa del fenómeno del niño, etc.
Al hablar del tal niño recuerdo que hoy hace 50 años
tuve mi segunda hija, una niña bellísima quien se ahogó
al nacer, primera y honda pena de mi vida. Gracias a Dios tenía
a María Teresa, de un año y medio, pero me quedé sin
recitarle a quien llamamos Ana María los versos de Silva que les
fascinaban a los niños, esos del título de esta nota.
¡Aserrín!
¡Aserrán!
Los maderos de San Juan,
piden queso, piden pan,
los de Roque
alfandoque,
los de Rique
alfeñique
¡Los de triqui,
triqui, tran!
Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela,
con movimiento rítmico se balancea el niño
y ambos agitados y trémulos están;
la abuela le sonríe con maternal cariño
mas cruza por su espíritu como un temor extraño
por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño
los días ignorados del nieto guardarán.
Los maderos de San Juan
piden queso, piden pan.
¡Triqui, triqui,
triqui, tran!
Se dice de Silva que fue el último de los románticos y el
primero de los poetas modernistas. En todo caso fue un depresivo y terminó
suicidándose.
Su poesía a la infancia me conmueve y eso que me considero una
pragmática:
"Con el recuerdo vago de las cosas
que embellecen el tiempo y la distancia,
retornan a las almas cariñosas
cual bandada de blancas mariposas,
los plácidos recuerdos de la infancia".
Hoy quedaron lejos "Tirofijo y sus secuaces. Loado sea Dios.
Leonor Uribe de Villegas
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