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Lo dice esta vieja abogada como testimonio de su labor, la de realizar
350 adopciones durante el ejercicio de su carrera. El haber encontrado
hogar para tantos niños y niñas, de diferentes razas: negros,
mulatos, mestizos y poquísimos blancos, en varios países
del mundo, constituye mi máxima satisfacción y considero
que he vivido una vida útil.
La mayoría se fueron a Suecia y Suiza, pocos a Francia, España
y Estados Unidos. En Colombia se tenía cierta aprensión y
mis compatriotas, exigentes, aceptaban con gusto a los blancos y mestizos
claros. Hoy hay más receptividad y se reciben sin tantas condiciones
niños abandonados.
Cada uno tiene por detrás historias verdaderamente dramáticas.
Les contaré unas pocas. Está la que llamé "la del
niño perro". Se trata de un niño negro, de 3 años
más o menos, hijo de una mujer que era empleada del servicio doméstico
en una bella casa situada aquí, en Cali, en un barrio elegante.
Se desapareció la mujer, los patrones la esperaron por largos meses
y para que el niño no los fastidiara lo dejaron en el patio de atrás
junto con los perros; le daban de su misma comida. El niño aprendió
a caminar en cuatro patas y ladraba como los perros.
Vino un joven holandés casado, y el último niño
que quiso llevarse fue ese, que había sido recluido por Bienestar
Familiar en una institución, en donde le tenían pavor por
agresivo. Yo le hice todos los trámites legales y le hice ver que
llevar ese niño en un vuelo tan largo sería terrible. El
joven era un humanista total y se lo llevó lleno de alegría.
Y pasó lo que tenía que pasar: tuvo que dormirlo la tripulación,
porque los pasajeros iban aterrados.
El papá me escribió al comienzo pero creo que el niño
recibió tratamiento sicológico y mejoró. Hoy tiene
más de 20 años. No me alcanza el espacio para contarles más
casos, estos si normales. Con 350 adopciones hubo sólo un fracaso,
que era previsible, porque se trataba de una niña de 14 años,
ya con experiencias sexuales. Se enamoró del bello papá suizo
y tuvimos que repatriarla. Se me perdió de la vida. Que Dios los
bendiga a todos esos hijos míos.
Leonor Uribe de Villegas
Leonor Uribe de Villegas
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