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Algo tienen los fines de años que nos llenan de "saudade". Es una
rara melancolía la que nos envuelve y a mayor número de años
es más fuerte. No porque creamos que "todo tiempo pasado fue mejor"
cuando la civilización avanza en tantos campos de las comunicaciones,
de la medicina, de las ciencias todas.
Pero se estancó en el humanismo salvo contadas excepciones,
en donde se forman asociaciones sin ánimo de lucro para ayudar a
los enfermos y a los desamparados. Cada país busca su propia prosperidad
y seguridad y le muestra a sus vecinos que es más fuerte.
Cunde el desaliento. Hay que pedir a Dios esperanza para no desfallecer
y AMOR, así con mayúsculas, para saber dar y, sobre todo,
darse. No es fácil el desprendimiento de sí mismo y de lo
que se posee. La tendencia, muy humana, es la de acumular bienes. ¿Para
qué? La vida es tan corta que no alcanza, ni siquiera, para agradecer
cada día al Señor por todo lo que hemos recibido. Qué
bueno es poder decirle a Dios: "Gracias Señor por el ayer tan tranquilo".
La guerrilla no hizo tanto daño, salvo enfrentamientos entre ella
y el grupo de derecha que trata de contener el avance sobre pueblos indefensos,
pero que lástima que se han vuelto asesinos y violentos como los
que persiguen. Perdónalos a todos, Dios mío y escúchanos
a quienes te pedimos paz, solamente paz.
Gracias Señor por la sonrisa amable y por la mano amiga. Gracias
por la existencia de los niños. Que sus padres, sus familias, los
cuiden y los defiendan de todo mal, en vez de utilizarlos y explotarlos
entregándolos a la prostitución y los vicios, horror que
no sólo ocurre en Colombia sino en muchos países subdesarrollados
del mundo.
Gracias por haberme conservado la vida, por permitirme caminar un poco
cuando creí que nunca lo haría más. Por mi compañero
de más de media vida, por la salud, el techo y las hijas que nos
diste. Amén.
Leonor Uribe de Villegas
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